15-M
Si hay algo que me ha sorprendido del movimiento del 15-M es que tardara tanto en salir a la luz p¨²blica. El deterioro de la calidad democr¨¢tica producida en Espa?a en estos ¨²ltimos lustros ha sido de tal magnitud y afecta a tantos ¨¢mbitos de la vida pol¨ªtica y social, incluyendo a los partidos, la judicatura, los medios de comunicaci¨®n, y hasta a los mism¨ªsimos (e irresponsables) dirigentes del sistema financiero, que era inevitable que, en alg¨²n momento del proceso, eso que llamamos la gente corriente se decidiera a abandonar su resignada existencia y se lanzara a la calle para decir basta.
Pero el que crea que el 15-M es una an¨¦cdota pasajera fruto de las dif¨ªciles circunstancias econ¨®micas, se equivoca. Las ra¨ªces del descontento ciudadano, de manera consciente o inconsciente, son m¨¢s profundas y se extienden mucho m¨¢s all¨¢ de la econom¨ªa o del espacio p¨²blico ocupado hasta ahora con cierta comodidad por los diversos partidos que representan las posiciones ideol¨®gicas tradicionales.
Son las condiciones mismas en las que se sustenta el sistema democr¨¢tico en su conjunto las que est¨¢n en la base misma de las reivindicaciones de los indignados. Reaccionan ante la percepci¨®n generalizada de que la "clase pol¨ªtica" espa?ola no parece disponer ya de mecanismos solventes y eficaces para garantizar el buen gobierno de las instituciones, asegurar la capacidad y competencia de los dirigentes pol¨ªticos en la resoluci¨®n de sus problemas, o repartir con equidad las cargas de la crisis cuando las cosas vienen mal dadas.
Nos habla de partidos cerrados en s¨ª mismos, de administraciones ineficientes, del deterioro de los servicios, de corrupci¨®n, de macrocefalia institucional, del despilfarro, de manipulaci¨®n de televisiones p¨²blicas, de lentitud de la justicia, y hasta del desprecio manifiesto a los emprendedores y a quienes se toman en serio su trabajo.
No, los que alzan ingeniosas pancartas en las plazas y discuten hasta el amanecer no son antisistema, ni est¨¢n en contra de la democracia. M¨¢s bien todo lo contrario. Lo que demandan es una mejora radical de la calidad de los materiales pol¨ªticos con los que la democracia espa?ola est¨¢ construida. Pretenden evitar que lo que debiera ser el noble arte de la pol¨ªtica, se convierta, como viene ocurriendo desde hace tiempo, en una enorme coreograf¨ªa de desprop¨®sitos y frivolidades sin fin.
La explicaci¨®n del vuelco electoral del domingo hay que buscarla, fundamentalmente, en la magnitud de la crisis econ¨®mica y en el inter¨¦s de muchos ciudadanos por comprobar en la pr¨¢ctica si es verdad eso de que, a la postre, la culpa de todo la tiene Zapatero. Pero la debacle de la socialdemocracia espa?ola no puede entenderse si no es por causas de car¨¢cter estrictamente pol¨ªtico. Lo crean o no sus militantes, en el movimiento del 15-M se encuentran, expl¨ªcitas o agazapadas, la mayor¨ªa de las respuestas que el PSOE necesita para regenerarse a s¨ª mismo, y, de paso, intentar regenerar la vida democr¨¢tica de este pa¨ªs. Cualquier otro camino les conducir¨¢ inevitablemente a la melancol¨ªa. Al tiempo.
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