Claudio Bravo, el hiperrealista que se mud¨® al desierto
Hay una contradicci¨®n, casi una maldici¨®n, para el buen pintor. Cuanto m¨¢s fiel es a la realidad lo reflejado a trav¨¦s de la pintura, m¨¢s dif¨ªcil es que esta brille con el halo del arte. Lo saben bien los pintores hiperrealistas, como el chileno Claudio Bravo. Un artista que consigui¨® sin dificultad el reconocimiento de galer¨ªas y coleccionistas, de arist¨®cratas y gente adinerada que hac¨ªa cola para ser retratada por ¨¦l. No siempre fue bien considerado por la cr¨ªtica y los museos. ?l se dej¨® acariciar por el mundo de la fama, pero lleg¨® un momento en que eligi¨® seguir su b¨²squeda del arte a solas. Completamente aislado en el desierto marroqu¨ª, donde muri¨® el pasado 4 de junio de un infarto de miocardio, a los 74 a?os.
El ¨¦xito profesional lo acompa?¨® desde muy joven. Nacido en Valpara¨ªso en 1936, realiz¨® su primera exposici¨®n a los 17 a?os. Solo hab¨ªa tenido un maestro de pintura, por lo que su formaci¨®n se desarroll¨® a lo largo de cada uno de los d¨ªas de su vida. Pr¨¢cticamente autodidacta, Claudio Bravo sabore¨® el triunfo a la edad en la que cumplir los sue?os es lo primero. Se compr¨® un avi¨®n y recorri¨® Chile. Luego decidi¨® ir a Par¨ªs a principios de los a?os sesenta. El transatl¨¢ntico Americo Vespucio le dej¨® en Barcelona y ah¨ª se quiso quedar. Luego se traslad¨® a Madrid, donde se convirti¨® en el retratista m¨¢s demandado. Se dice que pint¨® unos 300 retratos en casi ocho a?os, entre los que se contaban los de la familia real y algunos miembros de la del dictador. El Museo del Prado era uno de los polos de atracci¨®n para ¨¦l, admirador de Vel¨¢zquez, Zurbar¨¢n, el barroco y el Renacimiento. Siempre fue un pintor de g¨¦nero, cultiv¨® tambi¨¦n el bodeg¨®n, el desnudo, los temas religiosos, costumbristas y mundanos. A veces con composiciones que le acercaban a lo fant¨¢stico, pero sin perder una envoltura realista hasta la obsesi¨®n.
En los a?os ochenta tuvo mucho reconocimiento en Nueva York con una serie de cuadros de bolsas y papeles arrugados. Quiz¨¢ lo m¨¢s arriesgado que hizo en cuanto a tem¨¢tica. Hastiado de la popularidad y la vida fr¨ªvola, decidi¨® instalarse en Marruecos. Primero en T¨¢nger, en los a?os noventa, en un palacio de refinada decoraci¨®n pero aislado de lo mundano. Una exc¨¦ntrica vida monacal dedicada al trabajo y a los placeres m¨¢s exquisitos: los de la mesa, el paisaje, los caballos de raza. Algunos amigos c¨¦lebres le visitaban. En 2002, el Consejo de Ministros le concedi¨® la nacionalidad espa?ola por sus m¨¦ritos y aportes art¨ªsticos. En 2008 decidi¨® alejarse a¨²n m¨¢s del ruido y se construy¨® otra residencia en Tarudant, al sur de Marruecos, donde vivi¨® hasta el fin, acompa?ado solo por sus numerosos sirvientes. Solo, pero vinculado a su entorno y apreciado por ellos al donar al pueblo un hospital y una escuela. Pintaba a diario durante largas jornadas. Alguna vez habl¨® de "la angustia de la creatividad". Quiz¨¢ estaba buscando acabar con la maldici¨®n de lo excesivamente real.
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