Carod y los males de ERC
El abandono de Josep Llu¨ªs Carod no es lo peor que le ha ocurrido a Esquerra Republicana (ERC) en los ¨²ltimos tiempos. Desde 2007, ERC no contaba ya para casi nada con Carod, y el divorcio del ex l¨ªder y quienes han controlado la direcci¨®n en esta etapa -Joan Puigcerc¨®s y sus afines- era un hecho asumido por ambas partes. Lo peor del abandono de ERC por Carod es que fue corresponsable de los males de los que termin¨® siendo v¨ªctima, pero no se los ha llevado con ¨¦l: subsisten.
Esquerra tiene desde hace tiempo algunas caracter¨ªsticas muy perjudiciales para su propio quehacer, males end¨¦micos. Uno de ellos es la ausencia de una percepci¨®n realista de la situaci¨®n del propio partido y la consiguiente incapacidad para distinguir entre sus posibilidades efectivas y los deseos. Otro mal que arrastra tambi¨¦n desde hace a?os es la incapacidad de su direcci¨®n para actuar como tal en determinados momentos e imponerse por encima de personalismos y localismos.
El dirigente independentista ha sido v¨ªctima de males end¨¦micos del partido que nunca pudo corregir
S¨ªntoma excelso de estos males es que alguien con la lastimosa trayectoria reciente de Jordi Portabella se atreviera semanas atr¨¢s a postularse como secretario general del partido. Que quien ha protagonizado la espectacular ca¨ªda de Esquerra a la irrelevancia total en nada menos que el Ayuntamiento de Barcelona crea de s¨ª mismo que es la persona adecuada para sacarla del hoyo en el que se halla es un clamoroso ejemplo de esa falta de realismo. Es un perdedor que se ve como un mes¨ªas.
Portabella parece no haberse dado cuenta todav¨ªa de que sus exitosas maniobras de 2007 para mantenerse, contra el criterio de la direcci¨®n, como representante de ERC en el Ayuntamiento barcelon¨¦s tras haber perdido 40.000 votos se hallan en el origen de la reciente victoria electoral de CiU y el PP en la capital catalana. La insensata voluntad de mantener en minor¨ªa durante cuatro a?os a un gobierno municipal de izquierdas, para poder presumir de que ¨¦l, Portabella, era de vez en cuando su salvador, dio por vez primera credibilidad a las derechas como alternativa. La imposibilidad local de la alianza de las izquierdas en Barcelona se proyect¨® con fuerza, adem¨¢s, como ejemplo de la debilidad de la misma alianza en la Generalitat.
La direcci¨®n de ERC no supo imponerse en aquel momento a Portabella. Pero no era la primera ni la m¨¢s relevante ocasi¨®n en que la direcci¨®n del partido era incapaz de actuar como tal, de dirigirlo. El largo, complejo y delicado proceso de elaboraci¨®n y negociaci¨®n de un nuevo Estatuto de Autonom¨ªa mostr¨® palmariamente esa debilidad en un asunto de la m¨¢xima importancia para todos, para Esquerra y para toda la ciudadan¨ªa. Todos los dem¨¢s partidos vieron claramente a lo largo del proceso c¨®mo Esquerra respond¨ªa irreflexivamente a las sucesivas incitaciones de CiU para introducir en el Estatuto las condiciones que terminar¨ªan por convertirlo en v¨ªctima de un Tribunal Constitucional controlado por un PP que no ocultaba ni esta baza ni sus posiciones restrictivas. Todo era muy obvio, pero la direcci¨®n de ERC respond¨ªa a las incitaciones de CiU como cuando un toro va a por el trapo rojo. Lo que en realidad sucedi¨® durante la elaboraci¨®n del proyecto de Estatuto fue que la direcci¨®n de ERC no distingui¨® entre lo que era razonablemente posible y lo que era pura y simple trampa de CiU en la pugna por la hegemon¨ªa de la derecha nacionalista en el espacio pol¨ªtico del catalanismo. Aquella celada de CiU sembr¨® la divisi¨®n en ERC y alent¨® en sus filas el radicalismo que luego se traducir¨ªa en escisiones. Termin¨® por llevar al partido a la locura de defender el no en el refer¨¦ndum de un nuevo Estatuto que hab¨ªa sido su gran apuesta para ampliar el autogobierno de Catalu?a. Es decir, termin¨® por arrebatarle lo que deb¨ªa ser su gran aportaci¨®n pol¨ªtica tras acceder al Gobierno de la Generalitat.
La s¨ªntesis del caso es que, en aquel proceso, quien en realidad ejerci¨® como direcci¨®n de ERC fue la direcci¨®n de CiU. Y lo hizo para llevar a sus rivales republicanos al precipicio, a la contradicci¨®n absoluta de mostrarles como fuerza pol¨ªtica soi-disant reformista que rechaza reformas porque no responden al ideal. No est¨¢ nada claro que ERC haya sacado las conclusiones pertinentes de sus ¨²ltimos 10 a?os.
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