Los reales trapos sucios de los Orange
Guillermo y M¨¢xima han tenido que renunciar a una costosa villa en Mozambique
La popularidad de los pr¨ªncipes herederos de Holanda, Guillermo y M¨¢xima, es indiscutible. Con la misma seguridad, sin embargo, sus compatriotas critican su afici¨®n por las vacaciones ex¨®ticas y las villas costosas. Una inclinaci¨®n que acaba de pasarles factura. Hace un a?o, pagaron una parte de la casa que mandaron construir en Machangulo, al sur de Mozambique, a un agente inmobiliario de dudosa reputaci¨®n. Si bien Guillermo y M¨¢xima abonaron sus impuestos sin lucrarse, el intermediario dispon¨ªa de una cuenta en la isla de Jersey, un para¨ªso fiscal en el canal de la Mancha. La propiedad est¨¢ a la venta desde que el rechazo ciudadano les forz¨® a abandonar el proyecto. Pero la forma de pago fue incluida por el antiguo Gobierno, de centro-izquierda, en la Comisi¨®n Secreta del Congreso. Una instancia reservada a la informaci¨®n confidencial del Estado. Como suele ocurrir con la realeza, la imagen resulta esencial. Y en este caso, si bien todo encajaba legalmente, ha habido que justificarlo. Una mala receta.
Hubo un tiempo, sin embargo, en que los secretos de los Orange se guardaban de otra forma. En 1956, sucedi¨® con la crisis matrimonial atravesada por la reina Juliana y su esposo, Bernardo, padres de la actual soberana, Beatriz. El pr¨ªncipe quiso divorciarse por culpa de la influencia ejercida sobre su esposa por una especie de gu¨ªa espiritual. La mujer se llamaba Greet Hofmans, y hab¨ªa sido llamada a palacio para consolarla por el problema de visi¨®n padecido por Cristina, la hija peque?a. Afectada por la rubeola sufrida por su madre durante el embarazo, la ni?a mejor¨® gracias a varias operaciones oculares. Pero la influencia de Hofmans, que inspir¨® ideas pacifistas a Juliana, en plena guerra fr¨ªa, fue enorme. Cuando la situaci¨®n amenaz¨® con provocar un conflicto constitucional, una filtraci¨®n atribuida al propio Bernardo, de origen alem¨¢n, acab¨® con la sanadora.
En un duro art¨ªculo, el diario germano Der Spiegel compar¨® a Hofmans con Rasput¨ªn. Sin m¨¢s ceremonia, la mujer fue expulsada de palacio. Aunque la herida tardar¨ªa en cerrarse, la pareja real salv¨® el matrimonio con distinta fortuna. Juliana retuvo su fama de mujer sin pretensiones. Al final de su vida era incluso "la abuela favorita de la naci¨®n". El pr¨ªncipe acabar¨ªa engullido por su propio esc¨¢ndalo.
En 1976, en su calidad de embajador extraordinario de los Pa¨ªses Bajos, medi¨® en un contrato para la compra de unos aviones de combate F-104. La compa?¨ªa aeron¨¢utica estadounidense Lockheed logr¨® el encargo oficial. A cambio, Bernardo reclam¨® una comisi¨®n de un mill¨®n de d¨®lares. Seg¨²n explicar¨ªa en una entrevista publicada, a t¨ªtulo p¨®stumo, en 2004 por el rotativo De Volkskrant, invirti¨® la suma en el Fondo Mundial para la Naturaleza. No se lo meti¨® en el bolsillo, pero en el momento del esc¨¢ndalo Lockheed, Bernardo se mostr¨® displicente. Lleg¨® a afirmar que carec¨ªa de tiempo "para perderlo en estas cosas". Como resultado del fiasco, dej¨® de representar los intereses econ¨®micos de Holanda en el extranjero.
En el revuelo, afloraron otros cad¨¢veres exquisitos del armario principesco. Entre ellos, las infidelidades con la reina que acabar¨ªan por darle dos hijas extramatrimoniales, Alicia y Alexia. Para sorpresa de los holandeses, Bernardo admiti¨® su existencia y desvel¨® que las chicas, que residen en Estados Unidos y Francia, conocieron a la fallecida reina Juliana. Hasta fueron de vacaciones con ella en el yate real. "Mi esposa siempre las trat¨® bien", reconocer¨ªa el pr¨ªncipe. Una especie de homenaje conyugal, si se tiene en cuenta que no se divorci¨® de Juliana en su d¨ªa, porque, seg¨²n dijo, "ella todav¨ªa me amaba".
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