El 'western' seg¨²n Mateo
La primera vez que Alejandro Amen¨¢bar repar¨® en Mateo Gil pens¨® que aquel compa?ero suyo de clase se estaba equivocando. Gil, un canario de ojos claros llegado a Madrid con el prop¨®sito de estudiar cine, discut¨ªa con una profesora de la Facultad de Ciencias de la Informaci¨®n. Intentaba convencerla de que no estaba explicando bien la lecci¨®n. "?Qui¨¦n ser¨ªa ese idiota que buscaba desesperadamente un suspenso?". Al t¨¦rmino de la clase, Amen¨¢bar se acerc¨® al kamikaze acad¨¦mico: "Le dije que no fuera tan pesado, que no merec¨ªa la pena". Aquel fue el principio no solo de una gran amistad, sino de una de las parejas creativas m¨¢s s¨®lidas y fruct¨ªferas del cine espa?ol reciente. Juntos han firmado, adem¨¢s de varios cortometrajes, los guiones de Abre los ojos, Mar adentro y ?gora. Tesis, la pel¨ªcula que convirti¨® con 23 a?os a Amen¨¢bar en un talento precoz -y de la que Gil fue ayudante de direcci¨®n-, beb¨ªa del mundo de estudiantes de ambos. "?ramos los dos freaks de clase", recuerda Amen¨¢bar.
"A m¨ª me gustar¨ªa hacer pel¨ªculas como hace 10 a?os, pero eso ya es imposible"
"Nunca quise ser guionista. ?qui¨¦n querr¨ªa serlo con lo poco que se cuidan en Espa?a?"
"No me creo nada, pero por alguna raz¨®n no puedo dejar de hacer las cosas"
"Gil se ha atrevido con todo, incluso a ponerle nuevo rostro a Cassidy"
Amen¨¢bar lo reconoce, Mateo Gil era m¨¢s maduro que el resto, m¨¢s inteligente y m¨¢s noble. Aunque nada de eso evit¨® que aquella profesora le suspendiera. "Nunca supo venderse bien, no es muy p¨ªcaro", justifica su viejo amigo. Quiz¨¢ eso explique por qu¨¦ Mateo Gil, pese a una carrera de ¨¦xitos, destile un fondo de ¨ªntimo fracaso. A sus 38 a?os ha ganado cuatro goyas, pero nadie le ha visto a¨²n rondar una gala de los Premios de la Academia. ?l se jacta de haberse librado siempre en lo posible de pisar una alfombra roja. No recogi¨® ni el Goya como director del cortometraje Dime que yo ni los tres como guionista que logr¨® por ?gora, Mar adentro o El m¨¦todo, esta ¨²ltima dirigida por Marcelo Pi?eyro.
Su segundo largometraje como director, Blackthorn, un western rodado en ingl¨¦s con Sam Shepard y Eduardo Noriega a la cabeza del reparto, puede significar la consolidaci¨®n definitiva de un hombre que hasta ahora parec¨ªa sentir alergia al triunfo. O, mejor dicho, a creerse los triunfos. "Tengo los cajones de mi casa llenos de proyectos fallidos", dice justificando una innata tendencia a verlo negro, a no querer formar parte de un mundo en el que no acababa de encontrar su sitio. "Yo llevo mucho tiempo aqu¨ª, pero de alguna manera es como si a¨²n no hubiera llegado. Aunque quiz¨¢ ya llegu¨¦ a un sitio y ahora solo toca jubilarse. No lo s¨¦. A m¨ª me gustar¨ªa hacer pel¨ªculas como se hac¨ªan hace diez a?os, pero eso ya es imposible, as¨ª que no dejo de pensar por d¨®nde puedo tirar. En pocos a?os, las cosas se han puesto muy dif¨ªciles para todos y solo s¨¦ que hoy ni siquiera podr¨ªa volver a hacer una pel¨ªcula como Blackthorn".
