Siempre demasiado cerca
Las muertes de los periodistas Chris Hondros y Tim Hetherington sacuden a una profesi¨®n que ha encontrado en las revueltas ¨¢rabes la oportunidad de hacer el trabajo de siempre
Cada generaci¨®n de periodistas de guerra tiene sus muertos. A menudo, son los mejores: Gerda Taro (Espa?a), Enrie Pyle (Pac¨ªfico), Robert Capa (Indochina), David Seymour (Egipto), Kurk Schork, Miguel Gil (Sierra Leona)... Muertes que impactan en los dem¨¢s porque recuerdan que no existen los inmortales, que las guerras destruyen, hieren, mutilan. Donde caen soldados y milicianos, caen periodistas. Las muertes de Tim Hetherington y Chris Hondros, el pasado 20 de abril en Misrata, han conmocionado a una profesi¨®n sacudida por la crisis, la incertidumbre, la desorientaci¨®n y la escasez publicitaria. Se acabaron los tiempos de las grandes coberturas sin l¨ªmite de gasto; ahora se cuenta cada euro como si fuera el ¨²ltimo de un manantial que se seca.
Hetherington, 40 a?os, no ten¨ªa nada que demostrar: ven¨ªa de ganar en Sundance con el documental 'Restrepo'
Hondros pertenec¨ªa a la generaci¨®n que construy¨® su reputaci¨®n en las guerras de Irak y Afganist¨¢n
La primavera ¨¢rabe es la primavera del periodismo de guerra. Tras dos conflictos terribles, Irak y Afganist¨¢n, donde no ha sido posible moverse libremente porque un bando no quer¨ªa -el bando que secuestraba y degollaba-, ha regresado la guerra de siempre, la de Bosnia, la de L¨ªbano, en la que la parte d¨¦bil acoge a los reporteros extranjeros porque quieren que su historia se conozca; esa es, a veces, su ¨²nica munici¨®n para ganar la guerra.
Hetherington, 40 a?os, no ten¨ªa nada que demostrar: ven¨ªa de ganar en Sundance el premio al mejor documental estadounidense con Restrepo, realizado junto a Sebastian Junger, 49 a?os, que lo acaba de plasmar en un libro: Guerra (Cr¨ªtica).
Libia no era un viaje como otros, era el inicio de un nuevo proyecto con Junger, un trabajo en profundidad que les iba a ocupar meses. Lleg¨® a Bengasi y busc¨® a Jon Lee Anderson, un viejo amigo, para pedirle consejo. No le gust¨® el ambiente, el caos que reinaba en la capital rebelde y a los cuatro d¨ªas decidi¨® regresar a casa. "El asunto estaba muy loco", asegura Anderson en conversaci¨®n telef¨®nica. Pero Hetherington no dur¨® mucho en Nueva York. A las 48 horas tom¨® un avi¨®n y volvi¨® a El Cairo. "Dec¨ªa que un bichito le com¨ªa por dentro, que las guerras se retroalimentan con las im¨¢genes y que ¨¦l quer¨ªa trabajar con detenimiento sobre esto", cuenta Lee.
Jon Lee le conoc¨ªa bien, de la guerra de Liberia, una de las m¨¢s crueles de ?frica con Sierra Leona y Congo. "Tim era poco ingl¨¦s. Hab¨ªa estudiado en Oxford, pero no se le notaba. Creo que la culpa la ten¨ªa Nueva York, y ?frica. Era un hombre muy amable, un pana, como dicen en Am¨¦rica Latina. Pese al ¨¦xito de Restrepo no ten¨ªa demasiado dinero. A Libia lleg¨® como freelance (por libre) sin ninguna garant¨ªa. Era un aventurero que se hab¨ªa humanizado. La ¨²ltima noche que nos vimos en El Cairo hablamos de cosas personales. Me cont¨® su plan de casarse con su novia somal¨ª".
"La am¨ªgdala puede procesar una se?al auditiva en 15 milisegundos, el tiempo que tardar¨ªa una bala en recorrer unos nueve metros. La am¨ªgdala es r¨¢pida, pero muy limitada: solo puede provocar un reflejo y esperar a que el pensamiento consciente lo recoja. Es lo que se conoce como reacci¨®n de alarma e incluye movimientos de protecci¨®n", escribe Junger en Guerra.
"Ten¨ªa que haber ido con ¨¦l a Misrata. No lo hice por un problema personal [su mujer estaba embarazada]. Ten¨ªamos un nuevo proyecto, quer¨ªamos hacer un trabajo que nos iba a ocupar hasta oto?o. Ahora me siento triste y estoy desorientado", explica Junger desde Nueva York. "Existe una progresi¨®n vital natural en la que el reportero necesita trasladar su trabajo a los libros y a los documentales. Con el paso de los a?os no tienes la misma energ¨ªa; cuando eres joven y tienes esa energ¨ªa careces de la sabidur¨ªa necesaria".
