Bengasi se despierta entre explosiones
Sometida a un estado de movilizaci¨®n, la capital de los rebeldes respira un aire festivo - La actividad econ¨®mica est¨¢ paralizada y las clases se han suspendido
Las explosiones de los ejercicios de artiller¨ªa sacuden Bengasi cada ma?ana. Un despertar muy apropiado para la capital de la rebeli¨®n libia, que vive por y para la guerra contra Muamar el Gadafi. Las clases se han suspendido. El cine y el f¨²tbol han quedado proscritos. La econom¨ªa est¨¢ paralizada. Hay cortes de electricidad cuatro horas al d¨ªa. Los j¨®venes se pasean armados y miles de voluntarios se entrenan para ir al frente. Y, sin embargo, nunca en la ciudad se hab¨ªa respirado tanto optimismo.
"No vamos a bajar la guardia hasta que caiga el r¨¦gimen", dice el dentista Motaz Osman, que en cuanto cierra su consulta acude a la Mahkama, la plaza de los tribunales, el coraz¨®n de la rebeli¨®n que estall¨® el 17 de febrero. Miles de hombres se concentran cada atardecer en esta explanada, pegada al puerto, para rezar y escuchar por megafon¨ªa arengas que se prolongan hasta bien entrada la medianoche.
"Poder expresarse es una sensaci¨®n incre¨ªble", explica un profesor
Resguardada por controles y barricadas, la plaza se ha convertido en un espacio abigarrado donde conviven jaimas, puestos de souvenirs revolucionarios, viejos tresillos, dos tanques sovi¨¦ticos que sirven de columpio y varios futbolines. Aqu¨ª se expanden los rumores y se comentan las noticias de los frentes rebeldes en Ajdabiya o Misrata, que avanzan cuando los ataques de la OTAN les despejan el terreno.
Las banderas de los pa¨ªses de la coalici¨®n ondean junto a la ense?a roja, negra y verde de la nueva Libia. Francia ocupa un lugar preferente. Esta ciudad de un mill¨®n de habitantes nunca olvidar¨¢ c¨®mo, la noche del 19 de marzo, la aviaci¨®n francesa la salv¨® in extremis de una destrucci¨®n segura a manos de las tropas de Gadafi. Sarkozy es un h¨¦roe para los bengas¨ªes, que saludan con efusi¨®n a los extranjeros, frenan en seco para dejarlos cruzar y les pagan a menudo los caf¨¦s.
"Es estupendo que de repente haya tantos colores. Antes solo se ve¨ªa la bandera verde de Gadafi", dice Osman. Adem¨¢s de bandera e himno -retomados de la etapa pregadafista-, Bengasi tambi¨¦n estrena pintadas: sus muros se han cubierto de grafitis y caricaturas del Gu¨ªa de la Naci¨®n, con sus gafas de sol y sus pelos de loco.
Otra novedad no tan festiva es la presencia constante de armas en las calles. Muchos j¨®venes alardean de sus Kal¨¢shnikov o FAL belgas. "Los imanes les dicen que no disparen al aire, pero no hacen caso", se lamenta Fahmi. En la medina, los ni?os juegan con reproducciones caseras de los fusiles de los mayores.
A pesar de la guerra, Bengasi va recuperando el pulso. Cuadrillas de voluntarios intentan adecentar las calles, con m¨¢s ilusi¨®n que resultados. Desde que se marcharon los inmigrantes subsaharianos que recog¨ªan la basura, la ciudad se ha convertido en un enorme estercolero.
La huida de la mano de obra extranjera se nota especialmente en la agricultura y la pesca. "Todo est¨¢ m¨¢s caro", se queja Salwa, que hace la compra en el mercado de Arwesat. "La leche, las verduras... Las naranjas valen 2,5 dinares, cuatro veces m¨¢s que antes. Y son mucho peores que las de Tr¨ªpoli". "Es que son de Egipto", explica Mohamed, el tendero. "Todo viene ahora de ah¨ª. Nosotros hacemos lo que podemos para mantener el negocio y no subir los precios en exceso, porque la gente est¨¢ pasando apuros".
Los funcionarios han podido cobrar hasta ahora sus sueldos gracias a las reservas del Banco Central en Bengasi, pero muchos empleados del sector privado llevan tres meses sin salario. Lo que s¨ª ha bajado, por cortes¨ªa de las autoridades rebeldes, es la gasolina, que cuesta el equivalente a ocho c¨¦ntimos de euro el litro. Han vuelto los atascos, los sem¨¢foros eternos que nadie respeta y los puestos de buen expreso, legado impagable de la metr¨®poli italiana. Por encima de las diferencias tribales y sociales, los bengas¨ªes comparten la pasi¨®n por el caf¨¦, el f¨²tbol y los ambientadores para los coches.
Poco a poco se restablecen, incluso, las comunicaciones. Nada m¨¢s estallar la revuelta, Gadafi dej¨® a la regi¨®n oriental de la Cirenaica sin tel¨¦fono ni Internet. Hoy solo funciona una compa?¨ªa de m¨®viles, de cobertura local, que ofrece un servicio gratuito. La red fija est¨¢ muerta. Bengasi se mantiene conectada con el exterior gracias a los sat¨¦lites.
Aprovechando la coyuntura, Hani ha convertido su tienda de ordenadores en un rentable negocio de Internet v¨ªa sat¨¦lite. Cada noche, decenas de personas armadas con sus port¨¢tiles se agolpan en su local, en el barrio de Kish. Sentadas en la acera, o incluso en sus coches, chatean, mandan mensajes o buscan noticias de Libia.
"Es una sensaci¨®n incre¨ªble, poder expresarte sin temor a que alguien te pueda denunciar", explica Mohamed Bushaalal, profesor de franc¨¦s en la Universidad de Gar Yunis, mientras se asoma a Facebook sentado en la calle. "La crispaci¨®n y el miedo se han terminado".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.