De m¨¢s en peor
"?Los que aqu¨ª se ba?an d¨®nde se lavan?", pregunt¨® Di¨®genes durante su visita a unos ba?os p¨²blicos. Algo as¨ª se preguntaba el orondo capit¨¢n Grason al dar por concluida la barriobajera trifulca Barcelona-Real Madrid. O viceversa. Un penetrante olor a podrido se expand¨ªa por los alrededores de los estadios, impregnaba los peri¨®dicos, envenenaba las tertulias y corromp¨ªa los m¨¢s excelsos ¨¢mbitos del deporte. Exhausto y al borde de la n¨¢usea, Grason recapacit¨® con horror que la trifulca no hab¨ªa terminado. En realidad, no terminar¨ªa hasta que el Real Mourinho viera saciada su sed de venganza, pens¨®. Ello requer¨ªa, a su parecer, la derrota en Wembley de Guardiola y de jugadores que, con su impronta y goles, contribuyeron a que Espa?a ganara un Mundial, ?tanto daba! Por si las acusaciones de dopaje, simulaci¨®n y racismo no obtuvieran el resultado previsto, Mourinho ya manten¨ªa contactos colaterales con Ferguson, seg¨²n el propio sir Alex hab¨ªa revelado. Nada anormal entre colegas. Y menos a¨²n entre dos zorros dispuestos a alborotar el gallinero.
Todas las preguntas pod¨ªan resumirse en una: "?Por qu¨¦ el mejor entrenador del mundo parec¨ªa el peor?"
Por lo dem¨¢s, la venganza so?ada culminar¨ªa con un triunfo p¨®stumo en la Recopa nacional que mitigara, hasta la temporada siguiente, el rencor acumulado. Estos eran los miserables prop¨®sitos que, hastiado del entorno y celoso del Diablo, el capit¨¢n Grason atribu¨ªa a Mourinho, un chico malo y malcarado al que sir Fergie, no sin regodeo, compadec¨ªa por el descalabro europeo. Premonitorio y paternal, el preparador escoc¨¦s ya lo hab¨ªa advertido: "Entrenar al Madrid es como dirigir un circo". Pero es ahora m¨¢s que nunca cuando, sobre la misma cuerda floja, el domador y el payaso atraviesan sin red una pista de fieras hambrientas ante un p¨²blico cegado por cheques como confeti que, bajo los auspicios de bancos sin escr¨²pulos y capitostes sin verg¨¹enza, imparten al buen tunt¨²n para divertimento o frustraci¨®n de la necia concurrencia. Este es el caldo de cultivo que, en el f¨²tbol actual y con nuestra complicidad, propicia el advenimiento de fantoches erigidos en caudillos como los de anta?o.
A todo esto, en la casa blanca, Valdano hac¨ªa las maletas y Florentino se las deshac¨ªa, conmin¨¢ndole a esperar decisiones que, llegado el momento, Karanka en persona le comunicar¨ªa. Pero, en realidad, el debate radicaba en si la marcha de otro acendrado madridista, como el a?orado Del Bosque en su d¨ªa, pod¨ªa considerarse en esta ocasi¨®n una dimisi¨®n o un despido, matiz relevante a la hora de precisar la cuant¨ªa con la que el jardinero fiel ser¨ªa resarcido. As¨ª estaban las cosas en la susodicha casa blanca, seg¨²n transmit¨ªa desde un lugar indeterminado la Lata parlante de Lotina, que, por cierto, a pesar de ser una lata vac¨ªa, adem¨¢s de parlante era tambi¨¦n pensante y de su oquedad brotaron sarc¨¢sticas reflexiones: "?Por qu¨¦, con la Liga y la Champions ya perdidas, el Real Mourinho hab¨ªa mostrado al fin, sin recato alguno, el potencial goleador que con tanta pusilanimidad t¨¢ctica hab¨ªa escatimado en las confrontaciones con el Bar?a?", "?por qu¨¦ un entrenador tan presuntamente preclaro no se hab¨ªa enterado a tiempo de los jugadores que ten¨ªa?", "?por qu¨¦ no los hab¨ªa utilizado en consecuencia antes de que fuera demasiado tarde?", "?por qu¨¦ hab¨ªa tardado en comprender que jugar para que Cristiano metiera goles no era el peor de sus planteamientos?", "?por qu¨¦ tantas paranoicas suspicacias, burdas intrigas y pla?ideros lamentos, ensuciando esta Liga de dos, mientras su rival m¨¢s directo la ganaba en el campo imponiendo un sistema de juego?". Todas estas preguntas pod¨ªan resumirse en una: "?Por qu¨¦ el mejor entrenador del mundo parec¨ªa, por momentos, el peor?".
Juanita La Muerte no pudo retener una risotada cascabelera y estuvo a punto de desparramar su dentadura por los suelos de la taberna londinense, donde la mujer invisible, mi dulce Amanda, hab¨ªa suplantado sobre las rodillas del melanc¨®lico capit¨¢n Grason el culo de la rubicunda Doris, que, a su vez, jugueteaba obscenamente con el rabo del Diablo.
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