La premonici¨®n del mito Senna
Aquellos besos fueron prof¨¦ticamente macabros. En diciembre de 1988, la televisi¨®n brasile?a emit¨ªa un programa navide?o especial de la actriz Xuxa. El invitado era el piloto de f¨®rmula 1 Ayrton Senna, con el que manten¨ªa una relaci¨®n sentimental. Tras presentarle, y despu¨¦s de compartir confidencias y deseos al o¨ªdo en prime time, Xuxa le dese¨® una Feliz Navidad y un pr¨®spero a?o nuevo. Con la emoci¨®n, la presentadora le llen¨® la cara de carm¨ªn. A raz¨®n de un beso por a?o: "Feliz 1990, feliz 1991, feliz 1992, feliz 1993...". Y ah¨ª se detuvo.
Ayrton Senna falleci¨® el 1 de mayo de 1994, en un accidente durante el Gran Premio de San Marino, en el circuito de Imola. La curva de Tamburello fue el final de un mito, de un brasile?o convertido en icono mundial. Senna, un documental que gan¨® el Premio del P¨²blico en Sundance y que ha llegado a los cines espa?oles este fin de semana, recorre la trayectoria del piloto brasile?o. La cinta, dirigida por el brit¨¢nico Asif Kapadia, deja entrever c¨®mo la fatalidad rondaba la existencia de Senna.
Bajo la lluvia de M¨®naco, Senna iba segundo. Se dio la orden de parar la carrera. Pero no hizo caso. Adelant¨® a Prost y empez¨® la enemistad
"No soy inmortal, s¨¦ que corro un peligro constante. Pero no voy a renunciar a mi pasi¨®n. Por mucho miedo que tuviera. Es mi vida"
Hijo de una familia de clase media, Ayrton era el segundo de tres hermanos. Siempre quiso ser piloto. Con cuatro a?os ya estaba al volante de un kart. "Quer¨ªa correr, y por eso prestaba atenci¨®n en el colegio, para que los deberes no le quitaran tiempo", afirmaba Do?a Neyde, su madre, a la que prometi¨® que dejar¨ªa la f¨®rmula 1 cuando ganara un mundial. Minti¨®: Fue tres veces campe¨®n. Antes de enga?ar a su madre, y tras asombrar a todos sus vecinos y ganar en carreras locales, lleg¨® la oportunidad de correr en Europa. Fue en 1978, en el Campeonato del Mundo de Karting. "Aquello era pura carrera, no hab¨ªa pol¨ªtica ni dinero. Era correr de verdad", sol¨ªa decir Senna cuando rememoraba sus inicios. De aquella ¨¦poca le qued¨® la destreza para conducir con lluvia. Tras perder una carrera de karts bajo el agua, dedic¨® varios d¨ªas a entrenar en esas condiciones.
Centrado en el aprendizaje, pas¨® tres a?os en Inglaterra y, en 1984, entr¨® en la f¨®rmula 1. Fue en el equipo Toleman, algo as¨ª como el Minardi en el que comenz¨® Fernando Alonso, coches no destinados a grandes metas. Pero lleg¨® la carrera de M¨®naco, y en la Costa Azul, a veces, tambi¨¦n llueve. Como aquel 3 de junio. Senna sali¨® decimotercero y empez¨® la exhibici¨®n. Fue subiendo puestos. "?Alcanza a Niki Lauda y se lo come vivo!", gritaba Galv?o Bueno, la voz de O Globo para el automovilismo. Aquellos gritos transmit¨ªan que pasaba algo diferente. Con Senna empapado por la lluvia y en segundo lugar, se dio la orden de parar. El brasile?o hizo caso omiso y adelant¨® al coche que le preced¨ªa. No gan¨®, pero celebr¨® la victoria. Fue el inicio del mito. Y tambi¨¦n de su enemistad con el piloto que iba primero: Alain Prost.
"La F¨®rmula 1 es pol¨ªtica, es dinero, y cuando est¨¢s llegando tienes que pasar por eso", explic¨® con madurez Senna tras aquella carrera. Meses despu¨¦s pas¨® al equipo Lotus, donde estren¨® su palmar¨¦s. En Portugal, de nuevo bajo la lluvia, Senna logr¨® su primera victoria. De vuelta a Brasil, convertido en ¨ªdolo, atend¨ªa a la prensa acompa?ado de sus padres. "Que Dios le proteja de los peligros", rezaba su madre. "Nada ha sido f¨¢cil", dec¨ªa Ayrton, y a?ad¨ªa: "Dios me ha dado esta oportunidad". Su intensa creencia religiosa jugar¨ªa un papel fundamental en su carrera.
