La dictadura perfecta
Durar, permanecer, perpetuarse, eso es el poder. Superar los avatares de la historia y seguir siempre ah¨ª, como el dinosaurio de Monterroso al despertar, sucedi¨¦ndose a s¨ª mismo. De ah¨ª la bondad intr¨ªnseca de la democracia: todos sus vicios le son perdonados porque es una atenuaci¨®n, un poder mitigado por contrapesos y l¨ªmites que alcanza su momento de gloria en la alternancia.
En pocas ocasiones puede observarse mejor al poder desnudo como en las circunstancias en que los dictadores caen a pu?ados como bolos en la bolera. El ¨²ltimo feliz cap¨ªtulo en que la humanidad se alivi¨® de una entera banda dictatorial fue a partir de 1989, pero esto queda ya lejos. Desde enero pasado est¨¢n en el despe?adero las dictaduras ¨¢rabes, reg¨ªmenes crueles donde los haya, que hacen palidecer a no pocas dictaduras comunistas liquidadas hace m¨¢s de 20 a?os.
Pero este es un cap¨ªtulo abierto, historia en marcha y de final incierto. Llevamos apenas seis meses y el balance en vidas perdidas ya es pavoroso. La anterior oleada condujo a la verg¨¹enza europea de las guerras genocidas en los Balcanes, pero la actual ha arrancado ya con la sangre y el fuego en tres pa¨ªses: Libia, Yemen y Siria; despu¨¦s de una r¨¢pida resoluci¨®n con numerosas v¨ªctimas mortales, pero menos cruenta, en T¨²nez y Egipto, y de la intervenci¨®n sovi¨¦tica de Arabia Saud¨ª en Bahr¨¦in.
Cada derrumbe es un caso, siempre revelador del car¨¢cter de cada dictadura: comparados con Gadafi y El Asad, Ben Ali y Mubarak parecen en su ca¨ªda unos d¨¦spotas ben¨¦volos. En todos vemos un funcionamiento an¨¢logo: una polic¨ªa pol¨ªtica dur¨ªsima, unos servicios secretos de larga y doble mano, el chantaje del terrorismo, la causa palestina como coartada para amansar a la fiera, y la denigraci¨®n de Israel, compatible con una colaboraci¨®n estrecha con el Mosad y el Tsahal justo para atar corto a los palestinos. Y el mismo detalle antes de irse, cuando el dictador suelta a los delincuentes comunes de las c¨¢rceles para que sus s¨²bditos experimenten en propia carne las desventajas de vivir en libertad.
De todas las dictaduras ¨¢rabes, ninguna ha alcanzado los niveles de pureza y perfecci¨®n de Siria. All¨ª ya se ha producido la sucesi¨®n din¨¢stica que otros no alcanzaron. El Asad en nada ha aflojado, como hizo el ¨²ltimo Gadafi, ante las amenazas occidentales. Pero nadie como este enemigo declarado de Israel ha sabido garantizar la estabilidad de la zona y de su frontera. Nadie tampoco ha derramado m¨¢s sangre, incluyendo la de los refugiados palestinos, en sus embates por mantenerse. Y solo una verg¨¹enza mayor perfecciona esta ignominia: la pasividad europea y estadounidense ante el martirio del pueblo sirio. -
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