La verdad premonitoria
Se cumple el centenario del nacimiento del premio Nobel de Literatura polaco Czeslaw Milosz, uno de los primeros intelectuales que denunci¨® la situaci¨®n de esclavitud de los pa¨ªses del bloque comunista
El pensamiento cautivo del premio Nobel de Literatura polaco Czeslaw Milosz es una obra fundamental para entender lo que pas¨® del otro lado del tel¨®n de acero durante el r¨¦gimen comunista impuesto por la Uni¨®n Sovi¨¦tica. No es un libro escrito a posteriori, sino durante los mismos a?os en que estos acontecimientos se llevaban a cabo. Milosz fue un testigo excepcional de la invasi¨®n nazi, la II Guerra Mundial y la subsiguiente instauraci¨®n de otro Estado totalitario con parecidos o semejantes signos de violencia y carencia de libertad.
Cuando Milosz comenz¨® a redactarlo, hace m¨¢s de medio siglo, a¨²n viv¨ªa uno de los dictadores m¨¢s sanguinarios, Stalin. Tras ser un joven poeta vanguardista en el periodo de entreguerras y vivir clandestinamente en Varsovia durante la ocupaci¨®n nazi, confi¨® en los inicios del nuevo r¨¦gimen polaco y lo represent¨® en el extranjero, como agregado cultural, en la capital norteamericana y en la francesa, donde abraz¨® el exilio en el a?o 1951.
Para un intelectual, el realismo socialista se impon¨ªa como una prueba dif¨ªcil de superar
El revolucionario estaba libre de escr¨²pulos, hasta la delaci¨®n era una virtud
Durante esta d¨¦cada escribi¨® las novelas El poder cambia de manos y El Valle del Issa, as¨ª como los ensayos El pensamiento cautivo, La otra Europa e Infancia europea. Inmediatamente, sus obras y su persona fueron demonizadas en su pa¨ªs natal, en el ¨¢rea comunista y tambi¨¦n sufri¨® amplia incomprensi¨®n por parte de los intelectuales europeos de izquierdas y otros al servicio de los intereses de Mosc¨². ?Qu¨¦ debieron pensar Camus, Sartre o Simone de Beauvoir? ?Lo leyeron? El primero hubiera sido m¨¢s comprensivo que los otros dos, cegados por la "democracia" popular. El autor de Cal¨ªgula y el Mito de S¨ªsifo, desde el a?o 1945, se hab¨ªa comenzado a alejar del Partido Comunista y tambi¨¦n de la pareja de sus antiguos amigos. Sartre abogaba por la revuelta y no dejar¨ªa de radicalizar su pensamiento; mientras que Camus, partiendo de la revuelta, profesaba la moderaci¨®n, la reforma, la mesura con una desesperaci¨®n activa, un humanismo ateo, un esp¨ªritu de fraternidad sin enga?o, la moral de La peste.
Michel Winock cuenta en su extraordinario libro El siglo de los intelectuales que en la revista Les Temps Modernes, menos timorata que Esprit a la hora de evocar los campos de trabajo en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, no se pronunciaba todav¨ªa la palabra gulag. La revista public¨® un texto firmado por Sartre y Merleau-Ponty, Les jours de notre vie, en enero de 1950, en el cual los autores reconoc¨ªan que hab¨ªa campos de concentraci¨®n en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, pero que, aun as¨ª, "la ¨²nica pol¨ªtica sana es la que tiene como objetivo, en la Uni¨®n Sovi¨¦tica y fuera de ella, acabar con la explotaci¨®n y la opresi¨®n, y toda pol¨ªtica que se define contra Rusia y focaliza sobre ella la cr¨ªtica es una absoluci¨®n que se da al mundo capitalista".
Est¨¢ claro que Milosz se convertir¨ªa autom¨¢ticamente en un adversario y El pensamiento cautivo en una obra peligrosa. Peligrosa, sobre todo, porque estaba escrita desde dentro del gulag, no era una imaginaci¨®n o una ficci¨®n. Este libro habla de la realidad desde la verdad y, a la vez, es premonitorio de lo que, a¨²n d¨¦cadas despu¨¦s, fue pasando.
