Volver

El comensal debe volver a los lugares que sue?a, que no son los del crimen, sino los del placer. A aquellos establecimientos de fama indestructible porque su calidad y criterio as¨ª lo determinan.

Si se pretende en los alrededores de Valencia comer un arroz hecho con conocimiento del medio y del producto debemos dirigirnos a la incombustible Carmina que desde El Saler proporciona aquello que solicitan for¨¢neos y nativos. Ubicado en una planta baja, cuya decoraci¨®n oscila entre los muebles cl¨¢sicos y los cuadros contempor¨¢neos, el local sirve con holgura a los fines requeridos, que no son otros que conocer de primera mano una cocina que hunde sus ra¨ªces en la marjal, en los humedales que surgen de la inmediata Albufera.

A su advocaci¨®n el cerebro se ilustra con las anguilas, que aqu¨ª preparan de la cl¨¢sica manera -al all i pebre- y tambi¨¦n fritas, lo cual proporciona a la piel un crujiente que contrasta con la suavidad de la carne grasa. Tambi¨¦n con los suquets, o con cualquier producto marinero, como los calamares o las cigalas, que presentan salteadas.

Pero son sin duda los arroces los platos m¨¢s celebrados, as¨ª sea porque conforman la base del habitual men¨²: secos o caldosos, de marisco, de sepia y alcachofa, o algunos como el de chipirones, que se preparan previa solicitud anterior a la visita.

En nuestra ¨²ltima visita tomamos uno caldoso, elaborado con rape y setas -en este caso boletus edulis previamente confitados- que le confer¨ªan a cada bocado que con ellas tropezaba, un momento puntual de acidez que animaba a seguir comiendo una f¨®rmula tan melodiosa y llena de sosiego como el arroz con un fondo marinero y peque?os trozos de las prietas carnes del pescado.