Paparruchas femeninas
Selecciono, de entre un mont¨®n de ficciones, Acceso no autorizado (Mondadori), de Bel¨¦n Gopegui, Los enamoramientos (Alfaguara), de Javier Mar¨ªas, los Cuentos completos (Seix Barral) de Lydia Davis y los relatos de La colina del Mal Consejo (Siruela), de Amos Oz. Trato de imaginar que no conozco a sus autores, que no s¨¦ "de qu¨¦ van", y que jam¨¢s he le¨ªdo sus obras. En esas condiciones de laboratorio, y suponiendo que alguien me seleccionara algunos p¨¢rrafos de cada uno de esos libros, ?podr¨ªa deducir el sexo de quienes los han escrito?
Un juego parecido -menos inocente de lo que parece-, se lo han sugerido a The Guardian unas provocativas declaraciones de ese reaccionario cascarrabias en que ha ido convirti¨¦ndose el gran escritor V.S. Naipaul. En una reciente entrevista, el autor de la estupenda Una casa para el se?or Biswas (DeBolsillo) volv¨ªa a dar rienda suelta a su megaloman¨ªa (y a su misoginia) afirmando que no cre¨ªa que hubiera ninguna escritora (ni siquiera la se?ora Austen) a la que pudiera considerar a su altura. Que la escritura de las mujeres es "diferente", que es m¨¢s "sentimental" y denota una "visi¨®n m¨¢s estrecha del mundo". Que (incluso) su antigua editora Diana Athill (de la que me van a permitir que les recomiende sus magn¨ªficas memorias Antes de que esto se acabe, publicadas por Duomo), que tanto talento hab¨ªa demostrado cuando editaba sus libros, no hab¨ªa podido evitar ese tipo "paparruchas femeninas" (feminine tosh) cuando se hab¨ªa puesto a escribir. Y, por ¨²ltimo, que ¨¦l puede adivinar, leyendo tan s¨®lo "uno o dos p¨¢rrafos", si un libro ha sido escrito por un hombre o por una mujer.
Ya sab¨ªamos -y se ha puesto de manifiesto mucho m¨¢s gravemente a prop¨®sito del centenario de C¨¦line- que se puede ser a la vez un grand¨ªsimo escritor y un perfecto cabronazo. Y tambi¨¦n sabemos que Naipaul abre peri¨®dicamente su caja de truenos para recabar la atenci¨®n del p¨²blico. Pero lo que hoy me interesa es, una vez m¨¢s, si existen pistas fiables -como parece creer don Vidia- que permitan adivinar el sexo del ?novelista con la mera lectura de fragmentos de su obra. Un juego (aunque se haga en serio) en el que han participado todos los que alguna vez han sido jurados de un premio literario o miembros de un comit¨¦ de lectura en los que se exige la presentaci¨®n de los originales de forma an¨®nima o bajo plica.
Mi experiencia me dice que cuando uno intenta adivinar el sexo del autor de una novela se basa en t¨®picas generalizaciones de las que solemos echar mano m¨¢s o menos conscientemente. La primera es la que apunta a la identidad de quien protagoniza o narra la historia (sobre todo si est¨¢ en primera persona), pero hay muchas m¨¢s. Si el texto es "sentimental", por ejemplo, tendemos a adjudicarle un origen de g¨¦nero distinto al que habla de violencia o de muerte. Y as¨ª sucesivamente. Pero con frecuencia este tipo de "inducci¨®n" no prueba mucho m¨¢s que el veredicto de una moneda arrojada al aire. Unas veces se acierta y otras no. Supongo que la psicolog¨ªa cognitiva y la ling¨¹¨ªstica tienen mucho que decir respecto al posible uso espec¨ªfico que del lenguaje hacen hombres y mujeres, pero en mi trabajo me encontrado aut¨¦nticas sorpresas.
En todo caso, la gran literatura no compite. Y menos por el g¨¦nero. ?Es "mejor" (otra forma de preguntar si "est¨¢n a la altura") Malamud que McCullers? ?Pardo Baz¨¢n que Gald¨®s? ?Munro que McEwan? Es absurdo; me niego a elegir. En todo caso, ?qui¨¦n podr¨ªa decirlo? ?La cr¨ªtica? ?La academia? ?La universidad? Dicho de otro modo, ?qui¨¦n decide el canon? O, un poco m¨¢s all¨¢: qui¨¦nes son (y a qu¨¦ sexo pertenecen) los miembros de tales jurados. Y ah¨ª -nadie puede enga?arse- las mujeres no son precisamente la mitad del cielo y no hay moneda al aire que valga.
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