"Mateo duerme en una cama de ceniza", bromea Amen¨¢bar. "Nunca es su sitio, ni su momento, ni su lugar, y siempre tendr¨ªa que dedicarse a otra cosa. Lleva a?os diciendo lo mismo. No le hacemos ni caso". "Llevamos mucho tiempo vi¨¦ndole quejarse, pero sin dejar un solo d¨ªa de trabajar", interviene Eduardo Noriega, otro de sus mejores amigos. "Mateo es una contradicci¨®n con patas. Tiene una mezcla perfecta entre ingenuidad y lucidez que le hace irresistible, y no solo hablo de su ¨¦xito con las mujeres. ?l siempre ve el vaso medio vac¨ªo, pero lo cierto es que sin un poco de seguridad en uno mismo nadie se dedicar¨ªa a esto. Es verdad que le gustar¨ªa escribir y dirigir sin que nadie le conozca, pero eso no le hace detenerse. Es pesimista, es autocr¨ªtico, pero a la vez conf¨ªa mucho en s¨ª mismo. Un pesimista de verdad no avanza y ¨¦l es perseverante y trabajador".
"No me gusta mucho el mundo de la far¨¢ndula, me siento m¨¢s c¨®modo en un entorno sencillo", a?ade Gil, sentado en una luminosa cafeter¨ªa del barrio madrile?o de Malasa?a, donde vive. Cerca de all¨ª, en otro bar de la plaza del Dos de Mayo, trabaj¨® en los a?os noventa como camarero. Eran sus primeros pasos en Madrid como un estudiante desencantado con una universidad donde no encontraba lo que quer¨ªa. Acab¨® vendiendo enciclopedias por las casas y repartiendo paquetes como mensajero.
Hijo mediano de una "curranta" y de un agricultor de Telde, Gil dej¨® Las Palmas al acabar el bachillerato. Empez¨® la carrera pensando que all¨ª encontrar¨ªa una respuesta a su vocaci¨®n cinematogr¨¢fica, pero a los dos a?os empez¨® a buscar trabajos complementarios, consciente de que con el decaimiento de su dedicaci¨®n a los estudios se esfumaba la posibilidad de obtener becas para pag¨¢rselos. La repuesta a su vocaci¨®n no la encontr¨® en las clases, sino en un grupo de inadaptados: Carlos Montero, creador de la popular serie F¨ªsica o qu¨ªmica, Amen¨¢bar y, m¨¢s tarde, dos actores entonces aficionados, Eduardo Noriega y Fele Mart¨ªnez. Con ellos, desde el primer curso, empez¨® a rodar piezas de v¨ªdeo.
Eran plenos a?os noventa y estos ni?os criados en los ochenta se abr¨ªan paso cargados de energ¨ªa, pero con los lastres propios de una generaci¨®n que nunca entendi¨® bien cu¨¢l era su papel como grupo. Sin representantes posibles, incluso una c¨¢mara de cine, due?a hasta entonces de todos los sue?os, se pod¨ªa convertir en sus manos en un arma de destrucci¨®n del ambiente que respiraban los pasillos de su odiada Facultad. En Himen¨®ptero, el corto que encerraba el embri¨®n de Tesis, Mateo Gil aparec¨ªa como director de fotograf¨ªa.
"De los tres trabajos que tuve al llegar a Madrid, me quedo de lejos con el de camarero. Aquella fue una buena ¨¦poca para m¨ª", asegura. "Nunca quise ser guionista, ?qui¨¦n querr¨ªa serlo con lo poco que se cuidan en Espa?a? Solo un masoquista. Yo tuve la suerte de encontrar a Alejandro, con el que me entend¨ªa perfectamente. Y s¨¦ que hoy no estar¨ªa aqu¨ª si no fuera por ¨¦l. Nos formamos juntos y luego, cuando tuvo ¨¦xito, me abri¨® muchas puertas. Pero lo cierto es que me convert¨ª en escritor de cine por casualidad, porque mi vocaci¨®n no era escribir. De hecho, era muy malo, pero aprend¨ª los trucos y a adaptarme, aunque nunca he sabido si de verdad era lo m¨ªo", a?ade.
