Acampadas insurrectas
No s¨¦ a santo de qu¨¦ recuerdo ahora a Lenin y su c¨¦lebre dictum: m¨¢s o menos ven¨ªa a decir que solo cuando los de arriba no pueden y los de abajo no quieren seguir con la situaci¨®n existente, estaban dadas las famosas condiciones objetivas para el asalto revolucionario. Claro que se trata de una afirmaci¨®n un tanto decimon¨®nica, ya que m¨¢s recientemente se observa c¨®mo los de arriba siempre pueden y los de abajo han de fastidiarse aunque no quieran. Lo m¨¢s curioso es que en ese texto de trataba de fijar el papel de la vanguardia, revolucionaria por supuesto, y siempre atenta a matices tan deslizantes. Tambi¨¦n me acuerdo de R¨¦gis Debray y su librito sobre la revoluci¨®n cubana, cuyo gran hallazgo consist¨ªa, seg¨²n el ensayista franc¨¦s, en haber demostrado que no siempre hay que esperar a que las condiciones est¨¦n dadas, ya que el foco insurreccional puede crearlas. Viene esto a cuento del movimiento 15 de Mayo. Ha habido revoluciones de todas las clases: campesinas, obreras, traicionadas, frustradas, permanentes, pendientes, etc., pero estamos, seg¨²n creo, ante la primera revoluci¨®n-acampada en Occidente, con tresillos incluidos en las ocupadas, se ve que para hacer de la revoluci¨®n algo m¨¢s c¨®modo en el tr¨¢nsito (a veces infinito) entre la fase inicial de la insurrecci¨®n y la toma del Palacio de Invierno. Por supuesto, los pac¨ªficos insurgentes del 15 de Mayo tienen m¨¢s raz¨®n que un santo y que todo el santoral junto. Pero la indignaci¨®n, adem¨¢s de demostrarse con toda la calma posible, es el primer paso de un largo recorrido al que debe seguir la organizaci¨®n, la designaci¨®n de un comit¨¦ directorio o como quiera llam¨¢rsele y la aspiraci¨®n irrenunciable de lograr unos ciertos objetivos que habr¨¢n de ser arrancados y nunca otorgados. A fin de cuentas, es muy loable la intenci¨®n de los acampados, y no ser¨¦ yo quien la tache de ut¨®pica: se trata, en lo b¨¢sico, del reconocimiento universal al derecho a ser felices y a disponer de los medios para lograrlo. Pero en ocasiones hay que llevar cierto cuidado con las consignas que se supone que abren el camino, no vaya a ser que se cumplan y nos quedemos como estamos.
Por pedir que no quede, y me parece muy bien la decisi¨®n de pedirlo en la calle y sin intenci¨®n de abandonar la avanzadilla alcanzada. Pero seguir acampados para no perder visibilidad puede convertirse en un engorro fastidioso con el que no saber exactamente qu¨¦ hacer. ?Extenderlo a los barrios? Lo mismo, pero en peque?ito, como si los indignados de barrio estuvieran menos indignados que los m¨¢s c¨¦ntricos. Por lo dem¨¢s, cualquier intento de hacer algo serio necesita de dirigentes, infraestructuras, interlocutores institucionales a los que meter miedo en el cuerpo y en sus ideas y en sus pr¨¢cticas de mezquindad. Eso casi nadie sabe c¨®mo se consigue.
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