La banda sonora de la cat¨¢strofe
Las melod¨ªas de un para¨ªso perdido llenaron ayer el primer d¨ªa del festival
Un s¨ªmbolo del euro boca arriba y un festival de m¨²sica electr¨®nica en venta. Este a?o S¨®nar dedica su imagen a la crisis, a los tiempos oscuros que atraviesa el mundo por culpa de las burbujas. Y de c¨®mo afrontar el cambio hablan, en cierto modo, tambi¨¦n las propuestas art¨ªsticas del cartel. Por un lado, la tiniebla asumida de nombres como Aphex Twin, las bandas del sello Tri Angle y Hype Williams, que mayoritariamente empiezan a llegar hoy para mirar de frente la cat¨¢strofe con un sonido nada complaciente. Por otro, los recuerdos de un tiempo mejor al que se puede volver imaginando una juventud que otros vivieron por nosotros. Son los ecos de un para¨ªso perdido y cuyas melod¨ªas llegaron ayer a trav¨¦s de las reverberaciones de Toro y Moi y del inesperado ritmo soleado del veintea?ero Nicolas Jaar. Ellos son insultantemente j¨®venes y universitarios. No parecen indignados. Esta crisis no va con ellos.
A Toro y Moi le adorna un sonido continuador del 'chill wave'
Porque este chico de origen chileno se sac¨® ayer de la manga una maravillosa reinterpretaci¨®n de Space is only noise, su ¨²nico y delicado trabajo. Lo satur¨® de sintetizadores y ritmos, se trajo a una banda con teclados, bajo, guitarra y saxof¨®n, y puso a saltar a las 1.000 personas que apenas cupieron en el hall del CCCB a las cinco de la tarde. Sucede en pocos festivales; casi nadie tiene un recinto as¨ª, en el coraz¨®n de la ciudad, en el mismo lobby de un centro de cultura contempor¨¢nea, que cede su espacio a la m¨²sica de vanguardia y a los que la quieren bailar sin r¨¢canas condiciones. Y ah¨ª Jaar movi¨® a la banda como un director de orquesta, dej¨® improvisar hasta donde le dio la gana, y propuso una electr¨®nica construida como si fuera jazz para se?alar el lugar donde reside hoy la inteligencia musical. Un efecto que, claro, solo produce alegr¨ªa despreocupada.
Por la ma?ana, otro chaval de 24 a?os, bien aseado y encamisado, con una indisimulable cara de empoll¨®n y unas gafas tipo Le Corbusier, se coloc¨® bajo el sol de las tres de la tarde para desplegar con una banda su propia idea de los recuerdos y la felicidad. Chaz Bundick, alias Toro y Moi, no quiere contar nada m¨¢s que historias de sus amigos y de su vida. Le adorna un sonido producido originalmente desde su dormitorio, claramente continuador de los experimentos chill wave de Animal Collective, que ha sabido trasladar a la complejidad de una banda sin perder detalles. Miles de bermudas, camisetas de tirantes y sandalias se jugaron a esa hora una lipotimia para agradec¨¦rselo.
Y ah¨ª fue cuando empez¨® realmente el S¨®nar de este a?o. Cuando el escenario principal, rodeado de dos museos y una universidad, record¨® que el evento disfruta del control de su tama?o y apuesta por artistas que no se conforman con recitar la lecci¨®n heredada de sus padres.
Como los japoneses Daito Manabe, que dentro del Macba, en un espect¨¢culo m¨¢s circense que musical, desplegaron un show en el que decenas de sensores que llevaban pegados en la cara les arrancaban muecas al son de las chirriantes frecuencias de sus m¨¢quinas. Quiz¨¢ no daba tanto de s¨ª la ocurrencia.
Como tampoco convenci¨® el esperado Tyondai Braxton, exl¨ªder de unos Battles que parece que le a?oran tanto como ¨¦l a ellos. Lleg¨® al hall del CCCB, se sent¨® en la mesa donde ten¨ªa los aparatos y empez¨® a escupir una electr¨®nica ¨¢spera, tan pretendidamente abstracta como irrelevante. Raime, por suerte, -la ¨²nica banda que, seg¨²n sus propias palabras, interesa a Aphex Twin, el padre de todo el asunto- ech¨® el cierre a la jornada con un oscuro y profundo lamento sonoro sobre un familiar mundo en descomposici¨®n. Otra idea, claro, sobre el signo de los tiempos.
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