Lo latino pelea contra el clich¨¦
El mercado editorial de EE UU margina a los autores que escapan a los lugares comunes del emigrante
Miguel Algar¨ªn, poeta, profesor jubilado y fundador del m¨ªtico Nuyorican Poets Caf¨¦, pide un trago en un garito con pintadas a la altura de su leyenda: "Shut up and drink" (Calla y bebe), "If you puke, you clean" (Si vomitas, limpia). Al rato muestra un libro del puertorrique?o Miguel Pi?ero, amigo de farras, lecturas y aventuras, fallecido en 1988 con el h¨ªgado noqueado tras cuatro d¨¦cadas al l¨ªmite. Guionista, actor, dramaturgo, Pi?ero naci¨® en el gueto latino y lleg¨® a triunfar en los Tonys con una obra de culto sobre la c¨¢rcel, Short eyes, escrita durante su estancia en la de Sing Sing.
-?Y por qu¨¦ estuvo preso Pi?ero?
Algar¨ªn (Santurce, Puerto Rico, 1941) acusa la ignorancia con indisimulada displicencia. "Naci¨® en la c¨¢rcel, no recuerdo un a?o en el que no pasara alguna temporada dentro", aclara.
?scar Hijuelos: "A veces nos dan 'huesitos', pero hay muchos prejuicios"
Pi?ero, que nunca traicion¨® el alma del gueto, y Algar¨ªn fueron motores de los a?os dorados de la movida puertorrique?a en Nueva York, donde ahora reinan los pujantes dominicanos, seg¨²n ese contumaz observador de la ciudad que es el escritor Eduardo Lago, y donde antes y ahora, unos y otros siguen batallando por romper las costuras del gueto. El s¨ªmbolo de aquellos d¨ªas fue, sin duda, el Nuyorican Poets Caf¨¦, abierto en 1975 sobre un antiguo pub irland¨¦s que Algar¨ªn alquil¨® para librarse al fin de todos los artistas que hab¨ªan tomado al asalto su apartamento del East Village. "Lo hice porque quer¨ªa un sitio para poder lavarme y tener algo de vida personal", dice sacudi¨¦ndose el mito de encima. Se convirti¨® en una centrifugadora art¨ªstica, una f¨¢brica cargada con la energ¨ªa de todos aquellos puertorrique?os que, por variadas razones (persecuci¨®n pol¨ªtica, mejora econ¨®mica o libertad sexual), hab¨ªan cambiado su isla natal por Manhattan y quer¨ªan comerse el nuevo mundo. Allen Ginsberg, cliente en cierta ¨¦poca igual que otros popes de la contracultura como Burroughs, lo defini¨® como "el lugar m¨¢s integrador del planeta".
Obligado a rebobinar, Algar¨ªn confiesa que ignora qu¨¦ lo hizo especial "excepto que los que estaban all¨ª quer¨ªan usar la palabra para evitar usar los pu?ales". Con ellos naci¨® el t¨¦rmino nuyorican (puertorrique?o en Nueva York) y tambi¨¦n un rifirrafe constante con los artistas que hab¨ªan dejado junto al Caribe. Como si cada escritor estuviese obligado a escoger isla: Puerto Rico o Manhattan. "Somos como un puente m¨®vil que tiene permanentemente levantados los dos brazos", compara Magali Garc¨ªa Ramis (Santurce, 1946), profesora, periodista y autora de la novela contempor¨¢nea de m¨¢s ¨¦xito en Puerto Rico, Felices d¨ªas, t¨ªo Sergio. "Para los escritores de Puerto Rico casi es m¨¢s f¨¢cil publicar en Espa?a que en EE UU, y tampoco los autores puertorrique?os de Nueva York se venden all¨¢, excepto que alg¨²n profesor se pelee por su obra", explica a pocos metros de la estaci¨®n Grand Central de Nueva York, una ciudad que ama y que deshizo el malentendido en que hab¨ªa vivido cuando lleg¨® para doctorarse. Por muy blanca, educada y biling¨¹e que fuera, no era estadounidense si no puertorrique?a.
