Olvidos
El Festival de Cannes est¨¢ casi siempre tan ocupado en mirar escotes, retransmitir subidas de escalinatas y reconducir las gamberradas dial¨¦cticas de sus genios habituales, que apenas le queda tiempo para el cine. En Espa?a ha pasado con indiferencia el premio a la mejor fotograf¨ªa para la ¨²ltima pel¨ªcula de Pedro Almod¨®var. Pero el reconocimiento del talento de Jos¨¦ Luis Alcaine es una gozosa oportunidad para alegrarse. Poca gente habr¨¢ en el cine espa?ol m¨¢s influyente, admirada y respetada a lo largo de d¨¦cadas de oficio. Alcaine, adem¨¢s, tiene la inusual calidad de ser un t¨¦cnico que mira el cine en toda su amplitud, como lenguaje, expresi¨®n, influencia y rasgo cultural. Es divertido, culto, reflexivo y generoso. Lo mejor de ¨¦l no es su talento para iluminar cualquier escena con matices y profundidad, sino que es capaz de iluminar una conversaci¨®n o un encuentro casual. Es uno de los honoris causa de una profesi¨®n que anda baja de autoestima y m¨¢s baja a¨²n de estima ajena, pese a gente como ¨¦l.
Y mientras se celebraba el festival, muri¨® Leonard Kastle, director de cine cuya necrol¨®gica puede que haya quedado traspapelada en la morgue de los cad¨¢veres sin reclamar. Pero su pel¨ªcula de 1970 Los asesinos de la luna de miel quedar¨¢ siempre como uno de los m¨¢s turbadores retratos de la violencia humana. Puesta en pie como reacci¨®n algo indignada al glamuroso revival de Bonnie & Clyde, reivindicaba lo feo y grosero del alma criminal, dejando constancia de que el delito es, salvo contadas excepciones, expresi¨®n de la mediocridad, el rencor y la zafiedad cotidiana.
En una ficci¨®n invadida por muertos an¨®nimos, violencias indoloras y vilezas esteticistas, con el asesinato presentado en una postal favorecedora, sus dos crueles corazones solitarios son m¨¢s imprescindibles y actuales que nunca. Imitado hasta la arcada, Kastle solo rod¨® y escribi¨® esa pel¨ªcula, poco bot¨ªn para su talento. Se hizo cargo del rodaje tras el despido, por lento, de un jovenc¨ªsimo Scorsese. Ser¨ªa una l¨¢stima que su inc¨®moda joya quedara sepultada por tanta muerte impostada, tanta violencia de pega, y no se rescatara, al menos en los d¨ªas de su luto, para fastidiar la pl¨¢cida programaci¨®n habitual.
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