Deme el peri¨®dico
El "peri¨®dico", en Bilbao, era El Correo. Por mucho que nos doliera a quienes, como yo, intent¨¢bamos abrir un hueco para otra manera de hacer periodismo. Imposible. No es que hubiera monopolio, porque en pocos sitios a la gente le da m¨¢s por leer diarios que en el Pa¨ªs Vasco. Y con pluralidad de ideolog¨ªas en su l¨ªnea editorial. Hablo de los a?os setenta y ochenta del siglo pasado, fijando mis recuerdos directos, ahora cuando me piden que escriba algo sobre Antonio Guerrero, director de El Correo, desde 1990 a 1993, fallecido este domingo en Bilbao. Ahora, cuando se entremezclan mis sentimientos dolorosos al asociar su muerte con la de aquel otro maestro de la misma escuela que fue Antxon Barrena.
Guerrero naci¨® en Teba, M¨¢laga, en 1931, porque ya se sabe que los de Bilbao nacen donde les da la gana, pero era mejor navegante de la r¨ªa que de la caleta. Ten¨ªa todas las claves para interpretar el pa¨ªs al que se dirig¨ªa desde las p¨¢ginas de un peri¨®dico-instituci¨®n y ense?aba las u?as, marcando territorio, cuando alg¨²n ingenuo pretend¨ªa ocupar un espacio ignorando la distancia entre una fal¨²a y un acorazado. En El Correo, espa?ol y vasco, desde el director a los repartidores, se practicaba el orgullo del liderazgo basado en una s¨®lida estructura empresarial y en la profesionalidad acreditada y exigente. Antonio Guerrero no daba bandazos, ni fomentaba piruetas. Al llegar la Transici¨®n hab¨ªan entendido en aquella casa que era tiempo de pluralismo y libertad. Levaron anclas, arrojaron por la borda las nostalgias ideol¨®gicas y, sin renunciar a conceptos fundamentales del modelo de sociedad, abrieron sus p¨¢ginas a los nuevos aires.
Yo aprend¨ª m¨¢s periodismo pr¨¢ctico durante los meses que lo ejerc¨ª en Bilbao, al frente de la aventura de Tribuna Vasca, que en los a?os de Facultad. Y lo aprend¨ª de Guerrero y Barrena, que una vez comprobado nuestro escaso tonelaje me invitaron incluso a alguna comida en su particular txoko, la demostraci¨®n m¨¢s visible de un poder¨ªo sin ostentaci¨®n, pero que marcaba distancias. All¨ª aprend¨ª que no hab¨ªa que pasar tanto tiempo encerrado en un despacho, o en la redacci¨®n, sino mantener contactos a todos los niveles para intentar formar parte de la sociedad sobre la que se informaba. Nada de sobresaltos ni sorpresas al lector, era su consigna. ?C¨®mo se te ha ocurrido no dar los horarios de las mareas! ?C¨®mo crees que aqu¨ª se puede hacer un peri¨®dico sin recetas de cocina! No te obsesiones con las exclusivas... Cuando tengas peso te las dar¨¢n por tel¨¦fono. A la gente le gusta leer p¨¢ginas de opini¨®n, trabajos hist¨®ricos asequibles, reportajes humanos, y las tiras c¨®micas de siempre, s¨ª, incluso esa en la que est¨¢s pensando... No, yo no me he re¨ªdo nunca con ella, pero un d¨ªa la quitamos y se dieron de baja 100 suscriptores. Casi me cuesta el puesto.
A cualquiera, casi por molestar, para hacerle notar que es viejo y que va siendo hora de que se jubile de verdad, se le llama ahora maestro. Tengo por eso cierto reparo a calificar como tal a Antonio Guerrero, pero ¨¦l lo era.
Eduardo Sotillos es periodista y miembro de la Ejecutiva del Partido Socialista de Madrid.
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