El Juli, un torero de fuste
El Juli sali¨® a hombros por la Puerta del Pr¨ªncipe de la Maestranza despu¨¦s de demostrar que es un torero de fuste; es decir, de entidad y sustancia. Atraviesa una etapa de gracia, de temple, de oficio, seguridad, buen gusto y mando. Tiene las ideas muy claras, derrocha ambici¨®n y entrega, y act¨²a como la ilusi¨®n de alguien que empieza, como si le quedara todo por hacer. El Juli es un maestro consagrado, porque parece que ha superado la t¨¦cnica y torea con el alma, con solemnidad.
Sali¨® ayer a por todas; persigui¨® a su primero por toda la plaza, un manso corret¨®n y huidizo de salida, y present¨® sus cartas en un quite de tres ver¨®nicas y media dibujado con el coraz¨®n, capotazos hondos, y profundidad y empaque en su ejecuci¨®n. El toro, noble y encastado, lleg¨® a la muleta con la codicia suficiente para que el torero expresara su concepci¨®n del toreo, basada en el dominio absoluto y muletazos largos y ligados. Con un conocimiento exacto de los terrenos y de las condiciones de su oponente, lo embarc¨® en la muleta y los derechazos surgieron con tanta dimensi¨®n que acabaron en circulares engarzados con pases de pecho henchidos de torer¨ªa. Baj¨® el diapas¨®n con la mano izquierda, pero alg¨²n natural meritorio consigui¨® tras doblegar el instinto del animal. La estocada cay¨® trasera, aunque la ejecut¨® a ley, volc¨¢ndose en el morrillo como si en ello le fuera la vida. Y se gan¨® dos orejas justamente, sin discusi¨®n alguna.
GARCIGRANDE / PONCE, EL JULI, CAYETANO
Toros de Garcigrande, muy justos de presentaci¨®n -el primero, anovillado- mansos, sosos, descastados y nobles.
Enrique Ponce: pinchazo, metisaca -aviso- y bajonazo (silencio); pinchazo, media y un descabello (silencio).
El Juli: estocada trasera (dos orejas); pinchazo y estocada trasera (oreja). Sali¨® a hombros por la Puerta del Pr¨ªncipe.
Cayetano: estocada (silencio); dos pinchazos y estocada muy tendida (silencio).
Plaza de La Maestranza. 29 de abril. Sexta corrida de feria. Casi lleno.
Es un maestro consagrado: ha superado la t¨¦cnica y torea con el alma
No ocurri¨® lo mismo en el quinto, noble, tambi¨¦n, pero m¨¢s soso y menos colaborador. El mismo torero grande, pero en circunstancias diferentes. Y estuvo por encima del toro, y lo embebi¨® en ocasiones y lig¨® alguna vez, pero su labor fue de tono menor porque no hubo ese entendimiento imprescindible entre toro y torero para que surja la emoci¨®n. Sufri¨® un corte en la mano izquierda al entrar a matar y recibi¨® dos puntos de sutura. Sobr¨®, pues, la oreja, que, a todas luces, fue un premio excesivo. Como excesivo es este p¨²blico que lo aplaude todo, que carece del m¨¢s m¨ªnimo sentido de la exigencia y comete errores de bulto como ese premio que no debi¨® pasar de la vuelta al ruedo.
Quede constancia, no obstante, que el se?or Juli demostr¨® que es un torero de una pieza, aunque le sobrara la Puerta del Pr¨ªncipe.
La otra cara de la moneda la protagonizaron Ponce, que parece que est¨¢ de retirada, y Cayetano, porque a¨²n no ha llegado.
El diestro valenciano goza del respeto y el prestigio de las figuras se?eras, pero, precisamente por eso, no debe anunciarse en Sevilla si est¨¢ preso de la desgana y la desconfianza, le asaltan las dudas y no est¨¢ dispuesto a exponer ni un alamar. Un soso torete fue su primero, que brind¨® al que fue cirujano de esta plaza, Ram¨®n Vila, y no consigui¨® un instante que mereciera la pena. Pesado como siempre, recibi¨® un aviso antes de un bajonazo infamante. Peor a¨²n ante el noblote cuarto, una mona de pascua, ante el que fue una caricatura de s¨ª mismo. Ponce ha olvidado, quiz¨¢, que un signo de inteligencia es retirarse a tiempo.
Y Cayetano estuvo sin estar en ¨¦l; su actitud es de una frialdad sorprendente. Torea como un acad¨¦mico, sin ¨¢ngel, sin contenido, sin entusiasmo, sin sangre en las venas. Es elegante y lo hace bonito, pero no dice nada. No cree en lo que hace, le falta confianza y fe en s¨ª mismo. Quiz¨¢, no est¨¢ preparado para tan alta responsabilidad; quiz¨¢, Sevilla le viene grande despu¨¦s de que se mueve entre algodones desde que se enfund¨® el traje de luces; lo cierto es que se mostr¨® muy por debajo del noble tercero, y no supo qu¨¦ hacer ante el sexto, desordenado y destemplado, con mucha pose y escaso toreo.
Por cierto, se acabaron las corridas duras. Lleg¨® la pasteler¨ªa fina, corridas muy justas de presentaci¨®n y de comportamiento borreguil. Como la de ayer, por ejemplo, mansa y sosota, pero dulce como el alm¨ªbar.
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