Juegos temerarios
Grecia necesita un plan de rescate cre¨ªble para no poner en peligro la estabilidad europea
Agobiados por la urgencia de evitar el impago de Grecia, que llevar¨ªa a una crisis sin precedentes del sistema, los ministros de Finanzas de la zona euro buscan desesperadamente una f¨®rmula que permita cerrar la brecha abierta entre los partidarios de que los bancos privados participen obligatoriamente en una quita de la deuda griega (como Alemania) y quienes, como el Banco Central Europeo, proponen una participaci¨®n voluntaria en la operaci¨®n, porque entienden que el da?o causado a la banca privada por una imposici¨®n pol¨ªtica podr¨ªa arruinar definitivamente sus delicados balances. El caso es grave. Grecia se encuentra al borde del impago y cualquier reestructuraci¨®n de la deuda, tal como propone Alemania, equivaldr¨ªa a un impago, con el consiguiente desajuste en el equilibrio financiero de la eurozona.
Por tanto, como Grecia no puede quebrar, las opciones disponibles son apenas dos. O se acepta una nueva inyecci¨®n de dinero, un segundo rescate, de unos 90.000 millones de euros, o se articula una quita voluntaria, que no generar¨ªa calificaci¨®n de impago. Parece inconcebible que Alemania insista en una quita obligada. Su terquedad en este punto indica bien a las claras que el equipo de Gobierno de Merkel ha perdido el sentido de la realidad. No es necesario insistir en el t¨®pico de atribuir la intransigencia alemana a los costes electorales. Incluso contando con el coste de los votos, Merkel y su ministro de Econom¨ªa, Wolfgang Sch?uble, tienen que admitir que el juego de la reticencia, el aplazamiento y el pulso permanente a la realidad es muy peligroso.
Porque ese juego deteriora poco a poco la credibilidad financiera de otros pa¨ªses que cuentan en los mercados. Como por ejemplo, Espa?a. La prima de riesgo espa?ola es extremadamente sensible a las vicisitudes de Grecia. Como lo ser¨¢ a las que en el futuro, si la situaci¨®n no se corrige, afecten a Irlanda o Portugal. Cada paso atr¨¢s de Atenas se contabiliza como un aumento del diferencial de deuda en Lisboa, Dubl¨ªn o Madrid. Con la particularidad de que, cuando se calman los mercados, ese diferencial no vuelve al nivel previo a la crisis, sino que se encasquilla en niveles m¨¢s altos. Al ritmo que va, cada semana que permanece sin resolverse el caso griego son entre cinco y 10 puntos m¨¢s de diferencial para Espa?a. Si la indefinici¨®n se prolonga, la crisis de la deuda puede convertirse en un factor que empuje a un adelanto electoral obligado en Espa?a.
Es urgente que las autoridades alemanas (y Bruselas) recapaciten y entiendan que el modelo vigente de rescates ha fracasado. Grecia necesita otro plan de ayuda no solo porque sus cuentas p¨²blicas sean desastrosas y porque proliferen los fraudes a la seguridad social, sino porque los pr¨¦stamos concedidos son onerosos, las exigencias de ajuste pesadas y los plazos de reducci¨®n del d¨¦ficit perentorios. Los planes de rescate deben permitir tambi¨¦n la recuperaci¨®n. En caso contrario, los pa¨ªses perif¨¦ricos del euro est¨¢n condenados a una crisis financiera perpetua.
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