La culpa vaporizada
Sin identidad, cuarto largometraje del catal¨¢n afincado en Hollywood Jaume Collet-Serra, se abre con exquisitas im¨¢genes a¨¦reas de una nevada sobre Berl¨ªn, captadas por la c¨¢mara de otro talento exportado: el director de fotograf¨ªa Flavio Mart¨ªnez Labiano. Caben, pues, motivos para el orgullo: en la factura no ya competente, sino deslumbrante de una gran producci¨®n de Hollywood reconocemos la excelencia de dos compatriotas.
En dos de sus pel¨ªculas anteriores, La casa de cera (2005) y La hu¨¦rfana (2009), Collet-Serra hab¨ªa aplicado, no obstante, algo m¨¢s que su buen oficio. O se dieron las circunstancias -?el alucinado dise?o de producci¨®n de la primera, el astuto gui¨®n de la segunda?- que invitaban a pensar que el director hab¨ªa aplicado algo m¨¢s que su oficio: ninguna de las dos pel¨ªculas era una obra maestra, pero tampoco eran rutinarios ejercicios de g¨¦nero y lograban erigirse en gratificantes aportaciones disfuncionales al cine de terror moderno. Eran dos trabajos, en suma, ajenos a las corrientes dominantes en su especialidad.
SIN IDENTIDAD
Direcci¨®n: Jaume Collet-Serra. Int¨¦rpretes: Liam Neeson, Diane Kruger, January Jones, Bruno Ganz, Frank Langella, Aidan Quinn. G¨¦nero: Thriller. Estados Unidos-Alemania-Francia-Canad¨¢-Jap¨®n-Gran Breta?a, 2010.
Duraci¨®n: 113 minutos.
Desgraciadamente, no se puede decir lo mismo de Sin identidad, que no s¨®lo es una pel¨ªcula que parece responder a la irritante inercia del high concept -Fren¨¦tico (1988) se cruza con el factor Bourne, con alg¨²n toque Alias (2001-06)-, sino que acaba cobrando la naturaleza de laboriosa puesta al d¨ªa de un esquema mil veces visto. O, m¨¢s bien, mil veces consumido.
Hitchcock es antes un deseo inalcanzable que una referencia interiorizada en este thriller sobre identidades arrebatadas, donde la figura secundaria de un ex agente de la Stasi, encarnado por Bruno Ganz, se?ala, sin querer, con el dedo el principal tal¨®n de Aquiles de la propuesta: el personaje habla de la amnesia consubstancial a la identidad alemana, obligada a olvidar su pasado nazi y su pasado comunista. Y es, precisamente, la idea de la culpa lo que parece haber desaparecido sin dejar rastro en esta trama que la requer¨ªa como principal nutriente, para dotar de espesor tanto al conjunto como a la figura que interpreta Liam Neeson, reciclado en improbable h¨¦roe de acci¨®n, seg¨²n parece insistir el ¨²ltimo tramo de su carrera.
Es en el gui¨®n donde la pel¨ªcula y, sobre todo, el personaje de Neeson tienen a su peor enemigo. La identidad del protagonista -y, por extensi¨®n, su heroicidad, su ¨¦tica y su dignidad- acaban asent¨¢ndose en un territorio tan fr¨¢gil que clama al cielo que a ninguno de los guionistas se le haya ocurrido convertir esta fisura en la verdadera materia dram¨¢tica. Lo que queda es un producto muy bien realizado, fotografiado con estilo, interpretado por un elenco de primera... pero tan poco convincente que su aparente competencia se revela espejismo.
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