Lo cierto es que Mateo Gil se convirti¨® en el front¨®n de Amen¨¢bar y juntos llevaron lejos dos imaginaciones a priori opuestas. "Digamos que yo era m¨¢s de cine de palomitas, y Mateo, de versi¨®n original. Gracias a ¨¦l vi mucho cine que hasta entonces desconoc¨ªa". "Verlos trabajar es un espect¨¢culo. Sus conversaciones son eternas. Mateo aport¨® calidez a Amen¨¢bar. Domina muy bien la estructura del guion", asegura el productor habitual de Amen¨¢bar, Fernando Bovaira, que tambi¨¦n estuvo detr¨¢s de Nadie conoce a nadie, la pel¨ªcula con la que hace m¨¢s de una d¨¦cada Gil debut¨® como director.
Entre su ¨®pera prima y Blackthorn naufrag¨® el proyecto m¨¢s ambicioso y personal del cineasta: la adaptaci¨®n al cine de una de las obras cumbres de la literatura, Pedro P¨¢ramo. Quienes le conocen dicen que Mateo Gil vivi¨® un verdadero calvario al ver c¨®mo se derrumbaba el proyecto de su vida. Aunque pudoroso a la hora de exhibir sentimientos, no niega que aquel fracaso marc¨® un antes y un despu¨¦s en su camino. "Solo puedo decir que fue un golpe tremendo. Es una pel¨ªcula con la que estaba obsesionado desde los 18 a?os. Es dif¨ªcil definir por qu¨¦ era as¨ª; ten¨ªa que ver con una visi¨®n general de la vida con la que me identificaba. Una visi¨®n que tiene que ver con una melancol¨ªa muy profunda que est¨¢ en Pedro P¨¢ramo y en el propio Rulfo. Escrib¨ª el guion en dos meses. Lo llevaba totalmente dentro. Ahora la tengo totalmente aparcada, pero si pienso que nunca la har¨¦, me pongo a llorar". Asoma el hombre obstinado: "O la hago como quiero o no la hago. Solo tiene sentido la propuesta tal cual era. Una propuesta naturalista, una adaptaci¨®n de la ¨¦poca fiel. No quer¨ªa hacer una pel¨ªcula con un ambiente on¨ªrico o m¨ªstico".
Aunque todo el mundo habla maravillas de aquel guion, toda la coyuntura estuvo de espaldas a Mateo Gil y su historia. Se qued¨® solo. A lo mejor parte de aquel fracaso se deba tambi¨¦n a su propensi¨®n a huir del conflicto. No le gustan los golpes en la mesa ni los gritos. "S¨¦ que muchas personas de mi equipo en Blackthorn pensaban que era poco duro, y quiz¨¢ ten¨ªan raz¨®n. Fue un rodaje muy complicado, pero a m¨ª me cuesta explotar. Mi director de fotograf¨ªa, Juan Ruiz de Anch¨ªa, trata siempre de usted a sus el¨¦ctricos y esas formas suyas me parecen un buen ejemplo. La buena educaci¨®n siempre es buena".
Tras el fiasco de Pedro P¨¢ramo (en cuya preproducci¨®n trabaj¨® durante meses en M¨¦xico) se oculta el germen del filme que ahora se estrena. De alguna manera, la sombra de aquella planea sobre esta, una pel¨ªcula sobre la amistad, sobre la vejez, sobre el tiempo -"un tiempo que vivimos de manera muy dram¨¢tica", dice su director- y sobre la muerte. Se cur¨® de la herida primero dirigiendo el cortometraje Dime que yo (en el que afloraban otro tipo de fantasmas: los de la pareja) y sobre todo a trav¨¦s de un western inclasificable en el que saca de la tumba al mism¨ªsimo forajido Butch Cassidy y con el que de alguna manera confirma que es de esos que no tiran f¨¢cilmente la toalla, algo que encaja con una frase que el propio cineasta suelta sobre s¨ª mismo: "No me creo nada, pero por alguna raz¨®n no puedo dejar de hacer las cosas". As¨ª que ahora, cabalgando en la pantalla a lomos de la vida eterna de un hombre muerto, no cuesta imaginar a sus amigos decirle: "Anda, Mateo, te saliste con la tuya. Apuraste el vaso medio vac¨ªo".
