La 'mundialidad'
La revoluci¨®n ¨¢rabe ha sorprendido a todo el mundo. Prueba de que la historia, detr¨¢s de la aparente inmovilidad de las sociedades, surge con frecuencia all¨ª donde no se espera. El efecto aleteo de la mariposa en T¨²nez -la bofetada- se ha transformado en rayo en Egipto, en tormenta en Libia, en tsunami en todas partes del mundo ¨¢rabe. Incluso los pa¨ªses que dan la impresi¨®n de escapar al soplo potente de la revuelta de los derechos -Marruecos, Argelia, L¨ªbano, Arabia Saud¨ª- est¨¢n en realidad tocados. Es una nueva era que se anuncia.
Frente a esta insurrecci¨®n, los poderes autoritarios reaccionan, se organizan, se ayudan entre ellos, masacran (Siria, Libia, Yemen) a las poblaciones cuando no logran contenerlas con sus m¨¦todos represivos habituales.
Sabemos las causas sociales de la revoluci¨®n ¨¢rabe: emergencia de las clases medias empobrecidas como actores aut¨®nomos; revuelta de las clases populares sobreexplotadas, precarizadas, marginadas; explosi¨®n de la juventud (16-25 a?os) educada frente a unos poderes dogm¨¢ticos, r¨ªgidos y culturalmente atrasados.
Esas poblaciones viven una realidad muy opresora de corrupci¨®n, nepotismo, violencia sexista, de aislamiento ideol¨®gico en unos identitarismos reaccionarios, a la vez que la dominaci¨®n sin reservas de clases dirigentes codiciosas y antidemocr¨¢ticas. Esa es la raz¨®n por la que del Magreb al Mashreq encontramos en todas partes la misma c¨®lera, los mismos actores sociales, los mismos males.
Para explicar esta situaci¨®n, hay que superar las evidencias: emergencia del individuo, revuelta moral, explosi¨®n liberal, etc¨¦tera. Todos esos rasgos son indudables. Pero queda a¨²n por saber por qu¨¦, ?y por qu¨¦ ahora? Entre las razones que podemos desvelar, una de las m¨¢s importantes se debe al advenimiento de una nueva conciencia com¨²n, que desmiente los discursos oficiales de los poderes autoritarios sobre la identidad de esas naciones y, a la vez, inflige un reverso mordaz al prejuicio occidental-centrista del "choque de las culturas" y de la "guerra de las identidades".
Esta nueva conciencia, m¨¢s llamativa en los comportamientos de las clases medias ¨¢rabes y de la juventud, pertenece a lo que el gran ensayista y poeta antillano Edgar Glissant llamaba "la mundialidad". En general, la globalizaci¨®n es percibida como expansi¨®n de bienes, mercanc¨ªas y capitales. Pero implica tambi¨¦n, de facto, la emergencia de valores universales comunes m¨¢s o menos correspondientes.
Esos valores a¨²n son l¨¢biles, fluctuantes, pero constituyen ya un fondo de identidad com¨²n, m¨¢s all¨¢ de las pertenencias nacionales tradicionales. Con una palabra, los mismos valores, las mismas aspiraciones unen a las poblaciones consciente o inconscientemente: se focalizan en una fuerte demanda de ciudadan¨ªa (no solo de reconocimiento de la individualidad), de formaci¨®n de un inter¨¦s general m¨¢s all¨¢ y en contra del particularismo de los intereses privados, de aspiraciones a un r¨¦gimen de igualdad y de derechos sociales, de refundaci¨®n de la soberan¨ªa popular con la democracia participativa, de instituciones de Estados de derecho sometidos al poder de la ley (y no del dirigente supremo).
Esos valores son portados indudablemente por las clases modernizadoras (principalmente las clases medias) y reforzados por el proceso de globalizaci¨®n. La "mundialidad" es precisamente lo que, en las reivindicaciones actuales de los j¨®venes y de las clases medias y populares en el mundo ¨¢rabe, responde a aquellas mismas categor¨ªas de la poblaci¨®n en todas partes del mundo. Desde los indignados espa?oles a las probables explosiones por venir ma?ana en otros pa¨ªses, nos vemos y veremos confrontados a esa misma identidad "mundializante".
Tinte patri¨®tico
Pero todo el inter¨¦s de esta figura identitaria nueva radica en que aparece en primer lugar como la superaci¨®n de la "mundializaci¨®n" solamente -y de un modo s¨®rdido- econ¨®mica y, a la vez, en que arraiga en la identidad nacional de los pa¨ªses concernidos. Esa es la raz¨®n por la que en todo el mundo ¨¢rabe, las revueltas a favor de la emancipaci¨®n democr¨¢tica se envuelven en la reapropiaci¨®n patri¨®tica: que los j¨®venes tunecinos, egipcios, yemen¨ªes, sirios desaf¨ªen a la represi¨®n cubiertos en las banderas de sus naciones no es una casualidad. Hacen as¨ª alarde a la vez de su arraigo nacional y de su apertura de esp¨ªritu universalista. Constituyen de hecho un nuevo mundo. Los valores de rep¨²blica y democracia son as¨ª secularizados; no pertenecen, como dice el jurista tunecino Yadh ben Achur, ni a "Occidente" ni a "Oriente". Son universales. Esta globalizaci¨®n se opone as¨ª radicalmente a todos aquellos que, prisioneros de esquemas regresivos, han pretendido, estos ¨²ltimos a?os, encerrar a los pueblos ¨¢rabes en el identitarismo religioso y el arca¨ªsmo autoritario. Como se opone a la ideolog¨ªa del conflicto de las civilizaciones y a los enfrentamientos confesionales.
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