No siempre manda la juventud
Una vez sal¨ª con una chica que nunca se hab¨ªa planteado seriamente casarse con hombres que no hubieran cumplido los 30 a?os porque, cito textualmente, "no saben quienes son". A pesar del hecho de que esa chica estaba equivocada respecto a muchas cosas (al fin y al cabo, rompi¨® conmigo), probablemente ten¨ªa raz¨®n sobre los hombres. Seguramente ser¨ªa un estupendo director general de la NBA porque los jugadores de baloncesto son como los novios: casi nunca lo averiguan antes de los 30.
En el atletismo se suele pensar que la juventud manda. Los j¨®venes pueden correr m¨¢s r¨¢pidamente, decimos. Pueden saltar m¨¢s. Pueden entrenarse m¨¢s tiempo que sus compa?eros con m¨¢s a?os. Por eso, concluimos, deben de ser mejores en los deportes. Pero esta es una conclusi¨®n equivocada porque, aunque a menudo es verdad que los j¨®venes pueden correr m¨¢s r¨¢pidamente y saltar m¨¢s, no son necesariamente mejores en los deportes, un hecho que recalcaron los campeones de la NBA de este a?o, los Mavericks de Dallas.
LeBron James tiene 26 a?os; Dirk Nowitzki, 32. Seis de diferencia, precisamente en los que se aprende a jugar
En los ataques para condenar el rendimiento de LeBron James en la final de la NBA (unos ataques que no tratar¨¦ de detener aqu¨ª debido al inmenso, y posiblemente poco saludable, placer que me producen) suele pasarse por alto un hecho: LeBron James solo tiene 26 a?os. Dirk Nowitzki tiene 32. A primera vista, esa diferencia de seis a?os parece insignificante, especialmente si tienes, digamos, 94 a?os, cuando se necesitan seis a?os para atravesar los controles de seguridad de un aeropuerto o para cambiar el papel higi¨¦nico del cuarto de ba?o de invitados.
Pero, como mi exnovia sab¨ªa muy bien, los seis a?os entre los 26 y los 32 son seis a?os importantes en la vida de un hombre. Son los seis a?os en los que comete errores, en los que se plantea cu¨¢l sera su profesi¨®n, en los que descubre quien es exactamente. O, si el hombre en cuesti¨®n es un jugador de baloncesto, son los a?os en los que aprende a jugar al baloncesto.
Dirk Nowitzki siempre ha sido un jugador de baloncesto verdaderamente bueno, muy bueno. Pero en los playoffs de este a?o se convirti¨® en un jugador de baloncesto excelente. No lo hizo por que se volviera m¨¢s r¨¢pido o m¨¢s fuerte o un mejor tirador (aunque lo parec¨ªa cuando encadenaba una canasta importante tras otra en los cinco primeros partidos y a veces en el sexto). Lo hizo porque ha aprendido c¨®mo funciona el juego del baloncesto. Y la manera en que funciona el baloncesto a veces es fea, a veces es cruda y siempre tienen algo que ver los compa?eros de equipo.
Mucha gente ha se?alado que la final de la NBA de este a?o es un buen ejemplo de la victoria del bien sobre el mal (no duden en imaginarme apunt¨¢ndome fren¨¦ticamente con el dedo). Pero, de verdad, la final de la NBA de este a?o fue un buen ejemplo del triunfo del buen baloncesto sobre el mal baloncesto. En el centro de ese buen baloncesto estaba Dirk Nowitzki, quien -con un poco de suerte, algunos compa?eros de equipo maravillosos y una buena racha de lo m¨¢s oportuna- demostr¨® algo que muchos de nosotros, incluida mi exnovia, sab¨ªamos desde hace mucho tiempo:
Los j¨®venes pueden ser muy divertidos. Pero, si lo que buscan es un amante devoto, un compa?ero leal, un hombre responsable o... un jugador de baloncesto que pueda llevar a su equipo a ganar un campeonato de la NBA, probablemente deber¨ªan buscar a alguien un poco m¨¢s mayor.
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