Pantalla sobre pantalla
Es un error com¨²n comparar la televisi¨®n e Internet como si fueran excluyentes. Al contrario, uno de los principales usos de la Red es, precisamente, ver televisi¨®n. Eso s¨ª, en otros soportes y con el individuo mandando
La so?ada interactividad de la televisi¨®n se torna en participaci¨®n en Internet. La nueva televisi¨®n la decidir¨¢n los usuarios, y las empresas se adaptar¨¢n al cambio.
La cadena de valor tradicional de las industrias culturales y los medios de comunicaci¨®n ha saltado por los aires, modificando el statu quo que exist¨ªa en la etapa anal¨®gica entre productores, programadores (distribuidores) y telespectadores. En primer lugar, la distribuci¨®n ahora tiene cada vez menos valor porque la web permite distribuir contenidos sin l¨ªmite alguno y a coste casi cero, y porque los usuarios pueden acceder a los programas (series, pel¨ªculas, etc¨¦tera) sin pasar por distribuidores-intermediarios. Eso implica que la licencia que otorgaban los Gobiernos por utilizar el espectro radioel¨¦ctrico cotice a la baja. Esa m¨¢xima de "comprar¨¢s y vender¨¢s, nunca fabricar¨¢s", se viene abajo con Internet. Ya no vale con "enlatar" lo que otros hacen. Los que producen intentan alcanzar a audiencias globales, sin pasar por intermediarios par¨¢sitos.
Los "nativos digitales" quieren votar, participar, intercambiar, mezclar, distribuir y producir
Los triunfadores televisivos en la Red no producen contenidos. Son los nuevos intermediarios
Esa ruptura est¨¢ provocando un efecto letal para el sector audiovisual: una migraci¨®n digital de las pantallas cl¨¢sicas (cine y televisi¨®n) hacia las nuevas pantallas (ordenador, tableta, smartphone, etc¨¦tera) que "canibaliza" la estructura de ingresos tradicional. La cadena de valor emergente apenas conlleva nuevos ingresos. Internet no es una nueva y adicional fuente de ingresos para los productores audiovisuales. La "larga cola" de Anderson (una demanda insatisfecha de contenidos no comerciales que imped¨ªa la distribuci¨®n f¨ªsica y que iba a aflorar en la Red) ha sido una falacia te¨®rica m¨¢s. No ha funcionado ni econ¨®micamente ni socialmente. Ni siquiera en los consumos en las redes P2P se atisba ese tipo de consumo minoritario, plural y diverso. Los modelos de mayor ¨¦xito en la Red a nivel internacional son muy peque?os desde el punto de vista econ¨®mico y est¨¢n permanentemente cuestionados (Hulu, Spotify, YouTube, etc¨¦tera). Lo que s¨ª hay es una larga cola de fracasos empresariales.
Las televisiones que emiten sus programas en la Red simult¨¢neamente con otras redes (TDT, cable, sat¨¦lite), con sus anuncios correspondientes, no tienen problemas serios, excepto que la rentabilidad se reduce de diez a uno. Lo preocupante son los programas que necesitan de ingresos adicionales para poder ser amortizados. La televisi¨®n comercial fue siempre gratuita y mantenida por los anunciantes. Pero la taquilla, el v¨ªdeo y la televisi¨®n de pago permiten los ingresos fundamentales. Sin estos ingresos, la mayor parte de los mejores programas, series y pel¨ªculas no existir¨ªan. La inversi¨®n publicitaria mundial en televisi¨®n es hoy menor que los ingresos de la televisi¨®n de pago. En este sentido, existe riesgo de que la Red se parezca a la televisi¨®n en abierto, pero sin regular.
La televisi¨®n de masas la hicieron los pol¨ªticos y los anunciantes mediante un amplio consenso social, pero la televisi¨®n por la Red la har¨¢n los usuarios. Las nuevas televisiones ya se?alan esta tendencia: canales IPTV, agregadores de contenidos, User-generated Content (UGC), agregadores furtivos, web TV, plataformas de IPTV, v¨ªdeos en website, websites de televisi¨®n, videoblogs, v¨ªdeos en redes sociales, podcasts TV, video on demand, mashup, etc¨¦tera. Poco se parecen a la televisi¨®n anal¨®gica. Sin embargo, bajo estas f¨®rmulas aparecen los viejos programas, series, pel¨ªculas, documentales y noticieros, y pocos nuevos formatos. Suelen coincidir bastante los Premios Emmy con las series m¨¢s intercambiadas en las redes P2P.
Las audiencias interclasistas y masivas dan lugar a nuevos ciudadanos que reivindican la libertad de elegir y de participar. Este anhelo de participar rompe la din¨¢mica del broadcast, para ser sustituida por una nueva forma de entender el ocio. Ese salto conlleva una nueva sociedad organizada en torno al individuo y una nueva forma de construcci¨®n social. Para ello, la gente cuenta con numerosos dispositivos que pueden conectarse desde cualquier lugar. Esta evoluci¨®n de redes y dispositivos ha dado lugar a las nuevas formas de entretenimiento que cuestionan el propio concepto de televisi¨®n. Se tratar¨ªa del concepto de "nuestra televisi¨®n" frente a los del pasado: "mi televisi¨®n" (propia de la era puntocom) y "su televisi¨®n" (la de los pol¨ªticos y anunciantes).