Los periodistas que van a guerras son supersticiosos, como los toreros. Miman los detalles esenciales: la misma agencia de viajes, la misma maleta, la misma ropa a la ida y a la vuelta, no cambiar nunca de conductor en mitad de la misi¨®n, no permitir que le saquen fotograf¨ªas...
A Hetherington le gener¨® inseguridad viajar a Libia sin su amigo, su compadre, Sebastian Junger. Cinco meses juntos en el valle de Korengal, el valle de la muerte, hermanan: cinco viajes entre junio de 2007 y junio de 2008 empotrados en la segunda secci¨®n de la compa?¨ªa Batalla: 150 hombres que libraban la quinta parte de los enfrentamientos de la OTAN en Afganist¨¢n. Sin Junger, Tim se sinti¨® hu¨¦rfano. Le anim¨® a regresar a Libia saber que su amigo Chris Hondros, 41 a?os, el experto en guerras de la agencia Getty, se encontraba de camino o a punto de viajar con destino a Misrata.
Hondros, como Hetherington, pertenec¨ªa a la generaci¨®n de las guerras de Irak y Afganist¨¢n, fot¨®grafos que han construido sus reputaciones en los ¨²ltimos 10 a?os. Es la generaci¨®n que comienza a trabajar en Kosovo, en 1999, o tras el 11-S.
"Lo ocurrido en Misrata me recuerda a lo que pas¨® con Kurt Schork y Miguel Gil en 1999. Tambi¨¦n eran dos de los mejores y sus muertes tuvieron un hondo efecto en sus amigos, la generaci¨®n criada en las guerras de los Balcanes, sobre todo en Bosnia. Cuando sucede una desgracia as¨ª, los periodistas se plantean si merece la pena seguir. Se trata de una decisi¨®n personal", asegura Santiago Lyon, jefe de fotograf¨ªa de Associated Press y veterano de Bosnia.
"La am¨ªgdala no necesita m¨¢s que una sola experiencia negativa para decidir que algo constituye una amenaza, y despu¨¦s de un tiroteo, todos los hombres de la secci¨®n habr¨¢n aprendido a reaccionar al chasquido de las balas y a ignorar los sonidos mucho m¨¢s fuertes de los hombres que hay a su lado devolviendo fuego", asegura Junger en Guerra.
Hondros era un fot¨®grafo valiente. Siempre demasiado cerca, como Goran Tomasevic, 42 a?os, de la agencia Reuters. "La ma?ana del d¨ªa en el que muri¨®, Chris entr¨® en un edificio ocupado por soldados de Gadafi pegado a una unidad rebelde que trataba de tomarlo. Si observas esas fotos", dice Lyon, "te das cuenta de lo cerca que estaba de la acci¨®n, m¨¢s cerca imposible. Ese es el trabajo: meterse en situaciones peligrosas y salir de ellas, pero no funciona". El mi¨¦rcoles, una semana despu¨¦s de la muerte de Hondros, se celebr¨® en Brooklyn su funeral. Acudieron m¨¢s de mil personas. Entre ellas, su novia, con quien se iba a casar en esa misma iglesia en agosto.
Robert Capa, el fotoperiodista de guerra por excelencia, dec¨ªa: "Si tu foto no es suficientemente buena, es que no est¨¢s suficientemente cerca". Capa no solo se refer¨ªa a la distancia f¨ªsica, tambi¨¦n a la mental y emocional.
Enrique Meneses, 81 a?os, autor de las c¨¦lebres fotos de Fidel Castro y el Che Guevara en Sierra Maestra, ha pasado parte de su vida coqueteando con esa cercan¨ªa. Meneses sostiene que "el fotoperiodismo es contar una historia con una c¨¢mara; c¨®mo vive el soldado, c¨®mo se cansa, c¨®mo se deprime". "Para contar una guerra hay que estar all¨ª, no en la frontera viendo pasar refugiados. Libia est¨¢ lleno de gente joven, de freelance que se buscan la vida, que quieren estar donde se encuentra la acci¨®n, persiguiendo la foto que puede dar la vuelta al mundo".
"La mayor¨ªa de los tiroteos se desarrolla con tanta rapidez que los actos de valent¨ªa o cobard¨ªa son pr¨¢cticamente espont¨¢neos. Un soldado puede vivir el resto de su vida lament¨¢ndose por una decisi¨®n que ni siquiera recuerda haber tomado; puede recibir una medalla por hacer algo que hab¨ªa acabado antes incluso de saber que lo estaba haciendo". (Junger, Guerra).
Cada generaci¨®n tiene sus muertos y sus fotos-s¨ªmbolo. Sucede con la m¨¢s importante, la de Vietnam. Aquella fue una guerra tan bien narrada y fotografiada que EE UU la perdi¨® tras perder el apoyo de su opini¨®n p¨²blica. Vietnam esconde miles de tragedias: gas naranja, napalm, May Lai. Para los fotoperiodistas de aquella generaci¨®n, a la que pertenece Manu Leguineche, hay una fecha maldita: 10 de febrero de 1971. Cuatro de los mejores fot¨®grafos, Henri Huet (43 a?os), de AP; Larry Burrows (44), de Life; Kent Potter, 23 de UPI, y Kaisaburo Shimamoto (34), de Newsweek, perdieron la vida cuando su helic¨®ptero se extravi¨® y fue abatido.
