Erupci¨®n volc¨¢nica
Michel Camilo y Tomatito son dos fuerzas incontroladas de la naturaleza. Les sobra t¨¦cnica y sentimiento. Cuando entran en erupci¨®n son capaces de las mejores y m¨¢s incre¨ªbles cosas, pero tambi¨¦n pueden dejarse llevar por el arrebato del momento y construir inmensos y vacuos fuegos de artificio. Es imposible saber d¨®nde o c¨®mo brota esa chispa que consigue darle vuelta a todo y pasar de la rutina a la genialidad. El pasado viernes, en el Palau barcelon¨¦s, esa chispa apareci¨® casi de inmediato, prendi¨® la mecha y el escenario salt¨® por los aires.
Tomatito y Camilo regresaban al lugar de su primera cita: su primer encuentro musical tuvo lugar en ese mismo escenario en el oto?o de 1997. Ha llovido mucho y, tanto uno como otro, han ido demostrando ampliamente su versatilidad. La guitarra del almeriense y el piano del dominicano se han reunido desde entonces en centenares de ocasiones, grabando discos de gran impacto popular. Podr¨ªa pensarse que ya se lo tienen todo dicho, pero debe de ser verdad eso de que, incluso en las mejores parejas, siempre queda una palabra nueva capaz de abrir horizontes inesperados.
MICHEL CAMILO Y TOMATITO
Palau de la M¨²sica, 20 de mayo
El d¨²o regresaba, como los criminales de las pel¨ªculas de serie B, al lugar de los hechos sin nada nuevo entre las manos. Sobre el papel se trataba de una actuaci¨®n m¨¢s, pero sin duda ese regreso al entarimado de sus primeros flirteos musicales ejerci¨® como revulsivo, el Palau se convirti¨® en esa chispa m¨¢gica que desat¨® una erupci¨®n volc¨¢nica.
Musicalmente no se esperaban sorpresas, pero la sorpresa estuvo precisamente en esa aparente falta de novedad, en ver c¨®mo eran capaces de reconstruir el mismo edificio convirti¨¦ndolo en algo nuevo. Del flamenco jondo al bolero, de Rodrigo a Piazzolla, fueron tejiendo un bello entramado repleto de luces y sugerencias que desemboc¨®, no pod¨ªa ser de otra manera, en una plet¨®rica versi¨®n del eterno Spain, de Chick Corea, que levant¨® al p¨²blico en pie.
El previsible m¨¢s de lo mismo se hab¨ªa diluido ya en los primeros temas y el concierto fue creciendo en intensidad a medida que los dos m¨²sicos se calentaban rodeados de las penetrantes miradas de piedra de las estatuas del escenario, que durante gran parte del concierto estuvieron iluminadas en un rojo casi sat¨¢nico. Camilo y Tomatito derrocharon virtuosismo, l¨®gico, pero tambi¨¦n supieron controlar sus arrebatos para que el r¨ªo nunca se desbordara. Repartieron complicidad y m¨²sica, mucha m¨²sica, de una belleza incuestionable.
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