Pero estos espectadores tambi¨¦n quieren crear contenidos. Muchos internautas realizan pel¨ªculas, series, cortos, documentales, noticias, gu¨ªas de viaje, revistas de gastronom¨ªa, redes de intercambio de archivos, sistemas de votaci¨®n reivindicando una nueva gobernanza y representaci¨®n pol¨ªtica, miles de aplicaciones (apps) para los smartphones, tabletas, consolas... Es la realidad del "veremos renacer el pintor de fin de semana" que hablaba Negroponte en los a?os ochenta. Intercambian informaci¨®n y pel¨ªculas en los sistemas P2P, votan, aconsejan y opinan de tal modo que cuestionan los agentes de legitimizaci¨®n de la era anal¨®gica. De la "dictadura de los expertos" pasamos a la "sabidur¨ªa de la multitud". Es frecuente comprobar c¨®mo la gente consulta las etiquetas (tag) y votaciones de los usuarios a la hora de elegir un hotel, un restaurante o una pel¨ªcula. Casi todo es "tag-etizado".
Esas nuevas formas de televisi¨®n implican, por primera vez, la colaboraci¨®n de los usuarios. La so?ada interactividad de d¨¦cadas pasadas se transforma en participaci¨®n. Los "nativos digitales" o "nativos 3D" quieren votar, participar, intercambiar, colaborar, mezclar y distribuir, pero tambi¨¦n quieren recomendar y etiquetar (tag-etizan) programas y pel¨ªculas. La televisi¨®n puede convertirse en una mara?a de programas que viajan por la Red de acuerdo a las etiquetas de unos usuarios que sirven a otros para encontrar lo que quieren. The tag is the medium puede ser una realidad en la pr¨®xima d¨¦cada, pero con importantes interrogantes en el presente. No es probable que la televisi¨®n de masas acabe siendo una televisi¨®n a la carta. Es m¨¢s probable que coexistan modelos y formas de televisi¨®n.
Pero las empresas ven otra realidad puesto que su perspectiva es diferente. La industria ve el peligro de "canibalizaci¨®n" de sus ingresos actuales, pues los modelos de negocio que surgen en la Red no son rentables. Esa es una de las conclusiones m¨¢s importantes que podemos sacar despu¨¦s de 20 a?os de Internet. Los triunfadores de la Red no producen contenidos y emergen como peligrosos monopolios. Son los nuevos intermediarios: iTunes no produce ni pel¨ªculas ni m¨²sica, Amazon no edita libros, Google no posee contenidos, Netflix no hace series de televisi¨®n, PayPal no tiene pasivo... Adem¨¢s, estas empresas han construido muros en sus jardines (estrategia wall garden) para hacer sistemas cerrados e incompatibles. Los que producen contenidos ven contradicciones en la "cyberutop¨ªa" que considera la Red como entorno horizontal de libertad donde no existe la propiedad, neutral a los contenidos que circulan, de manera que es posible otro tipo de ocio y comunicaci¨®n de acceso gratuito e intercambio libre, ajeno a los intereses econ¨®micos.
Pero la capacidad de los usuarios para innovar es incre¨ªble. La web 2.0 la han hecho ellos ante la soberbia de las empresas anal¨®gicas. Pero tambi¨¦n los sistemas P2P o el formato mp3. Los usuarios de Internet van a configurar una nueva televisi¨®n que cuestiona las viejas formas de hacer. Estos ya piensan en la l¨®gica del anyone, anywhere, anytime. Las audiencias se dispersan, mientras los contenidos cruzan diferentes dispositivos en una conexi¨®n permanente (cross media).
Uno de los errores frecuente es comparar la televisi¨®n e Internet como si fueran pantallas excluyentes, comparando el tiempo ante la televisi¨®n y en la Red. Sin embargo, lo que m¨¢s se hace en la Red es ver televisi¨®n y leer prensa. Tambi¨¦n es un error maniqueo contraponer la industria cl¨¢sica y los usuarios de Internet. Entre ambos pueden hacer una televisi¨®n mejor. No solo nos jugamos una industria determinante para el empleo, sino la cultura y la creaci¨®n de tejido social. La vieja televisi¨®n transform¨® la sociedad del siglo XX para mejor, y esperemos que estas nuevas televisiones que han nacido con Internet supongan lo mismo en el presente.
Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez Monzoncillo es catedr¨¢tico de Comunicaci¨®n Audiovisual en la URJC y coordinador del libro La televisi¨®n etiquetada: nuevas audiencias, nuevos negocios.
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