?Los ateos reflejan mejor la idea de Dios?
Vivo en Brasil, donde el ate¨ªsmo es un se?or desconocido. Aqu¨ª creen hasta las piedras. Y se cree en todo. La religiosidad impregna la vida. No conozco un solo personaje importante del mundo de la cultura, del arte y hasta de la ciencia que se declare ateo. Pero soy espa?ol, aunque me siento ciudadano del mundo despu¨¦s de haber pasado dos tercios de mi vida correteando por el planeta. Y conozco las pasiones del coraz¨®n ib¨¦rico amante del ¨¢ngulo, al contrario, por ejemplo, de los italianos y brasile?os que privilegian la l¨ªnea curva, m¨¢s femenina. El espa?ol es duro como el acero y no ama las medias tintas. El legendario pol¨ªtico Andreotti sol¨ªa decir que, por ejemplo, a la pol¨ªtica espa?ola le "faltaba finezza", aunque quiz¨¢s a la italiana le sobre hoy superficialidad.
Dejar que los ateos se manifiesten en la calle es un acto de libertad, como que lo hagan los religiosos
Con esto quiero decir que no me extra?a que haya nacido en Espa?a la ocurrencia de hacer procesiones de ateos durante la pasada Semana Santa. ?Prohibirlas? ?Por qu¨¦? Si me permiten una santa provocaci¨®n dir¨ªa que pocas cosas hay menos religiosas y m¨¢s paganas que ciertos excesos de devoci¨®n de algunas procesiones llamadas religiosas. Nada m¨¢s lejano, con sus lujos y lustres, de aquella procesi¨®n del Evangelio cuando la gente sal¨ªa con ramos de olivo y hojas de palmera a aclamar al profeta maldito que caminaba en un asno, hacia Jerusal¨¦n, el templo del poder jud¨ªo, en busca de la muerte en la cruz por subversivo religioso, m¨¢s que pol¨ªtico. Quer¨ªa destruir el templo. Una blasfemia.
Es conocido el adagio: "Soy ateo por la gracia de Dios". El gran ateo Saramago escribi¨® antes de morir: "Mi obra no tendr¨ªa sentido sin Dios". El ateo, al intentar negar la existencia o la necesidad de Dios, en realidad la est¨¢ defendiendo. Nadie ataca algo que no existe. ?Se imaginan una procesi¨®n contra los fantasmas o los marcianos?
Existe hasta una teolog¨ªa moderna del ate¨ªsmo. La Iglesia lleg¨® a defender en el Concilio Vaticano II, que el origen del ate¨ªsmo, as¨ª como del comunismo ateo, fueron culpa del desarraigo del mundo religioso de los verdaderos problemas del ser humano, sobre todo de los m¨¢s miserables, abandonados en la cuneta de la vida.
No existir¨ªa el ate¨ªsmo sin Dios, por parad¨®jico que pueda parecer. Una procesi¨®n de ateos puede ser vista como una demostraci¨®n de que Dios es algo importante que vale la pena combatir. Deber¨ªan ser los creyentes los que menos se deber¨ªan escandalizar de que los ateos demuestren su "fe".
Los agn¨®sticos son m¨¢s convincentes. Ellos reconocen que "no saben" (del verbo latino conocer) si existe o no Dios. En ese sentido todo cristiano deber¨ªa ser un poco agn¨®stico, ya que dif¨ªcilmente nadie podr¨¢ probar, si no es por la fe, que Dios existe. Los mayores santos lucharon contra sus dudas de fe. El mismo Jes¨²s, dud¨® mientras expiraba en la cruz: "?Por qu¨¦ me has abandonado?", como diciendo: "?Y si no fuera verdad que T¨², Dios, existes?". No entend¨ªa que un Dios Padre pudiera abandonar a su hijo. Como no lo entendieron los millones de jud¨ªos que murieron en los campos de concentraci¨®n bajo las garras nazis. Como no lo entienden las caravanas del dolor del mundo: los emigrantes de la miseria, los refugiados de todas las guerras, los condenados a la miseria eterna.
Creer o no creer es algo tan personal como so?ar, vivir o morir. Dejemos a los creyentes so?ar y disfrutar con su Dios y dejemos a los ateos que tengan la libertad de luchar contra Dios, que generalmente es m¨¢s contra la falsa imagen que de ¨¦l han creado los creyentes, que no contra ¨¦l mismo. Si existe un Dios, lo m¨ªnimo que puede haber regalado al hombre es su libertad, mientras no da?e al pr¨®jimo. Y si no existe, tampoco existe mayor Dios laico que la libertad que no deber¨ªa ser negada a nadie, y menos en el seno de una democracia.
Yo no soy ateo, simplemente porque no s¨¦ si Dios existe o no, por ello me ser¨ªa dif¨ªcil combatirlo. Me basta saber que existe mi pr¨®jimo y que ¨¦l, como yo, tiene todo el derecho de manifestar p¨²blica y privadamente tanto su fe como su no fe, su ate¨ªsmo.
En la Universidad Gregoriana de Roma, donde me licenci¨¦ de joven en Filosof¨ªa y Teolog¨ªa, nos sol¨ªan decir que "no existe mayor acto p¨²blico de fe que la blasfemia". Nunca se me olvid¨®. No he visto a nadie blasfemar contra las brujas, aunque a lo mejor hasta existen.
Hoy rebulle en el mundo a¨²n no democr¨¢tico, el de las no libertades, un clamor de b¨²squeda de democracia, de libertad de expresi¨®n y de conciencia, pol¨ªtica y religiosa. La paz ser¨¢ solo fruto de la libertad. Las dictaduras llevan en su vientre el germen de la guerra.
Dejar que los ateos se manifiesten en la calle es un acto de libertad como lo es el que lo hagan los religiosos. Toda prohibici¨®n lleva en su entra?a escondida la v¨ªbora de la intransigencia y de la cobard¨ªa.
Los j¨®venes -como estamos viendo en los pa¨ªses ¨¢rabes y africanos y ahora mismo en las calles y plazas de Europa- son los m¨¢s sensibles a las ansias de libertad. Y la libertad conlleva en s¨ª todos los riesgos. La libertad religiosa tiene que hacer las cuentas tambi¨¦n -para ser aut¨¦ntica y leal- con la libertad de los ateos de manifestar su no a Dios. Lo contrario es fascismo, es dogmatismo y absolutismo. Y todos los ismos desembocan fatalmente en las inquisiciones, laicas o religiosas.
Nunca la Iglesia fue m¨¢s atea que cuando quemaba en las hogueras a los que no compart¨ªan su fe.
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