Sud¨¢frica fue otra escuela de excelentes fotoperiodistas: produjo el Club del Bang Bang. Cuatro fot¨®grafos -Greg Marinovich, Jo?o Silva, Kevin Carter y Ken Ken Oosterbroek- crecieron como reporteros y personas en la lucha contra el apartheid. Dos de ellos est¨¢n muertos. A Oosterbroek lo mat¨® una bala de francotirador en 1994 y a Carter, autor de la foto de la ni?a sudanesa desmayada sobre una tierra yerma con un buitre detr¨¢s, lo mat¨® su desgana por sobrevivir. Marinovich result¨® herido cuatro veces en su carrera; Silva perdi¨® sus piernas en octubre en Afganist¨¢n.
"Yo era el tercer hombre en la l¨ªnea, y de repente puse mi pie quiz¨¢ un poco m¨¢s a la izquierda o un poco m¨¢s a la derecha y bam", explicaba Silva en el programa Fresh Air, de Terry Gross, desde el centro m¨¦dico Walter Reed Army, donde aprende a caminar con pr¨®tesis. "B¨¢sicamente, escuch¨¦ un sonido met¨¢lico, ?bang!, y sal¨ª despedido. Mi reacci¨®n inicial fue pedir ayuda a los que estaban cerca, tambi¨¦n aturdidos por la explosi¨®n, pero me agarraron con fuerza y me sacaron de la zona de muerte".
La emisora estadounidense PBS (Public Broadcasting System) cont¨®, en un programa emitido tras las muertes de Tim y Chris en Misrata, que Silva sigui¨® tomando fotograf¨ªas mientras le evacuaban y que le pidi¨® a su compa?era del The New York Times, Carlotta Gall, que le prestara el tel¨¦fono sat¨¦lite. "Llam¨¦ a mi mujer. Le dije: escucha, he visto c¨®mo mis piernas se han ido, pero creo que voy a estar bien. Creo que voy a sobrevivir".
"Por alguna raz¨®n, fue entonces cuando me di cuenta de lo f¨¢cil que es pasar de los vivos a los muertos: un d¨ªa te enteras que han matado a alguien en Las Vegas, y al d¨ªa siguiente t¨² eres ese muerto para una tercera persona". (Junger en Guerra).
Emilio Morenatti trabaja en Associated Press. Sus compa?eros le destacan por su exquisita calidad. "Sabes que es una foto de Morenatti nada m¨¢s verla; tienen sello propio", dice uno de ellos. Emilio tuvo m¨¢s suerte que Jo?o Silva. Cuando viajaba en agosto de 2009 empotrado con las tropas estadounidenses en Kandahar, su veh¨ªculo pis¨® una mina anticarro. Todos los que iban dentro resultaron heridos. ?l perdi¨® la pierna izquierda por debajo de la rodilla. Tras una larga rehabilitaci¨®n, tambi¨¦n en el Walter Reed (quer¨ªa estar con los soldados que hab¨ªan pasado por lo mismo que ¨¦l), ha vuelto al trabajo: Hait¨ª, Egipto, T¨²nez, Libia.
"Cuando te llega una noticia como la de Tim y Chris, lo primero que piensas es que no puede ser real. Si algo as¨ª sucede a los mejores, a los m¨¢s experimentados, significa que nadie est¨¢ a salvo. He visto a gente herida a mi lado y despu¨¦s he sido yo el herido. No es la experiencia lo que te protege, te protege la buena o mala suerte. Cuando est¨¢s en la primera l¨ªnea del frente, como estaban ellos, es necesaria una mayor cantidad de suerte".
A Morenatti no le preocupa el futuro de la profesi¨®n: "Al final, siempre son los mismos. La experiencia es la que te permite fotografiar mejor. No me preocupa si son de plantilla o freelance, lo que me preocupa es no hay nadie en Siria, que dependemos de los sirios que colocan en Internet v¨ªdeos tomados con sus tel¨¦fonos. No me da miedo el cambio. Empec¨¦ hace 25 a?os y entonces hab¨ªa personas que se resist¨ªan al paso del blanco y negro al color; despu¨¦s de la fotograf¨ªa anal¨®gica a la digital. Siempre habr¨¢ alguien dispuesto a pagar por fotograf¨ªas de alta calidad".
En una entrevista, hace a?os, Silva defini¨® con inteligencia y emoci¨®n la esencia del oficio: "Tengo esta fascinaci¨®n, la de ser testigo de primera mano de la historia. Siempre quise mostrar la realidad de una zona de guerra a aquellos que son lo suficientemente afortunados de no vivir las realidades de las zonas de guerra. Nosotros vamos all¨ª y nos exponemos creyendo que nuestro trabajo tiene un impacto en la sociedad".
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