Crisis y Mercados
Desde que comenz¨® la crisis y a medida que hemos sufrido sus tremendas consecuencias, una vez comprendidas las razones que la impulsaron as¨ª como las dificultades para lograr que la actividad se recupere, se han planteado y siguen plante¨¢ndose muchas y nuevas preguntas. Una que se repite cada vez m¨¢s tiene que ver con el poder de los mercados y, m¨¢s en general, el dominio que el poder econ¨®mico est¨¢ adquiriendo frente al poder pol¨ªtico.
El movimiento 15-M se ha hecho eco del malestar que provoca que el bienestar de las personas individuales dependa de la presi¨®n que "unos mercados", que se visualizan como fuerzas oscuras que operan de acuerdo a reglas no conocidas, ejercen sobre el poder pol¨ªtico que se ve obligado a someterse a sus dictados. Preocupa que fuerzas econ¨®micas campen por sus fueros sin ning¨²n control, y preocupa porque siempre hemos sabido, y as¨ª lo ense?amos en la Universidad, que la conjunci¨®n de la persecuci¨®n del inter¨¦s individual, sin ninguna cortapisa, no va a conducirnos, en general, a resultados, que, desde el punto de vista social, pudieran ser considerados como beneficiosos. Las ocasiones en que los mercados, por s¨ª solos, consiguen efectos colectivos favorables tienen que ver con situaciones en las que los intereses individuales y corporativos operan a trav¨¦s de instituciones, reglas, y mercados, que est¨¢n bien regulados; lo que a su vez implica muchas restricciones en t¨¦rminos de informaci¨®n, de gesti¨®n de la incertidumbre, de funcionamiento de la competencia, de asignaci¨®n de derechos, etc.
Preocupa que fuerzas econ¨®micas campen por sus fueros sin ning¨²n control
No hemos sido capaces de crear un modelo que nos proteja a todos frente a la codicia de unos pocos
En la actual situaci¨®n nada de esto se ha satisfecho. De hecho, y estamos cansados de o¨ªrlo, el detonante de la crisis global fue una mala regulaci¨®n, o seg¨²n se mire, una falta de regulaci¨®n del sector financiero que propici¨® la asunci¨®n de unos riesgos excesivos y de una burbuja, que al explotar, hizo sentir sus mayores efectos a los que se quedaron sin ahorros (vivienda), sin medios de subsistir (sin trabajo) y a los m¨¢s d¨¦biles. Nada de esto ten¨ªa que haber ocurrido. Se ten¨ªa que haber previsto y evitado pero los responsables pol¨ªticos no estuvieron a la altura y no fueron capaces de aceptar esa verdad tan evidente que nos ense?a que los mercados, sin una buena regulaci¨®n son, en lugar de un mecanismo eficaz para lograr riqueza y bienestar -para unos pocos que luego el sector p¨²blico tendr¨¢ que encargarse de repartir de forma m¨¢s equitativa-, un mecanismo que falla y que, en este caso, nos ha conducido a la peor crisis de las ¨²ltimas d¨¦cadas.
Se entiende que los j¨®venes se rebelen y se declaren, junto con otros no tan j¨®venes, indignados por lo que est¨¢ ocurriendo y que haya una revuelta ideol¨®gica que ponga en primer plano la clarificaci¨®n de responsabilidades: qui¨¦n deber¨ªa hacer qu¨¦ y cu¨¢l es el sistema econ¨®mico que propicia que el bienestar logrado se reparta entre todos si no igualitariamente si al menos de forma justa o equitativa. Y se agradece que la gente se preocupe acerca de c¨®mo es posible lograr que el poder econ¨®mico, con todo su potencial de creaci¨®n de riqueza, no se convierta en una hiedra que consigue lo que quiere a base de provocar sufrimiento a una gran mayor¨ªa de personas que no son defendidas por quien deber¨ªa hacerlo, el poder pol¨ªtico democr¨¢ticamente ejercido.
Una vez diagnosticado el problema, el mercado o los mercados valen para lo que valen, pero no para lograr, sin regulaci¨®n, un crecimiento sostenido, sostenible y justo, y habremos de reconocer que su soluci¨®n no es sencilla. Las reglas de funcionamiento de los mercados, en este mundo global, no siempre se determinan a nivel local. La cooperaci¨®n a nivel internacional es imprescindible sobre todo cuando hay movilidad (caso del capital financiero) y es aqu¨ª donde deber¨ªamos tenerlo claro. Se ha hablado mucho sobre la falta de gobernanza eficaz a nivel europeo, y es cierto. No hemos sido capaces de desarrollar un modelo que nos proteja a todos frente a la codicia de unos pocos. Y no lo hemos sido no tanto porque no podamos compartir ideas econ¨®micas sino porque, desde un principio, en lugar de construir una Europa para todos nos empe?amos en construir una Europa donde cada Estado garantizase que su propio territorio y sus ciudadanos no iban a salir perdiendo. En la construcci¨®n de Europa no se jug¨® un juego cooperativo donde se dise?ara una "nueva instituci¨®n" desde cero y sin imposiciones. Y estamos pagando por ello. Quiz¨¢ ahora no nos quede m¨¢s remedio que cambiar de actitud. Si conseguimos arreglar nuestro propio terreno de acci¨®n, tendremos m¨¢s fuerza para convencer a otros de que los mercados no regulados no nos llevaran por buen camino, que los nuevos instrumentos financieros, que surgieron al albur de la fuerte innovaci¨®n que este sector experiment¨® en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas, tienen que ser analizados con detalle y premura (como lo est¨¢n siendo) y que la alternativa de los mercados regulados tiene su dificultad. Entre quedarse demasiado corto en la regulaci¨®n o pasarse demasiado hay s¨®lo un peque?o intervalo y no todos los mercados exigen lo mismo. Las ense?anzas de un terremoto como el que estamos viviendo deber¨ªan ser duraderas en t¨¦rminos de regulaci¨®n inteligente y gobernanza global efectiva.
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