Los isle?os no perdonaron durante a?os que sus hermanos abrazasen el ingl¨¦s como lengua literaria. Los nuyorican, por su parte, sent¨ªan sus renovadas ideas desde?adas. Las antolog¨ªas acostumbran a ignorarse rec¨ªprocamente, aunque no ocurre as¨ª con la coordinada por Mayra Santos-Febres y Dar¨ªo ?ngel Carrera, En el ojo del hurac¨¢n, que incluye autores de Nueva York (Charlie V¨¢zquez, Willie Perdomo o Ernesto Qui?onez) y de Puerto Rico (Yolanda Arroyo, Francisco Font o Janette Becerra). Tambi¨¦n el Festival de la Palabra busca que el puente m¨®vil una los brazos: esta edici¨®n arranc¨® en el Viejo San Juan y finaliz¨® en Nueva York.
Cambiar de lengua ayud¨® a los autores emigrados a sobrevivir. "Escribir en espa?ol en Estados Unidos es una forma de suicidio, es no existir. En este pa¨ªs no se traduce", proclama Eduardo Lago, que lleva rastreando el fen¨®meno latino desde hace a?os, mucho antes de asumir la direcci¨®n del Instituto Cervantes, en 2006. Algunos autores hicieron la mudanza en su madurez, como el chicano Rolando Hinojosa-Smith (Texas, 1929). Otros, emigrados desde ni?os, crean en ingl¨¦s con naturalidad. Ahora bien, el idioma no borra el pecado original. David Unger (Ciudad de Guatemala, 1950), profesor de traducci¨®n en el City College de Nueva York y representante de EE UU en la Feria del Libro de Guadalajara, escribi¨® un art¨ªculo titulado C¨®mo publicar cuando no eres un clich¨¦ donde narra las vicisitudes de su primera novela, Vivir en el maldito tr¨®pico (Random House Mondadori), escrita en ingl¨¦s, hasta lograr un hueco en estantes de comunidades latinas. La historia, un thriller pol¨ªtico ambientado en los ochenta en Guatemala, no encaja en lo que el mercado de EE UU ans¨ªa. "Me han dicho que mi nada ex¨®tico nombre tampoco anima a que las ventas sean enormes. Tengo que aceptar el hecho de que soy un autor latinoamericano que escribe en ingl¨¦s y cuyos principales lectores est¨¢n al sur de la frontera aunque viva en EE UU", escribe Unger.
"El peligro de los latinos es que est¨¢n obligados a ser latinos. El mercado quiere historias de emigrantes que descubren el sue?o americano", aclara Lago. Exitoso ejemplo de ello es el de Esmeralda Santiago, que arras¨® con una novela titulada Cuando era puertorrique?a, escrita en ingl¨¦s, con la que logr¨® salvar el puente m¨®vil y convertirse en superventas en Puerto Rico.
No parece que la opini¨®n de Lago sea desacertada, cuando los triunfadores la comparten. ?scar Hijuelos, hijo de cubanos, primer latino en ganar un Pulitzer en 1990 (Los reyes del mambo tocan canciones de amor) afirma: "Los latinos viven en las afueras del mainstream, a veces nos dan huesitos, pero hay much¨ªsimos prejuicios, especialmente en los c¨ªrculos literarios". Los huesitos han sido dos Pulitzer y alg¨²n que otro premio nacional. Pero al colectivo no le basta, a la vista de lo que opina Junot D¨ªaz, de origen dominicano y tambi¨¦n Pulitzer: "Los latinos somos casi invisibles. EE UU parece que solo tiene dos sillas en su mesa: una para blancos y otra para morenos".
Imprescindibles 'nuyorican'
- Jes¨²s Col¨®n escribi¨® sobre Manhattan en Puerto Rican in New York and other sketches (1961).
- Para leer sobre la aventura nuyorican, Por estas calles perversas (1967), de Piri Thomas, antiguo heroin¨®mano que se hizo funcionario de polic¨ªa.
- Edward Rivera public¨® una elogiada ¨²nica novela, Family installments (1982). "No hab¨ªa quien la vendiera: no hablaba de incesto ni de drogas", recuerda Lago.
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