Solo est¨¢ sangrando
Dylan soport¨® la soledad en Minnesota gracias a los trenes que promet¨ªan el futuro y la nostalgia: "Se necesita mucho para re¨ªr, se necesita un tren para llorar".
A los 20 a?os lleg¨® a Nueva York en un vag¨®n de carga para grabar en la compa?¨ªa Columbia. Medio siglo despu¨¦s, el viaje contin¨²a.
De manera l¨®gica, el disco que celebra su conversi¨®n al catolicismo se llama Slow train coming. El desplazamiento ha sido su oraci¨®n.
La primera persona que le recomend¨® la vida n¨®mada fue su abuela, que trabaj¨® en barcos mercantes y fumaba en pipa.
Hijo de un electricista, Dylan provoc¨® cortocircuitos. En el Festival de Newport, catedral del folk, practic¨® la apostas¨ªa: se present¨® ah¨ª con guitarra el¨¦ctrica. Robbie Robertson dijo despu¨¦s: "Nos abucheaban en todas partes. Era una extra?a idea del entretenimiento".
Su ¨ªdolo absoluto, Woody Guthrie, escribi¨® en el estuche de su guitarra: "Esta es una herramienta para matar fascistas". Dylan lo visit¨® en el hospital y jur¨® continuar su legado, pero su protesta ha sido m¨¢s abstracta. No es el reportero sonoro que cubre una huelga, sino el visionario que anuncia desde lo alto de una torre: "El Banco Nacional vende mapas de las carreteras del alma"... "Se excomulga a los vagabundos"... "El dinero no habla, solo blasfema".
La gripe no es una enfermedad sino una condici¨®n del alma. La voz nasal de Dylan expres¨® la emoci¨®n de los acatarrados y autoriz¨® las salidas de tono de miles de cantantes a condici¨®n de que tengan personalidad.
Pocos compositores han sido tan interpretados como ¨¦l. La proliferaci¨®n de versiones regresa al mismo punto de partida, que Columbia convirti¨® en eslogan: "Nadie canta a Dylan como Bob Dylan". Es la excepci¨®n, la corriente art¨ªstica de un malabarista que trabaja con cuchillos y permite que algunos se le encajen. Sus heridas son m¨¢s importantes que sus trucos: "No pasa nada, Ma': solo estoy sangrando".
El cronista del paseo de la Desolaci¨®n canta de manera ¨²nica, pero no siempre del mismo modo. A veces no hay forma de reconocer lo que interpreta. En 1991, cuando recibi¨® el Grammy por trayectoria, la primera guerra del Golfo estaba en curso y toc¨® Masters of war. Greil Marcus, su m¨¢ximo historiador, reconoci¨® el tema cuando terminaba: "La canci¨®n estaba escondida en su propia m¨²sica". Dylan detesta que el p¨²blico coree sus ¨¦xitos.
El m¨¢s ic¨®nico de los profetas vuelve irreconocibles sus mensajes: saca iguanas de su chistera.
En sus canciones amorosas (Just like a woman, It ain't me, Baby blue), Dylan confirma la ense?anza de los trovadores c¨¢taros del siglo XII: la pasi¨®n no correspondida inspira m¨²sica.
Antes de cumplir los 30, recibi¨® un doctorado honoris causa en Princeton y fue descrito como la conciencia moral de una generaci¨®n. Harto de la popularidad, se aisl¨® en Woodstock. Pero no hay ermita?os en la sociedad del espect¨¢culo: los feligreses acamparon fuera de su casa. Se mud¨® a Nueva York y hubo motines frente a su puerta.
Dylan quiso ser o¨ªdo y se transform¨® en mes¨ªas accidental.
Poco a poco, la ¨¦poca desconfi¨® de los m¨²sicos como redentores y los vio como multimillonarios que no siempre controlan sus adicciones. Dylan fue dejado en paz y volvi¨® al camino. Las obras maestras han sido su rutina.
Si hubiera que escoger el Momento Dylan habr¨ªa que regresar a 1965: Like a Rolling Stone no se parec¨ªa a nada y duraba seis minutos, el tiempo ideal para subir a un tren. "No direction home", dec¨ªa la letra. Martin Scorsese usar¨ªa la frase para el documental que narra sus a?os formativos.
La Odisea se narra de distintos modos: Ulises vivi¨® para regresar a ?taca, Dylan para no volver a Duluth.
A los 70 a?os, la mejor habitaci¨®n del peregrino es un autob¨²s.
Juan Villoro es escritor y periodista.
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