El pensamiento cautivo explica la entrega de los intelectuales, en este caso polacos, pero extensible a todos los otros pueblos comunistas, a la nueva fe del marxismo-leninismo-estalinismo, despu¨¦s de haber abrazado otras ideolog¨ªas, incluso antag¨®nicas. Mislosz hace diferencia entre el marxismo como ideolog¨ªa -no la juzga con desagrado del todo, pues ¨¦l siempre se consider¨® un hombre de izquierdas- y la aplicaci¨®n de la misma por parte de los dictadores sovi¨¦ticos. Al primero que cr¨ªtica Milosz es a ¨¦l mismo por el tiempo -muy breve- en que fue c¨®mplice de su administraci¨®n y propaganda, aunque nunca perteneci¨® al Partido Comunista polaco.
Durante alg¨²n tiempo, frente al nazismo, el antisemitismo y la opresi¨®n fascista, muchos hab¨ªan opuesto el comunismo liberador. Y lo hicieron sin darse cuenta de los muchos males que tra¨ªa consigo. Entre otros, nuevamente la falta de libertad. Si el nacionalsocialismo sojuzg¨® a los alemanes (como dice Karl Jaspers en las palabras introductorias) en su esp¨ªritu, lo mismo hizo el comunismo en la Uni¨®n Sovi¨¦tica y sus pa¨ªses sat¨¦lites. Durante los mismos a?os, el terror se impuso sobre la raz¨®n y ambas ideolog¨ªas se regaron con millones de asesinados. El nazismo fue pronto rechazado, pero no as¨ª el comunismo, respetado y acariciado por tantos intelectuales que, curiosamente, nunca quisieron probarlo viviendo en esos pa¨ªses de la utop¨ªa. Pero, adem¨¢s, para un intelectual, el realismo socialista se impon¨ªa como una prueba dif¨ªcil de superar. No solo era una cuesti¨®n est¨¦tica, pues en el fondo lo que se les ped¨ªa a los creadores es que se adhiriesen de manera total a la ortodoxia filos¨®fica, a la ortodoxia leninista-estalinista. El realismo socialista prohib¨ªa la independencia del escritor y su esp¨ªritu cr¨ªtico.
Milosz se neg¨® a toda complicidad con la tiran¨ªa, se neg¨® a justificar los cr¨ªmenes, se neg¨® a la esterilidad, se neg¨® a la costumbre de la falta de libertad, se neg¨® a las purgas en masa, se neg¨® al estado de terror, a que los hijos delataran a sus padres, se neg¨® a que la tristeza y la falta de esperanza lo invadieran todo. Milosz se neg¨® a las abjuraciones y humillaciones cotidianas, a que el bien y el mal solo pudiera definirse en t¨¦rminos de servicio o perjuicio a los intereses de la revoluci¨®n, a la reeducaci¨®n, a ser un hombre nuevo al servicio del partido. Milosz se neg¨® a repetir la mentira y a ocultar las matanzas y atrocidades llevadas a cabo en nombre de la revoluci¨®n.
Milosz prefiri¨® ser un intelectual a un revolucionario bolchevique. A los intelectuales se les despreciaba porque, aunque irreprochables en el orden te¨®rico, estaban paralizados en la acci¨®n "por una susceptibilidad moral excesiva". El revolucionario estaba libre de escr¨²pulos, hasta la delaci¨®n era una virtud. Milosz no tuvo nunca miedo a la libertad, no tuvo nunca miedo al vac¨ªo, a diferencia de la dial¨¦ctica sovi¨¦tica que dec¨ªa que "en el hombre no hay nada". ?l estaba persuadido de que la libertad lo llenaba todo. Milosz se refiere a un tipo de intelectual que deb¨ªa pertenecer a las masas, ya sea en reg¨ªmenes fascistas o comunistas, y que siempre necesita creer en una nueva fe. Un intelectual ¨²til que se somete a la censura y a los sindicatos editoriales, que teme pensar por s¨ª mismo. De esta manera, se dejaba de pensar y de escribir en otra forma que la necesaria. Milosz pon¨ªa el ejemplo de Ril-ke: "Los poemas de Rilke podr¨¢n ser muy buenos, pero, si lo son, es porque en su tiempo ten¨ªan una raz¨®n de ser. En una democracia popular nunca podr¨ªan publicarse poemas contemplativos como los suyos, no solo porque ser¨ªa dif¨ªcil publicarlos, sino tambi¨¦n porque el impulso que lleva al poeta a escribirlos habr¨ªa sido alterado en su misma ra¨ªz".
C¨¦sar Antonio Molina es escritor y fue ministro de Cultura.
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