Radicalizaci¨®n
Conforme se acercan las elecciones m¨¢s evidente resulta que el PP vuelve a radicalizarse. La cabra siempre tira al monte, y al monte de la crispaci¨®n se ha vuelto a echar nuestro Tea Party nacional aprovechando cualquier pretexto por peregrino que sea para radicalizarse subiendo nuevos pelda?os en su escalada de la tensi¨®n. La ¨²ltima excusa de momento es la presunta parcialidad de la televisi¨®n estatal, como si las auton¨®micas que controlan en Madrid o Valencia fueran un dechado de independencia. Pero eso no pasa de ser un simple escarceo sin importancia al lado de la batalla de opini¨®n que el PP viene escenificando contra la pol¨ªtica antiterrorista del Gobierno socialista.
Se trata de una campa?a en toda regla con cuatro l¨ªneas de ataque a cual m¨¢s indigna. Ante todo, la nueva conspiranoia inventada por Mayor Oreja, sobre la falsilla de aquella del 11-M, sobre una inveros¨ªmil negociaci¨®n entre Gobierno y ETA. Despu¨¦s, el eterno culebr¨®n del caso Fais¨¢n, otra incre¨ªble colaboraci¨®n con el terrorismo de la que se culpa al ministro del Interior. M¨¢s tarde, la excarcelaci¨®n y fuga del etarra Troiti?o a causa de un error judicial, pero de la que tambi¨¦n se culpa a Rubalcaba. Y, por fin, las listas de Bildu, de cuya posible legalizaci¨®n se culpa de nuevo al ministro del Interior sin ninguna raz¨®n. ?A santo de qu¨¦ vienen tan desaforadas falsificaciones?
El ruido de la bronca salva al PP de la confrontaci¨®n derecha-izquierda sobre el ascenso de la desigualdad
Las razones que suelen darse para explicar la radicalizaci¨®n del PP son dos. La primera, de tipo negativo, es el intento de destruir la reputaci¨®n del candidato socialista con mayores posibilidades electorales (Alfredo P¨¦rez Rubalcaba), a fin de sembrar la desconfianza entre sus votantes potenciales: calumnia que algo queda. Y la segunda, de tipo positivo, es elevar el nivel de la tensi¨®n pol¨ªtica a fin de mantener y reforzar la fidelidad al PP de sus bases electorales, evitando el riesgo de abstenci¨®n. Pero esta estrategia encierra un riesgo potencial, que es el de despertar el voto dormido del PSOE y el voto del miedo al PP si la tensi¨®n sobrepasa determinado umbral. Es lo que ya ocurri¨® en 2008 y puede volver a pasar ahora en mayo, tal como empiezan a insinuar ciertas encuestas (como la ¨²ltima de Z¨¢rraga para el Publiscopio) seg¨²n el ejemplo portugu¨¦s del primer ministro S¨®crates.
De ah¨ª que para evitar esos posibles efectos contraproducentes el PP se vea obligado a modular su estrategia de la tensi¨®n, compens¨¢ndola con otros mensajes m¨¢s centrados a fin de alcanzar cierto equilibrio entre radicalismo y moderaci¨®n. Es la divisi¨®n del trabajo opositor adoptada como estrategia por Rajoy, que se reserva para s¨ª mismo el papel de polic¨ªa bueno dejando que la banda de los cuatro (Aznar, Oreja, Trillo y Cospedal) haga de polic¨ªa malo. Es verdad que la debilidad de Rajoy hace que su buenismo siempre quede tapado por la ferocidad de sus bad boys. Pero eso no importa demasiado en unas elecciones locales donde no est¨¢ en juego el poder central, aunque est¨¢ por ver si en las generales lograr¨¢n hacer callar a la banda de Aznar.
Pero adem¨¢s de estas razones electorales, existen otras dos razones pol¨ªticas que explican todav¨ªa mejor el recurso al radicalismo del PP. La primera es que el ruido de la bronca permite tapar, acallar e ignorar los temas de confrontaci¨®n entre la derecha y la izquierda que deber¨ªan ser el centro de la campa?a electoral: me refiero a las pol¨ªticas p¨²blicas de protecci¨®n de los derechos sociales (salud, educaci¨®n, servicios sociales, etc) que son ante todo prestadas por los gobiernos municipales y auton¨®micos. Si en lugar de vociferar sobre troiti?os y faisanes se debatiese sobre colegios y hospitales, los ciudadanos descubrir¨ªan el rampante ascenso de la desigualdad y la privatizaci¨®n all¨ª donde gobierna el PP. Y, por lo tanto, votar¨ªan en consecuencia.
Pero a¨²n hay otra raz¨®n de tipo ret¨®rico, y es que el radicalismo del PP adopta la forma de un doble v¨ªnculo (double bind): una demanda imposible de atender porque se acepte o se rechace el demandante siempre gana. Francesc de Carreras lo denunciaba el viernes en La Vanguardia respecto al pacto fiscal que reclaman los soberanistas: si cedes, pierdes; y si no cedes, te declaran traidor a la patria. Pues bien, el PP hace lo mismo al plantear exigencias inasumibles pero plausibles, como la condena del independentismo o el cumplimiento ¨ªntegro de las penas. Si no cedes, te denuncian por traidor; y si cedes, te sometes a su poder y el PP demuestra qui¨¦n manda. As¨ª ocurre en la lucha contra ETA, pues cuando por fin acabe, el PP presumir¨¢ de que el m¨¦rito ha sido suyo, gracias a su presi¨®n sobre un Gobierno que estaba dispuesto a rendirse. Y lo mismo podr¨¢ decir de la lucha contra la crisis, pues los ajustes de Zapatero no se explicar¨ªan sin las exigencias del PP. Todo para demostrar qui¨¦n es el puto amo de Espa?a.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.