La larga crisis
Cu¨¢ntos a?os har¨¢ que el t¨¦rmino crisis sigue haciendo su juego entre economistas y pol¨ªticos, pero ya tambi¨¦n en bocas del vulgo que somos cuando nos lo creemos? A paso lento va la Crisis: nada de aquello del 1929, cuando la Gran Empresa se hund¨ªa repentinamente y los banqueros se tiraban de los rascacielos: el Capital aprende con el Tiempo: aquellos eran los a?os de su alocada y turbia adolescencia: ahora que va pasando de su madurez, ha ganado mucho en prudencia y ma?as para sostenerse. Y, si a los lectores no les gustan estas que parecen met¨¢foras biol¨®gicas, ¨¢nimo, sigan leyendo un poco m¨¢s.
Entre tanto, la Crisis es un buen ejemplo de c¨®mo la realidad pol¨ªtico-econ¨®mica pone empe?o en darle a un t¨¦rmino el significado que no ten¨ªa (?qu¨¦ tendr¨¢ que ver con la cr¨ªtica o discernimiento que era kr¨ªsis?, ?o viene acaso del uso m¨¦dico, de cuando se dec¨ªa que una enfermedad hac¨ªa crisis?), para que as¨ª quede enlatada en el nombre casi t¨¦cnico una vaga desaz¨®n que amenazaba con cundir entre la gente: ?un malestar del Bienestar?, ?un fallo del ideal y de la fe?
?Cunde entre la gente un malestar del bienestar, un fallo del ideal y de la fe?
La pel¨ªcula de Ferguson Inside Job que se ve estos d¨ªas trata de enfrentarse con el asunto, centr¨¢ndose en Estados Unidos de los a?os 80 hasta el casi presente, si bien presentando al paso algunos otros casos ilustres y r¨¢pidos, como el de Islandia, sus tierras y gentes destrozadas en pocos a?os con la entrada de su Banca y Gobierno en la onda del Gran Dinero, el R¨¦gimen que padecemos desde hace m¨¢s de 40 a?os y quiere englobar el mundo; y ofrece la pel¨ªcula, por cierto, vistas tremebundas de los manejos medio secretos de la Gran Empresa, el Capital y las Finanzas estatales durante esos a?os.
?Cu¨¢l es, entonces, el error que la hace in¨²til para la revelaci¨®n o rebeli¨®n y que permite, por tanto, que no s¨®lo se la tolere en los altos centros de la Cultura, sino que se la premie como buen documental?
La pel¨ªcula consiste, en la gran mayor¨ªa de su tiempo y planos, en una ristra de caras de economistas, banqueros, agentes de bolsa, directivos de gran empresa, investigadores del Fisco, ingenieros de finanzas..., respondiendo al encuestador, defendi¨¦ndose, atacando, opinando de las causas del mal y su futuro, una ristra insoportable, y m¨¢s para los que no se creen que, a su vez, entienden lo que pasa con el Dinero.
No cabe duda de la intenci¨®n cr¨ªtica de los realizadores; s¨®lo que de buenas intenciones est¨¢ llena la triste Historia. El dar tal importancia a las caras y opiniones de los que andan en esos tejemanejes contribuye a la humana ilusi¨®n de creer que saben de veras lo que dicen y hacen y que son los responsables y dirigentes del tinglado.
Y, si alg¨²n lector me dice "ya, pero el caso es que, a veces, sin saber, aciertan", pues, s¨ª: a fuerza de tantear con el ordenador, cualquiera un poco listo aprende a hacer lo que el ordenador mande, y, de vez en cuando, le resulta; eso no prueba para nada que sepan, como hacen creer y se creen ellos, lo que hacen ni lo que dicen.
Pero lo peor del error es que, con esa atenci¨®n a las personas, nos ocultan y se nos escapa la gracia de descubrir que el Dinero en persona, los Capitales y la Empresas, los Estados, tienen y desarrollan, como los organismos naturales, ma?as y trucos para mantenerse, crecer, cambiar para seguir siendo, enfermando, reponi¨¦ndose, pereciendo para que otros nazcan de sus cad¨¢veres.
?No se lo acaban de creer ustedes? Claro: ustedes creen en las personas. Y tienen que creer en responsables, autores, culpables, porque esa fe es la propia realidad humana: ?c¨®mo se iban a llenar los medios informativos si no fuera con Nombres Propios de ministros o empresarios y opiniones sobre sus m¨¦ritos o culpas?, ?c¨®mo iba a haber una sociedad de autores, m¨²sicos o poetas, para defensa de sus derechos?
O vamos a ver qu¨¦ es eso de lo natural, que les atribuimos a los otros animales, ¨¢rboles, astros y hasta ¨¢tomos: ?no han o¨ªdo que Natura, la desconocida, tiene, para hacerse realidad, que aprender matem¨¢ticas y tratar de ajustarse a ellas hasta cierto punto? Pues ?qu¨¦ les extra?a si tambi¨¦n, en este tipo de cosas que nosotros somos, se forman organismos (empresas, Estados, bancos, bolsas) que desarrollan sus leyes, ordenaciones y c¨¢lculos para sostenerse mientras puedan?
Solo que nuestra ordenaci¨®n se impone como superior a cualesquiera otras: es la fe en que se puede ordenar el mundo (y, de paso, ordenarse cada uno) desde arriba, en el futuro. Es esa ordenaci¨®n la que produce, de presente, cuanto haya entre nosotros de caos en el tr¨¢fico, la legislaci¨®n, los desastres pasionales o las crisis financieras. Pero es esa fe en nuestra ordenaci¨®n lo que est¨¢ encubriendo lo que hab¨ªa, y hay, por debajo de ella de otras ordenaciones; como, por ejemplo la reglamentaci¨®n escolar y acad¨¦mica de la escritura oculta y entorpece el orden, com¨²n y subconsciente, de la lengua viva.
Una ordenaci¨®n superior y humana, otra que late por debajo de esa: usted ver¨¢ qu¨¦ parte de usted mismo se queda con la una y cu¨¢l se va con la otra.
Agust¨ªn Garc¨ªa Calvo es catedr¨¢tico em¨¦rito de Filolog¨ªa Cl¨¢sica de la Universidad Complutense de Madrid.
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