Butch Cassidy cabalga de nuevo por ROC?O GARC?A
Qu¨¦ fue de Butch Cassidy en Bolivia? ?Y si no muri¨® junto a su amigo Sundance Kid en un enfrentamiento con el ej¨¦rcito en 1908? ?Qu¨¦ vida llevar¨ªa ese legendario forajido americano, minucioso planificador de sus atracos a bancos y grandes corporaciones? ?Seguir¨ªa rechazando la violencia? ?El buen humor continuar¨ªa siendo parte imprescindible de su car¨¢cter? ?Era ya un hombre cansado? Pues para indagar en todo eso, lo mejor es ir al cine a ver la pel¨ªcula Blackthorn. Sin destino, el segundo largometraje de Mateo Gil.
No se topar¨¢n solo con ese personaje real, toda una leyenda en Estados Unidos; tambi¨¦n se encontrar¨¢n con un western en el sentido m¨¢s cl¨¢sico, una grata sorpresa en el panorama cinematogr¨¢fico en Espa?a. Protagonizada por Sam Shepard, Eduardo Noriega y Stephen Rea, entre otros, Blackthorn. Sin destino, rodada en el altiplano boliviano con un presupuesto de alrededor de 3,5 millones de euros, se estrena el pr¨®ximo 1 de julio.
La sorpresa empieza en el propio Mateo Gil. Nunca se imagin¨® el realizador de Nadie conoce a nadie dirigiendo un western, el g¨¦nero pionero en la historia del cine. Se recuerda el director de ni?o en la calle jugando con otros ni?os. Eran vaqueros que se peleaban y se golpeaban aparatosamente. Esa fue la primera aproximaci¨®n al western real, porque al de las pel¨ªculas lleg¨® en las sesiones de los s¨¢bados en televisi¨®n.
"Mi primera formaci¨®n como cineasta estuvo en el western. Muchos directores hemos tenido siempre la fantas¨ªa de realizar uno. Yo he tenido la suerte de poder hacerlo". Fue una mezcla de circunstancias las que provocaron la llegada de Gil a esta pel¨ªcula. Metido ¨¦l en el proyecto de Pedro P¨¢ramo, movi¨® incluso el gui¨®n escrito por su amigo Miguel Barros por diversas productoras, pero sin pensarse nunca como director. Cay¨® Pedro P¨¢ramo y el productor Andr¨¦s Santana -"cabez¨®n donde los haya"- le propuso unir sus fuerzas para esta aventura que ha durado m¨¢s de tres a?os.
"Una de las cosas que m¨¢s me atraen del western es que, teniendo dosis de suspense, de acci¨®n, incluso de romanticismo, es un g¨¦nero muy pol¨ªtico, que permite narrar conflictos morales en t¨¦rminos muy sencillos. Es perfecto para el drama, todos los temas que trata siguen vigentes, la propiedad, la preponderancia de la ambici¨®n frente a valores como la amistad y la libertad, qu¨¦ l¨ªneas cruzar o no frente a la autoridad", asegura Gil.
Se ha atrevido con todo. Lo ha hecho de frente, con humildad y siendo consciente de que su objetivo era homenajear el g¨¦nero, con una mirada respetuosa y peque?a alejada del cine m¨¢s espect¨¢culo. Ha osado incluso poner rostro de nuevo a Butch Cassidy, despu¨¦s de que Paul Newman lo inmortalizara en 1969 en Dos hombres y un destino, dirigido por George Roy Hill.
