"Le Corbusier dibujaba en zapatillas"
"Le contar¨¦ algo que pocos saben de Le Corbusier, pero tiene que dejarme hablar...". Paffard Keatinge-Clay no quiere preguntas. Entrecierra los ojos sobre las croquetas abandonadas y vuelve a 1948, cuando era aprendiz sin sueldo en el estudio del maestro. "Estaba casado con la modelo Yvonne Gallis, tan hermosa entonces. No era mala chica, pero no le comprend¨ªa... '?Por qu¨¦ pinta mujeres tan feas?', me preguntaba siempre... Su marido no daba explicaciones a nadie; por la ma?ana desayunaban en silencio para no interrumpir su hilo del pensamiento, despu¨¦s ¨¦l se encerraba para dibujar, a¨²n en zapatillas, las formas so?adas".
Con un murmullo de acento ingl¨¦s -a pesar de haber vivido los ¨²ltimos 30 a?os en Mijas (M¨¢laga)-, Keatinge-Clay desenrolla una vida entre los grandes de la arquitectura. Con 85 a?os, es el ¨²ltimo de Filipinas del movimiento moderno. "El zelig de la arquitectura", lo describi¨® The Guardian.
Con 85 a?os, el arquitecto es el ¨²ltimo del movimiento moderno
Trabaj¨® con los tres maestros: Frank Lloyd Wright, Le Corbusier y Mies Van Der Rohe. ?Qui¨¦n era mejor jefe? "Har¨¦ tres escenas que los describen", dice el arquitecto, que adem¨¢s es escultor, poeta y dramaturgo. Solo interrumpe su teatrillo para agradecer al camarero en castellano: "?Jam¨®n muy bueno! ?Mmm, chopitos!".
Primer acto, Le Corbusier: "En su oficina solo cab¨ªan tres, era un cubo de 2,26 metros, el famoso modulor. Nos obligaba a dise?arlo todo con esa medida y luego nos tachaba el trabajo. Te frustraba, pero encerraba una lecci¨®n: hay que romper las reglas. Era muy hosco y nunca nos dejaba opinar, pero los s¨¢bados por la ma?ana abr¨ªa el estudio para que fu¨¦semos a filosofar, aunque, sobre todo, hablaba ¨¦l. Un d¨ªa le pregunt¨¦: '?Cu¨¢ndo puede un arquitecto romper las reglas?' 'Cuando sirva para fortalecer el arte', me dijo, 'transgredir porque s¨ª no vale".
Segundo acto, Lloyd Wright. Keatinge-Clay lleg¨® caminando por el desierto a su estudio de Arizona. Su primera tarea: enterrar la basura. Con un jeep y una pala se puso a ello, pero dio con roca. Desesperado, hizo una monta?a y la cubri¨® de arena. "?Enterraste la basura bien profundo?", le preguntaron al d¨ªa siguiente. "Lo suficiente", contest¨® mosqueado. "?Pues cuentan que los coyotes han cenado de lujo!". "Era una novatada, la primera lecci¨®n de Lloyd Wright es que hay que tocar el suelo sobre el que piensas trabajar".
Con el tiempo, Keatinge-Clay encontr¨® su propia voz. Su gran obra: el sindicato de estudiantes de San Francisco. "Eran los a?os jipis", dice mostrando una foto del edificio poblado por j¨®venes barbados y afros. "Los arquitectos siempre quieren fotos sin gente, pero ?yo hago edificios para la gente!". En Mijas ha convertido una cantera en auditorio y construye un caleidoscopio gigante. ?C¨®mo acab¨® en la capital del burro-taxi? "?No he acabado! Retirarme ser¨ªa negar mis sue?os. Adem¨¢s, ?no tengo dinero!".
Apurando los canap¨¦s olvidados por la charla, Keatinge-Clay camina hacia el hotel con paso juvenil. Seguirle cuesta tanto como hacerle preguntas. "Falta el tercer acto: Mies siempre se fijaba en la parte trasera de los edificios, que en Chicago es donde est¨¢n las escaleras de incendio. 'Este es el dise?o m¨¢s an¨®nimo que hay', nos dec¨ªa, 'el m¨¢s barato y m¨¢s funcional y, por lo tanto, el m¨¢s elegante'. De todos los maestros, fue con quien m¨¢s aprend¨ª", responde al fin.
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