Llull marca diferencias

Con una faena aseada y Llull en su mejor versi¨®n de la temporada, el Madrid tom¨® ventaja sin pasar m¨¢s apuros de los necesarios. Siempre apoyado en una efectiva defensa, en la que colabor¨® cierta precipitaci¨®n en las acciones del Bilbao, lider¨® el debate en la mayor parte de su desarrollo tanto en el marcador como en el dominio del juego. Y las pocas veces que se atranc¨® lleg¨® Llull con su inagotable energ¨ªa para sacarle del atolladero, bien secundado por Tomic, imparable cuando recib¨ªa el bal¨®n en buenas condiciones cerca del aro, y por los chispazos de Tucker, que, cuando pilla racha, hace mucho da?o. Sin ser mucho, result¨® demasiado para un equipo bilba¨ªno demasiado timorato, en el que tuvo mayor influencia la secci¨®n an¨¢rquica representada por Jackson o Vasileiadis que formas m¨¢s sensatas de jugar representadas por Mumbr¨² o Banic.

Como estaba anunciado, ambos equipos propusieron un encuentro muy f¨ªsico, sobre todo en lo que se refiere a la defensa de sus intereses m¨¢s que en atacar los ajenos. Los intentos de circulaci¨®n no ya del bal¨®n, sino de los jugadores, eran constantemente dificultados por pantallas humanas, convirtiendo las zonas en lo m¨¢s parecido a una pista de autos de choque. En el l¨ªmite de lo permisible y a veces super¨¢ndolo, hac¨ªa falta fuerza y talento para poder sumar.

Con poco espacio y menos tiempo para resolver, los errores superaban a los aciertos, aunque, pasados los minutos de tanteo, el Madrid encontr¨® a Tomic y Llull estir¨® las piernas para tomar la primera ventaja significativa al final del segundo cuarto (37-29). La zona dispuesta por el Bilbao no hab¨ªa resuelto ni los problemas interiores ni evit¨® los exteriores y poco despu¨¦s el Madrid dispuso de la primera oportunidad para romper el partido despu¨¦s de dos triples de Tucker y Llull (55-43, a dos minutos del final del tercer cuarto). Pero no es amigo el Madrid de dar carpetazo a la primera y parece que su entrenador tampoco, pues sent¨® a Llull.

El cuadro bilba¨ªno decidi¨® buscar algo m¨¢s el juego asociativo que la soluci¨®n individual y varios dos contra dos le volvieron a poner en el partido (61-59, a seis minutos del final). Fue un espejismo que aclararon otra vez Tucker y Llull. Sin grandes estridencias, salvo las explosiones del menorqu¨ªn, el partido se fue apagando. No era el d¨ªa para una sorpresa. Y menos con un jugador volc¨¢n como Llull en erupci¨®n.