Es verdad que lo ha hecho con el gran Sam Shepard, pero con todo y con ello... "M¨¢s que ponerle un nuevo rostro con Shepard, lo que m¨¢s tem¨ªa era hacer una pel¨ªcula sobre Cassidy, toda una leyenda en Estados Unidos. Desde el principio me ayud¨® a mantener mi miedo algo acotado el hecho de pensar que el mercado natural de mi pel¨ªcula era Espa?a y no Estados Unidos, aunque ahora se est¨¢ vendiendo muy bien e incluso hay fecha de estreno para ese pa¨ªs. De esta manera me quitaba un poco la presi¨®n. Por otra parte, creo que el hecho de que Dos hombres y un destino pegara tan fuerte ha segado de alguna manera el personaje real y ha dejado en el tintero un mont¨®n de aspectos que a m¨ª me parecen muy interesantes". Fue aqu¨ª donde apareci¨® Mateo Gil y toda su panda. Para hacer un retrato de un tipo muy especial. Las caracter¨ªsticas del personaje est¨¢n basadas en la realidad, el resto es ficci¨®n. Y la realidad es que Cassidy era un ladr¨®n de bancos con vocaci¨®n, que nunca robaba a la gente, sino que lo hac¨ªa a las grandes compa?¨ªas ferroviarias, financieras o mineras. Un tipo que planificaba los atracos para evitar la violencia. "Nunca he tenido que matar a nadie". Esta frase, atribuida al forajido, puede ser verdad o no, pero Mateo Gil asegura que Cassidy se impon¨ªa con autoridad al frente de bandas plagadas de asesinos y psic¨®patas. Pero detr¨¢s de los atracos de este h¨¦roe de leyenda no solo estaba el deseo de hacerse con el bot¨ªn, tambi¨¦n una lucha ideol¨®gica contra los grandes propietarios de la tierra y los potentados en un mundo de miseria.
El realizador afirma que para enfrentarse a este reto "revis¨¦ much¨ªsimos westerns. Los vi, los disfrut¨¦, pero sin tomar ninguna nota, solo me dej¨¦ empapar. Hay un riesgo cuando te enfrentas a un g¨¦nero como este donde se han hecho tan buen¨ªsimas pel¨ªculas. Por encima de todo quer¨ªa hacer un homenaje a ese g¨¦nero y esa ¨¦poca". No hubo siquiera un planteamiento te¨®rico demasiado estricto. Fue en los primeros d¨ªas del rodaje cuando surgi¨®, entre todo el equipo, el estilo del filme, como esa utilizaci¨®n del zoom continuo o, ya en la posproducci¨®n, el cambio de la cinta a scope.
Ah¨ª ten¨ªan el altiplano, a m¨¢s de 3.500 metros sobre el nivel del mar. Fueron meses de reconocimiento para decidir si ese paisaje merec¨ªa la pena y si era viable el rodaje. La conclusi¨®n que sacaron fue que no era viable, pero s¨ª imprescindible. "El altiplano es un paisaje diferente al que vemos en los westerns. Estamos tan acostumbrados a ver paisajes maravillosos en el cine que de alguna manera nos hemos inmunizado. Una manera de luchar contra ese adormilamiento es presentar a los espectadores un paisaje igual de potente, pero distinto. El altiplano es justo lo que busc¨¢bamos".
Y entre los caballos y los rifles, Sam Shepard y Eduardo Noriega frente a frente. Butch Cassidy que se topa en el camino con un joven ingeniero espa?ol que acaba de cometer un robo. Shepard, el dramaturgo y escritor imprescindible de la literatura norteamericana, dio el s¨ª a su participaci¨®n a la semana de leer el gui¨®n. Sus aspiraciones econ¨®micas fueron muy humildes, respetuoso con el hecho de que era un filme peque?o. Fue solo a Bolivia, tres meses sin acompa?antes ni representantes. E impuso sin quererlo su manera de trabajar. Una interpretaci¨®n que va directamente a la frase y a la escena de cada d¨ªa, sin elaboraciones camale¨®nicas del personaje. Algo que tambi¨¦n, en opini¨®n de Mateo Gil, hizo su gran amigo y colega Noriega. "Se ha hecho m¨¢s consciente de sus limitaciones y sus posibilidades", dice Gil de Noriega. "Creo que se ha soltado emocionalmente, algo que tambi¨¦n a m¨ª me ha pasado. No quer¨ªa que construyera ning¨²n personaje. Quer¨ªa ver al Eduardo que yo conozco viendo partidos de f¨²tbol o cenando con amigos, ese que estalla en risas como un ni?o".
Mateo Gil ha encontrado en la leyenda a un Butch Cassidy algo mayor y cansado, pero con ganas todav¨ªa de volver a sus viejas ilusiones, alguien que todav¨ªa cree que hay que defender los ideales.
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