A Senna le gustaba gustar. Hasta las periodistas japonesas se volv¨ªan locas por ¨¦l. Sab¨ªa c¨®mo ruborizarlas, c¨®mo arrancarles una sonrisa. Eran buenos tiempos. Llegaron m¨¢s victorias y, en 1988, fich¨® por McLaren. "Tenemos a los dos mejores pilotos del mundo", exclamaba exultante un jovenc¨ªsimo Ron Dennis en la presentaci¨®n del equipo. El otro piloto de la escuder¨ªa era Alain Prost, el campe¨®n del mundo, el hombre al que llamaban El Profesor, porque med¨ªa cada punto y entend¨ªa perfectamente el juego. McLaren pod¨ªa tener a los dos mejores pilotos del mundo, pero tambi¨¦n un serio conflicto laboral. "Se puede empatar", dec¨ªa Prost con una sonrisa forzada. "No, solo puede ganar uno", le retaba Senna.
El Gran Premio de M¨®naco de 1988 volvi¨® a ser un punto de inflexi¨®n para ambos. Senna iba primero. "Llevas mucha ventaja, ?frena!, ?frena!, ?frena!", le rogaban por radio interna. "Pero yo no conduc¨ªa conscientemente, el circuito era un t¨²nel en el que iba, iba, iba...", explicar¨ªa Senna despu¨¦s de dejar su coche fuera de carrera. "Quer¨ªa humillarme, demostrar que era el mejor", aseguraba Prost. Tiempo despu¨¦s, el brasile?o ten¨ªa una visi¨®n m¨¢s positiva del incidente: "Aquello me acerc¨® m¨¢s a Dios, y eso es importante". Los n¨²meros le dieron la raz¨®n: gan¨® 6 carreras consecutivas.
Jap¨®n era la ¨²ltima carrera de la temporada. Una mala salida le dej¨® en la decimocuarta posici¨®n. Remont¨® hasta el octavo puesto y entonces comenz¨® a llover. Habla el comentarista: "?Ayrton Senna se acerca... va a por todas... va a por todas... Senna est¨¢ en cabeza... Ayrton Senna, de Brasil, campe¨®n del mundo!". "Visualic¨¦... vi a Dios", dijo minutos despu¨¦s el piloto. La fiesta se apoder¨® de las calles de Brasil. "Es una persona incre¨ªble", "es humilde y valiente" o "es de las pocas cosas de las que nos sentimos orgullosos", repet¨ªa una sociedad lastrada por la pobreza y la violencia.
En 1989 la relaci¨®n con Prost empeor¨®. No se hablaban. Ni se miraban. Jap¨®n, la ¨²ltima carrera del campeonato, otra vez decisiva: Si Senna no acababa la carrera, Prost ser¨ªa el campe¨®n. El Profesor era consciente, y en la vuelta 46 chocaron. Senna se reincorpor¨®, pas¨® por boxes y, tras 17,7 interminables segundos, volvi¨®. Pero mientras Senna corr¨ªa por la pista para ganar la carrera, Prost corr¨ªa hacia los despachos, tratando de hacer lo mismo por otra v¨ªa. Seg¨²n el art¨ªculo 56 de la FIA, Senna se hab¨ªa reincorporado a la carrera por un lugar prohibido. Prost se llev¨® el campeonato y Senna llor¨®: "Me han tratado como a un criminal".
Despu¨¦s de aquello, Senna se plante¨® dejar la competici¨®n. La guerra era abierta, y ambos pilotos se hab¨ªan separado hasta en lo metaf¨ªsico. "Cree que no se puede matar, porque cree en Dios, y eso es un peligro", declar¨® Prost, a lo que Senna contest¨®: "No soy inmortal, claro que s¨¦ que corro peligro, un peligro constante". Fue en Jerez, durante unos entrenamientos, cuando el piloto brasile?o pareci¨® percatarse de su tr¨¢gico destino. El piloto Martin Donnelly sufri¨® un espectacular accidente, y su cuerpo qued¨® tendido en medio de la pista. Senna se acerc¨® a verle. Minutos despu¨¦s se paseaba nervioso por el paddock: "Se me pasaron un mill¨®n de cosas por la cabeza, pero no iba a renunciar a mi pasi¨®n. Por mucho miedo que tuviera, no pod¨ªa renunciar. Es mi vida".
Ese a?o, 1990, Jap¨®n, una vez m¨¢s, fue determinante. En la reuni¨®n previa a la carrera, Senna lider¨® una peque?a revoluci¨®n para mejorar la seguridad de los pilotos y pidi¨® que la pole se moviera al otro lado, en funci¨®n de la suciedad del circuito. "Se har¨¢ como yo diga", sentenci¨® Senna. Comenz¨® la carrera. Si Prost no terminaba, se quedaba sin opciones de ganar. "Desgraciadamente, nos dimos un golpe", coment¨® Senna minutos despu¨¦s de que ambos coches chocaran y los pilotos salieran caminando cada uno en una direcci¨®n. "Quer¨ªa pegarle un pu?etazo, pero me daba tanto asco que no pude. Me repugna", admiti¨® Prost. "Si no vas a por un hueco, no eres piloto", se excus¨® Senna.
