Saltarse la insularidad
Hojeaba su pasaporte cuando son¨® el tel¨¦fono. La voz se o¨ªa entrecortada, lejana, pero alcanz¨® a escuchar a un amigo radicado en Canarias que le grit¨®: "?Ya lo sabes? ?Ahora los cubanos podr¨¢n viajar como turistas!". Dos segundos despu¨¦s la llamada se cay¨® y volvi¨® a quedarse con el azulado documento frente a los ojos, repleto de visas para entrar a innumerables pa¨ªses, pero sin un solo permiso para salir del suyo. Con algo de esperanza se encamin¨® rumbo a la oficina de inmigraci¨®n y extranjer¨ªa de su municipio. Ella no es ni inmigrante ni extranjera, pero solo en ese lugar podr¨ªan entregarle el ansiado salvoconducto para saltarse la insularidad.
Los cubanos hemos vivido por d¨¦cadas atrapados en un absurdo migratorio que hace las veces de un muro de Berl¨ªn sin concreto, de una frontera minada sin explosivos. Las limitaciones para traspasar los l¨ªmites nacionales han venido a subrayar lo que un poeta defini¨® con cierta sorna, "la maldita circunstancia del agua por todas partes".
El permiso de salida de Cuba es un m¨¦todo de control ideol¨®gico que obliga a la simulaci¨®n
La semana pasada parec¨ªa que una delgada grieta se abrir¨ªa en tal muralla burocr¨¢tica. El lunes, amaneci¨® en los quioscos de prensa la versi¨®n definitiva de los lineamientos aprobados en el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba. Miles de ojos recorrieron velozmente las promesas de producci¨®n, los pron¨®sticos de transformaciones y los alardes de optimismo, hasta encontrar en medio de tanta hojarasca la pepita de oro de las flexibilizaciones migratorias. Era una frase escueta, pero bast¨® para alimentar los titulares de la prensa extranjera y disparar las llamadas telef¨®nicas, durante al menos 24 horas.
Sin embargo, despu¨¦s de pasado el primer alegr¨®n y releer despacio, quedaban m¨¢s dudas que ilusiones. "Estudiar una pol¨ªtica que facilite a los cubanos residentes en el pa¨ªs viajar al exterior como turistas", se dec¨ªa en el punto 265 del folleto, sin dar detalles de c¨®mo y cu¨¢ndo se implementar¨ªa la esperada reforma. Estamos, b¨¢sicamente, en las mismas.
Todav¨ªa hoy al rellenar el formulario para pedir un permiso de viaje, en la casilla que indica el motivo no podemos apuntar "turismo". Solo vale alegar razones al estilo de que nos aguarda un familiar o que alg¨²n amigo quiere que lo visitemos en su pa¨ªs de residencia. El anfitri¨®n estar¨¢ obligado entonces a tramitar y a pagar alrededor de 200 euros por una invitaci¨®n en el consulado cubano que le quede m¨¢s cerca. Una suculenta industria sin chimeneas, que reporta a nuestras autoridades millones de d¨®lares anuales. Sin esa carta cursada a nuestro nombre, no vale la pena siquiera presentarse en las oficinas donde militares de rostros ce?udos decidir¨¢n. Y solo despu¨¦s de entregar las planillas vienen los d¨ªas de comerse las u?as antes de saber si nos dar¨¢n o no la autorizaci¨®n para entrar en un avi¨®n. Parece ser que ahora con las nuevas reformas se estudia eliminar el primer paso de la "carta de invitaci¨®n" para no depender de que alguien nos espere al otro lado, pero nada se dice de echar abajo el oprobioso permiso de salida, tambi¨¦n conocido como tarjeta blanca.
Un n¨²mero indefinido -pero abultado- de quienes completan esos tr¨¢mites reciben a¨²n una respuesta negativa, aunque ning¨²n tribunal haya fallado tal veredicto. El "delito" cometido consiste en opinar cr¨ªticamente sobre el Gobierno o formar parte de un grupo opositor. En ning¨²n caso se recibe explicaci¨®n alguna, apenas la lac¨®nica frase: "Por el momento, usted no est¨¢ autorizado a salir del pa¨ªs".
Pero no solo los inconformes tienen estas restricciones de movilidad. Quienes se graduaron alguna vez en medicina saben muy bien que aqu¨ª su t¨ªtulo no solo les sirve para salvar vidas sino que funciona como un impedimento para conocer otras latitudes. Centenares de doctores, enfermeras y personal de la salud han visto sus familias separadas, a sus hijos partir al exilio, mientras ellos aguardan por el benepl¨¢cito del Gobierno para reencontrarse con los suyos. Algunos esperan tres, cinco a?os, una d¨¦cada. Otros nunca lo logran.
La lista negra de los que no pueden cruzar al otro lado del mar es larga, aunque jam¨¢s ha sido publicada. Parte de la m¨¢scara de conformismo que los cubanos se cuelgan frente al ojo escrutador del Estado, tiene como objetivo alcanzar el preciado sue?o de traspasar las fronteras nacionales. El permiso de salida se convierte as¨ª en un m¨¦todo de control ideol¨®gico que obliga a la simulaci¨®n.
Por eso cuando ella escuch¨® al otro lado de la l¨ªnea que el bander¨ªn se hab¨ªa levantado, se fue corriendo a la oficina de inmigraci¨®n y extranjer¨ªa. Mostr¨® el pasaporte con el escudo de la palma solitaria y varias visas multicolores estampadas. Con ¨¦l en la mano invoc¨® lo aparecido en los Lineamientos y un capit¨¢n de mirada severa la mir¨® desde las sandalias a la frente. "Prueba irte al aeropuerto y tomar un vuelo sin el permiso de salida. ?A ver si puedes?", la ret¨® delante de todos. Y entonces supo que nada hab¨ªa cambiado. Aunque los titulares de la prensa extranjera, el amigo que la llam¨® y sus propios deseos la empujaran a creer que s¨ª.
Yoani S¨¢nchez, periodista cubana y autora del blog Generaci¨®n Y, fue galardonada en 2008 con el Premio Ortega y Gasset de Periodismo. ? Yoani S¨¢nchez / bgagency-Mil¨¢n.
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