"Suyo en la lascivia... Glenn Gould"
Una selecci¨®n de cartas publicadas por primera vez en espa?ol conforman el atormentado autorretrato del genial y herm¨¦tico pianista canadiense
Su padre a?adi¨® a la silla unas peque?as patas de metal para regular su altura. Pero a Glenn Gould (Toronto, 1932-1982) le gustaba muy baja. Encorvado, canturreando y con la nariz a ras del teclado, no se sentaba en otro lugar para desplegar su genio. Pero la vieja y ro?osa silla se desintegraba y en 1958 se carte¨® con un vendedor creyendo haber dado con la soluci¨®n: "He decidido quedarme con ella [una nueva]. El ¨²nico defecto es que el respaldo tiende a ser demasiado recto, crea aproximadamente un ¨¢ngulo de 90¡ã. Si pudiera modificar ligeramente alguna de las que ya posee [...] para corregir este ¨¢ngulo me alegrar¨ªa [...] probarla". La silla no cuaj¨®. Pero esa vertiente, la m¨¢s cotidiana, el retrato del genio obsesionado con los medios de comunicaci¨®n, parapetado en el sarcasmo y alejado de su leyenda, emerge con la publicaci¨®n en espa?ol de Glenn Gould. Cartas escogidas (Globalrhythm). Una selecci¨®n de 148 misivas en su mayor¨ªa dictadas por tel¨¦fono, aparato que adoraba.
"Nada me incentiva m¨¢s que la falta de p¨²blico", confes¨® antes de retirarse
Pidi¨® matrimonio a una mujer que le rechaz¨® dos a?os antes de morir
Las de la primera ¨¦poca son de la estrella mundial expuesta ya al desgaste del p¨²blico, los viajes y los somn¨ªferos. "Dada mi larga experiencia en medicina interna, soy extra?amente sensible a los problemas de los artistas neur¨®ticos. (...) Los somn¨ªferos amarillos se llaman Nembutal. Los sedantes blancos, Luminal", le escribi¨® a un pianista amigo en 1957. El remite de la carta resalta la iron¨ªa que gastaba: Cl¨ªnica Gould de Terapia Psicosom¨¢tica.
El 3 de junio de 1957 escribe a sus padres en plena gira europea desde Viena. Su fragilidad f¨ªsica define ya su vida. Se queja de dolores de pecho y de que un revisor de tren le ha cerrado una puerta sobre el pulgar. La misiva acaba con buenas noticias: "El doctor Von Karajan se ha ofrecido a presentarme en cualquier ciudad en la que est¨¦ dirigiendo. Las cosas pintan bien en Alemania. Pero Viena me parece mucho menos atractiva de lo que imagin¨¦".
En algunas cartas se hace llamar Richard Strauss, Glenchick o Vladimir Gouldowsky. Pero m¨¢s all¨¢ de juegos, dos nombres se repiten constantemente en los documentos: Sch?nberg y Bach. Por el resto de compositores apenas muestra inter¨¦s. Especialmente por Schubert, Schumann o Chopin. "La m¨²sica de la primera mitad del siglo XIX, cuando estos compositores estaban en activo, carece de gusto. La encuentro mecanicista. Me parece un producto de la revoluci¨®n industrial, que explota las posibilidades que el teclado estaba empezando a desarrollar, y de un sentimentalismo empalagoso, una m¨²sica llena de trucos de sal¨®n", le escribi¨® a Susan Koscis en una carta sin fechar.
El libro contiene algunas cartas hilarantes a un empleado de Steinway & Sons al que ten¨ªa frito con modificaciones para su piano. Una de ellas concluye con un provocador "suyo en la lascivia". En otra, muy c¨¢ustico a prop¨®sito de la lesi¨®n de brazo que le produjo un empleado euf¨®rico de la firma de pianos al darle una palmada amistosa, se despacha a gusto. "Cr¨¦eme que el ¨²nico motivo por el que se permiti¨® que los peri¨®dicos atribuyeran el problema con mi brazo a una ca¨ªda fue no tener que dar una explicaci¨®n precisa que, tal vez, habr¨ªa provocado un cierto sonrojo en el seno de Steinway & Sons y que obligar¨ªa a una descripci¨®n m¨¢s detallada sobre los trabajadores de dicha firma de lo que resultar¨ªa pr¨¢ctico dado el espacio limitado de New York Times". Steinway & Sons sald¨® aquel episodio de 1960 con una indemnizaci¨®n.
Pero esa lesi¨®n y su obsesi¨®n por la grabaci¨®n aceleraron su retirada. "No tengo prevista ninguna gira por Europa para la pr¨®xima temporada; dir¨ªa m¨¢s: para ninguna. Hace unos meses decid¨ª que cuando acabe la pr¨®xima no dar¨¦ m¨¢s conciertos p¨²blicos. ?Ojo! Llevo desde que ten¨ªa 18 a?os anunciando este plan (...) pero esta vez creo que va en serio. No obstante, una de las cosas que no dejar¨¦ ser¨¢ la televisi¨®n, ya que me gusta demasiado para prescindir de un medio tan fascinante", escribi¨® a Humphrey Burton, de la BBC, en abril de 1962. Esta vez cumpli¨® y proclam¨®: "El concierto p¨²blico ha muerto".
En una de las cartas ampl¨ªa esa idea. "Siempre he preferido trabajar en un estudio, grabando discos o haciendo radio o televisi¨®n. [...] Nada me incentiva m¨¢s que la falta de p¨²blico". En otra, de 1967, va un poco m¨¢s all¨¢: "El mejor de los mundos ser¨ªa aquel en el que [...] el proceso de montaje o reconstrucci¨®n de la obra fuera la actividad principal del int¨¦rprete". A partir de ah¨ª, su vida transcurri¨® en un estudio.
Su fascinaci¨®n por los medios se manifiesta en cartas a Marshall McLuhan (a quien se?ala como "fascinante y frustrante") o a m¨²sicos como John Cage, Yehudi Menuhin o Leopold Stokowski, con los que concertaba entrevistas para sus documentales. Solo hay un leve rastro del Gould alejado del sarcasmo o la admiraci¨®n art¨ªstica en el borrador de una carta amorosa a una tal Dell: "Estoy
profundamente enamorado de cierta chica bella. Le ped¨ª que se casara conmigo y me rechaz¨®. Sigo am¨¢ndola por encima de todas las cosas". Nadie sabe qui¨¦n fue la mujer que termin¨® de alejarle de la confianza en el mundo parti¨¦ndole el coraz¨®n. Dos a?os despu¨¦s, a los 50, un ataque al mismo ¨®rgano le fulmin¨®.
Babelia
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