"No ocultaba su origen brasile?o, como otros", dice en el documental Vivianne, su hermana. Tal vez por eso, Brasil, que viv¨ªa en plena depresi¨®n, se agarr¨® a Senna como si fuera la salvaci¨®n. Ganar en casa, ante su gente, se convirti¨® en su ilusi¨®n. Lo cumpli¨® en 1991, en Interlagos. Ante un circuito abarrotado, con c¨¢nticos de "Prost, hijo de puta" saliendo de la grada. Senna complet¨® las siete ¨²ltimas vueltas sin caja de cambios, solo con la sexta marcha. "?Joder, he ganado!", se o¨ªa dentro del casco. Lloraba. No pod¨ªa moverse. Se desmay¨®. Tuvieron que sacarle del coche. No pudo ni quitarse los guantes. En el podio transmit¨ªa dolor. Apenas pod¨ªa levantar la bandera, menos a¨²n, la copa. "?l me ha dado esta carrera, ten¨ªa que acabar primero", dijo, rozando el misticismo.
De nuevo se proclam¨® campe¨®n en 1991. El ej¨¦rcito ten¨ªa que proteger su casa de S?o Paulo, recib¨ªa las llaves de la ciudad, los fans lloraban de emoci¨®n despu¨¦s de besar su mano... era considerado "lo ¨²nico bueno de Brasil". Iba de invitado de honor al Samb¨®dromo y su vida personal empezaba a ser cuesti¨®n de Estado. ?l entend¨ªa el juego: "?Alguna novia te ha pedido que vayas m¨¢s r¨¢pido?", le pregunt¨® un periodista. "S¨ª", respond¨ªa Senna con una encantadora sonrisa de p¨ªcaro.
En 1992, el equipo Williams evolucion¨® el coche con ayuda de la electr¨®nica. Un purista como Senna, que segu¨ªa en McLaren, criticaba: "Esto es una guerra electr¨®nica, me siento atrasado... Conduce la m¨¢quina, no el piloto". En el Gran Premio de Australia de 1993, Ayrton Senna subi¨® por ¨²ltima vez en su vida a un podio. Se sent¨®, como queriendo disfrutar del momento, como si supiera que no volver¨ªa a subirse al caj¨®n. No lo har¨ªa nunca m¨¢s.
En 1994 fich¨® por Williams. Prost, antes de volver a compartir equipo con Senna renunci¨® al a?o que le quedaba de contrato. El adi¨®s a la evoluci¨®n electr¨®nica hizo el coche un poco ingobernable. "Son menos estables y m¨¢s dif¨ªciles de pilotar. Hacen trompos, ser¨¢ m¨¢s emocionante para los espectadores", cont¨® Senna tras los primeros entrenamientos.
Y lleg¨® Imola. El fin de semana estuvo cargado de se?ales. "Nunca le vi tan tenso...", explica Reginaldo Leme, periodista brasile?o. "El coche es... peor", resum¨ªa Senna. Primer aviso: los accidentes de Barrichello y Ratzenberger durante los entrenamientos. "Necesito controlarme, hago cosas con ese coche... a 320 kil¨®metros por hora", dijo preocupado. "?Por qu¨¦ no nos retiramos y nos vamos a pescar?", le dijo Sid Watkins, el m¨¦dico de los pilotos, que lo quer¨ªa como a un hijo. "No puedo retirarme", contest¨® Senna. "No quer¨ªa correr", asegura Leme. Algo le empuj¨® a su destino.
La ma?ana del 1 de mayo de 1994, Senna abri¨® la Biblia: "Dios te dona el mayor de los presentes, que es el propio Dios", dec¨ªa el pasaje. Iba en cabeza cuando enfil¨® la curva de Tamburello. El choque fue seco, duro. Ron Dennis lloraba. Alain Prost, desde la cabina de prensa, se echaba las manos a la cabeza. No ten¨ªa ni un hueso roto, ni un morat¨®n. Si la barra de suspensi¨®n le hubiera golpeado unos cent¨ªmetros arriba o abajo, hubiera sobrevivido. "Suspir¨® y su cuerpo se relaj¨®. No soy religioso, pero pens¨¦ que su esp¨ªritu sal¨ªa de su cuerpo", explic¨® Watkins, uno de los primeros en llegar. Su f¨¦retro recorri¨® S?o Paulo en un cami¨®n de bomberos, entre una multitud que lloraba su muerte: "Solo ten¨ªamos salud y un poco de alegr¨ªa. Ahora la alegr¨ªa se fue".
En cierta ocasi¨®n, le preguntaron a Senna cu¨¢l era el mejor piloto al que se hab¨ªa enfrentado. No se lo pens¨®: "Fullerton. Era un compa?ero de cuando pilotaba en karts. Era r¨¢pido, constante... Aquello era pura conducci¨®n. No hab¨ªa dinero, ni pol¨ªtica... solo correr". Y le brillaban los ojos como nunca lo hab¨ªan hecho en sus a?os de profesional.
El documental 'Senna' se ha estrenado este fin de semana en Espa?a.
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