El mantra del Himalaya
De Manali a Leh, unos 500 kil¨®metros de asfalto desfigurado por el invierno atraviesan el coraz¨®n monta?oso de la India
Sentir el v¨¦rtigo de estar a la altura de las nubes, experimentar la sensaci¨®n de poder mirar a las ¨¢guilas a los ojos, sumergirse en los impresionantes silencios de piedra y hielo, dejarse arrullar por el mantra ininterrumpido del agua corriendo por las laderas y los valles o ir en busca de una serena espiritualidad siguiendo el eco ronco de las trompas que hacen sonar los monjes en los monasterios budistas son excusas m¨¢s que justificadas para realizar la traves¨ªa de Manali a Leh, un recorrido de 475 kil¨®metros, en el que hay que invertir dos o tres d¨ªas, y que atraviesa algunos de los puertos de monta?a m¨¢s altos del mundo, en concreto el segundo, seg¨²n el libro de los r¨¦cords Guiness.
An¨¦cdotas al margen, la carretera que une estos dos aut¨¦nticos iconos tur¨ªsticos de la India, en los que se mezclan en los cortos meses del verano los monjes tibetanos con los ¨²ltimos hippies y los tolerantes y amables habitantes de las monta?as con numerosos mochileros y amantes de los deportes de aventura, se encuentra aislada en medio de una geograf¨ªa atormentada y a veces violenta en la vertiente sur de los Himalayas, all¨ª donde la India parece querer ponerse de pie.
La crudeza del clima hace que este trayecto de subidas prolongadas pero sin desniveles muy abruptos, cada vez m¨¢s frecuentado por ciclistas, solo permanezca abierto entre los meses de junio y mediados de septiembre. El resto del a?o queda sepultado bajo toneladas de hielo y nieve, cuya erosi¨®n deshace el asfalto y desfigura su trazado, obligando al Ej¨¦rcito, su propietario, a repararla cada nueva temporada.
Arroz y marihuana
Manali, en el extremo norte del valle de Kulu, compensa la fealdad de una desmedida presi¨®n urban¨ªstica con un entorno de una belleza impactante, donde se funden en perfecta armon¨ªa el agua que fluye por todos los lados y el verde intenso de las praderas, los arrozales, los maizales, los manzanos, los enormes matojos de marihuana que crecen por doquier y los bosques de cedros que proporcionan un caparaz¨®n de puerco esp¨ªn a las laderas verticales que, como contrafuertes, se precipitan desde las cimas nevadas que rodean la ciudad.
En la parte antigua todav¨ªa quedan casas de madera y lajas de piedra, con ventanas decoradas en barro y puertas curiosamente peque?as, cuya finalidad era la de protegerse de los demonios, quienes al andar erguidos no pod¨ªan entrar en las viviendas. En las cercan¨ªas abundan monasterios, palacios y templos, algunos tan sublimes como el santuario de la diosa Hadimba, de varios pisos de altura, construido todo en madera en 1553, y otros curiosos, como el palacio de Naggar, antigua capital del valle de Kulu, que el raj¨¢ Gyan Sing cambi¨® al mayor Hay del Ej¨¦rcito brit¨¢nico por una pistola en 1846. Pero no hay que alejarse mucho en direcci¨®n norte para que este oasis empiece a mudar de piel, desaparezcan los ¨¢rboles y empiecen a espejear las estr¨ªas de mica de la roca desnuda de las monta?as anunciando el paso de Rohtang, a 3.915 metros de altitud. Una transformaci¨®n radical que, sin embargo, puede observarse metro a metro, pues se va produciendo como a c¨¢mara lenta a lo largo de las m¨¢s de tres horas que se emplean para recorrer apenas 50 kil¨®metros.
Al otro lado de esta frontera natural que da paso a los valles de Lahul y Spiti, la carretera se convierte en una especie de juguete roto olvidado a los pies de unas imponentes monta?as te?idas con todas las gamas posibles de marr¨®n que, por momentos, parecen apelmazarse hasta formar una barrera infranqueable y que, sin embargo, unos kil¨®metros m¨¢s adelante se abren para dar cabida a peque?os valles donde se asienta alg¨²n pueblo y en los que es posible ver min¨²sculos campos de cultivo, retorcidos olivos desafiando al viento y, ¨²ltimamente, algunos campamentos estables para pernoctar con relativa comodidad.
En las cimas, los glaciares, algunos tan espectaculares como la Dama de Kylong, parecen burlarse de los amedrentados viajeros sac¨¢ndoles sus enormes lenguas de hielo. El deshielo permanente dibuja cascadas tan impresionantes como la de Sissu, engendra lagos, como el del Sol, crea r¨ªos o alimenta otros m¨¢s poderosos, como el Chandra, el Isharb o el Zara Chu, que se cruzan por pontones que en invierno se quitan.
Paisajes asombrosos que se suelen admirar con el coraz¨®n en un pu?o, sobre todo cuando la pista escala entre precipicios para coronar cualquiera de los sobrecogedores puertos que hay que salvar para llegar a Leh: Baralancha (4.892 metros); las 21 revueltas del Nakeela (4.937 metros); el Lachulung (5.077 metros), y el Taglang (5.328 metros), el te¨®rico segundo m¨¢s alto del mundo.
Un rosario de estupas
El descenso hacia la capital de la regi¨®n de Ladahk, a 3.500 metros de altitud, es vertiginoso y est¨¢ marcado, nada m¨¢s alcanzar el valle del caudaloso Indo, por la aparici¨®n de un rosario de estupas, templos y monasterios, decorados por cientos de banderitas de colores en una delicada escenograf¨ªa.
Leh se transforma en verano en un inmenso bazar, en el que abundan las peque?as agencias que organizan cualquier tipo de excursi¨®n a los alrededores, incluida Cachemira, visitas a la infinitud de centros religiosos y espirituales de la zona o actividades deportivas.
El turismo ha hecho renacer la vieja prosperidad que alcanzara esta ciudad en las ¨¦pocas en las que era un centro vital en las rutas de caravanas entre el Punjab y Asia Central y entre Cachemira y T¨ªbet. Por cierto, para los amantes de los r¨¦cords, el puerto de carretera m¨¢s alto del mundo, el Kardung (5.830 metros), se encuentra a tan solo 38 kil¨®metros de Leh.
Gu¨ªa
Viajes organizados
? Orix¨¢ Viatges (www.orixa.com).
? Muztag (www.muztag.es).
? Banoa (www.banoa.com).
? Trekking & Aventura (www.trekkingyaventura.com).
? Tierra de Fuego (www.tierradefuego.es) organiza viajes en bici.
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