Los jefes
Antena 3 da muestras de querer escapar de la autocondena a la letrina televisada con que las grandes empresas sostienen la rentabilidad de la concesi¨®n de canales. Ensaya programas que unen ciertos valores humanos con el entretenimiento sin dejar de saciar los instintos de espectadores m¨¢s primarios. El mi¨¦rcoles estren¨® un programa de telerrealidad que riza la evidencia de que en televisi¨®n no hay nada m¨¢s ficticio que lo real.
El jefe parti¨® con una premisa interesante. Un empresario tiene que afrontar un despido de trabajadores y antes de consumarlo se corta el bigote y se infiltra entre sus peonadas. Durante cinco jornadas, como en un cuento de Mark Twain, se finge obrero de la construcci¨®n, jardinero de mantenimiento en un campo de golf y torpe eslab¨®n de una cadena de envasado de agua mineral.
Algunas conversaciones en el tajo tienen un aire impostado. Quiz¨¢ filtraciones interesadas o sencillamente que all¨¢ donde pones una c¨¢mara dejas de encontrar la autenticidad, porque nos convertimos en actores de manera instintiva. Para retratar la realidad sin impostaciones hay que perseverar durante meses. Eso est¨¢ fuera del alcance de la paciencia y compromiso de la tele de hoy, no de un documentalista chino como el enorme Wang Bing.
El resultado de El jefe es puro Capra. A una chica, tras a?os de temporalidad, la hacen fija; se suspende la regulaci¨®n de empleo en la empresa; a un pe¨®n que sue?a con ser camionero se le promete ese destino; y a un hombre castigado por la vida se le regala el sue?o acariciado: visitar el Pilar de Zaragoza con su esposa. Por suerte, un letrero puntual informa de que al a?o de grabar el programa, que se percibe remontado y reelaborado para agitar una idea un poco plana, el ERE tuvo lugar y 24 trabajadores fueron despedidos.
Si esta ficci¨®n dictara la realidad, las empresas recuperar¨ªan valores a?ejos de fraternidad con los empleados. Se ha impuesto la nueva escuela, la de tiburones entregados a la optimizaci¨®n. La fantas¨ªa de que la empresa pueda volver a ser un n¨²cleo casi familiar emociona y te gana m¨¢s all¨¢ de las carencias del programa. No est¨¢ la tele espa?ola, ni la negociaci¨®n colectiva, en condiciones de despreciar una apuesta por los buenos sentimientos.
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