Un fogonazo de luz
Seiscientas ciudades del mundo exigen una mejor calidad de sus democracias emulando lo que ya se conoce en todo el planeta como Spanish Revolution. Camin¨¢bamos a oscuras y alguien encendi¨® la luz.
Lo que ha ocurrido estos d¨ªas en Valencia, en Sol y en otros doscientos lugares de Espa?a, es ya ¨¦pico, figura enmarcado con la orla de la leyenda, y sin embargo, y esto ha sido lo maravilloso, no hemos necesitado para experimentarlo m¨¢s que plantarnos en uno de los escenarios de nuestra vida cotidiana, la misma plaza en la que cogemos un autob¨²s, entramos en un cine o temblamos ante un banco. Pero, ah, amigo, en esa plaza, estos d¨ªas han ocurrido prodigios que no olvidaremos mientras vivamos.
All¨ª hemos visto a padres e hijos perderse en la misma asamblea y so?ar con elecciones en las que un corrupto no figurar¨¢ en una lista, con Estados que aliviar¨¢n nuestra hipoteca hasta el final, con Gobiernos que har¨¢n pagar a los bancos sus plusval¨ªas, con entidades de cr¨¦dito obligadas a comerse su usura, con pol¨ªticos revocables y al servicio de quienes les votan. All¨ª hemos visto a rastas, oficinistas, enfermeras, amas de casa, repartidores y almacenistas debatir, sin pesta?ear, sobre la democracia directa, el turno rotatorio, la pr¨®xima decisi¨®n, la pr¨®xima asamblea. All¨ª hemos asistido al aplauso un¨¢nime hacia un viejo luchador que con l¨¢grimas en los ojos volv¨ªa a reclamar una sociedad en la que el hombre no fuera un esclavo para el hombre.
Y esto era lo incre¨ªble, que el peludo con perro aplaud¨ªa al anciano y que, despu¨¦s, el jubilado aplaud¨ªa al rastafari porque si un m¨¦rito han tenido los mentores de esta rebeld¨ªa es el de haber aunado utop¨ªa y realismo, el de haber lanzado propuestas no excluyentes, sino integradoras, respetuosas con los matices y buscando el consenso.
Durante varios d¨ªas, un horizonte nuevo, una esperanza de cambio radical se ha extendido por nuestras plazas y nuestras conciencias. Podemos sentirnos afortunados por este regalo que nos hemos dado a nosotros mismos. Aunque el sue?o finalizara ahora, ya habr¨ªa sido bello y jubiloso y sus blogueros e impulsores podr¨ªan considerarse satisfechos. Pero continuar¨¢, porque ellos ahora somos muchos, porque la indignaci¨®n inicial recorre de pronto nuestras venas en forma de gl¨®bulos positivos, porque un mundo nuevo crece desde muchos corazones y ciudades al un¨ªsono. Y porque alguien encendi¨® la luz en el momento justo y ahora nos sobra energ¨ªa para seguir iluminados.
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