Arsenio y la cruda humanidad
Muchos de los chicos que el s¨¢bado por la noche derramaban l¨¢grimas en Riazor no tienen edad para recordar que hubo un tiempo en que el Deportivo era m¨¢s un equipo de Segunda que de Primera. Para bastantes de ellos incluso el penalti de Djukic es apenas una deste?ida imagen infantil. Esa muchachada que, ya rebasada la medianoche, se resisti¨® a abandonar el estadio y sigui¨® aclamando a los derrotados, que vagaban sin rumbo por el c¨¦sped, se libr¨® al menos de los dolorosos pinchazos en la memoria que sufrieron los aficionados de m¨¢s edad. Esos que ya hab¨ªan visto otras veces la misma tragedia que se escenific¨® el s¨¢bado. Los que todav¨ªa pueden recordar, por ejemplo, aquel partido contra el Rayo Vallecano en 1983, cuando el Depor no necesitaba m¨¢s que un empate en casa para retornar a Primera despu¨¦s de 10 a?os de ausencia y cay¨® derrotado tras fallar una monta?a de ocasiones. Ese mismo partido del pasado s¨¢bado se ha repetido muchas veces en la historia del deportivismo, aquejado durante d¨¦cadas por un estigma fatalista contra el que Lendoiro se propuso luchar desde el primer d¨ªa. Y logr¨® vencerlo. Pero ahora ha vuelto: el descenso es un reencuentro del Depor con su olvidada historia de infortunios.
La entidad necesita m¨¢s ayuda que el voluntarismo y la obstinaci¨®n de su presidente
Cierto que los aficionados de mayor edad tambi¨¦n tienen la perspectiva suficiente para pensar que cuando su equipo logr¨® el ¨²ltimo ascenso, tras 18 a?os en Segunda y Tercera, ni un solo deportivista pod¨ªa siquiera so?ar que tardar¨ªa dos d¨¦cadas en volver a caer. Y ni en la m¨¢s delirante de las alucinaciones a nadie se le habr¨ªa ocurrido pensar que en ese tiempo el Deportivo ganar¨ªa una Liga y dos Copas o tumbar¨ªa a grandes de Europa como el Manchester United y el Milan. En estos 20 a?os gloriosos para A Coru?a, han bajado a Segunda equipos como el Atl¨¦tico, el Betis, la Real Sociedad, el Zaragoza y el Celta. El Depor, que al fin y al cabo representa a una ciudad de 250.000 habitantes, no ten¨ªa por qu¨¦ ser inmune a un accidente como este. Y el riesgo se ve¨ªa venir desde hace tiempo.
El descenso es la consecuencia casi inevitable de la paulatina descapitalizaci¨®n econ¨®mica y futbol¨ªstica del club. El Deportivo ha vivido casi un lustro asediado por deudas y embargos, sin dinero siquiera para fichar un delantero centro en condiciones. Llevaba demasiado tiempo desafiando la ley de la gravedad y alguna vez ten¨ªa que caer. La fantas¨ªa del Depor que se col¨® entre los grandes se hab¨ªa fraguado en la ¨¦poca en que el dinero de las televisiones infl¨® la burbuja del f¨²tbol. Un presidente astuto, con amor al juego y arriesgado hasta lo temerario logr¨® sacar el mayor partido posible a esas circunstancias. Hasta que la burbuja se pinch¨®. Y Lendoiro se qued¨® solo. Su estilo personalista y el oscurantismo en la gesti¨®n del club le granjearon enemigos. Y, adem¨¢s, siempre fue un tipo inc¨®modo para los poderosos. La ¨¦lite pol¨ªtica, financiera y medi¨¢tica de la ciudad le considera un advenedizo y se lo ha hecho pagar cuando llegaron los malos tiempos.
Todo el mundo en A Coru?a sabe que esto no es un simple descenso. El Deportivo se mete en una situaci¨®n en la que su propia supervivencia est¨¢ en juego. Vuelve al lugar donde ha pasado la mayor parte de su historia sumido en un agujero gigantesco. No va a empezar de cero, va a empezar de menos diez. Lendoiro ya ha demostrado muchas veces que no es de los que se rinden con facilidad. Pero resulta dudoso que est¨¦ en condiciones de cruzar este desierto en soledad. El club necesita m¨¢s ayuda para sobrevivir que el voluntarismo y la obstinaci¨®n de su presidente. Aunque solo sea para no defraudar a esa gente admirable que, como ya pas¨® con Djukic, se qued¨® en el estadio para aclamar generosamente a los vencidos.
Hubo un tiempo en que el Deportivo cultiv¨® tanto la est¨¦tica del ca¨ªdo que hasta el viejo Arsenio lleg¨® a proclamar: "La derrota es m¨¢s humana". Ahora, tras dos d¨¦cadas en el cielo, se enfrenta de nuevo a su cruda humanidad.
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