"Hay que reglamentar el final de la vida"
En los a?os cincuenta, en un pueblo perdido en la campi?a sarda, una anciana sutil y enlutada visita a los enfermos agonizantes. El ¨¢ngel de la buena muerte se desliza silencioso en una comunidad rural y lenta, donde sol y vi?as marcan las pautas de la existencia. Michela Murgia (1972), int¨¦rprete de aquel universo en La acabadora, suele tocar temas inc¨®modos en sus libros, en las frecuentes tertulias y en el blog. Los trata con delicadeza y discreci¨®n, como mirando sin ser vista, desde su Cerde?a arcana. "Cuando la hospitalizaci¨®n no exist¨ªa en las zonas rurales vida, muerte y enfermedad se gestionaban dentro de las paredes dom¨¦sticas. Yo misma nac¨ª en casa. Entonces, el final de la existencia era un hecho com¨²n, por supuesto no corriente o banal, pero manten¨ªa una cercan¨ªa con la vida, se gestionaba con familiaridad".
PREGUNTA. ?Cu¨¢l es la diferencia?
RESPUESTA. Es el concepto de comunidad. La autodertiminaci¨®n es una idea nueva. Mi abuela me hubiera dicho: pero si t¨² no te has hecho sola, eres hija de la solidaridad de tu familia, de tu vecindario, de tu pueblo. En este marco la enfermedad se vive como la enfermedad de todos los que te rodean, los que cuidar¨¢n de ti. Lo mismo pasa con la muerte.
P. ?Y qui¨¦n se ocupaba del momento final?
R. La figura de la acabadora no se consigue demostrar hist¨®ricamente. Se han buscado -sin encontrarlos- pruebas escritas de la presencia de unas mujeres que ayudaban a los enfermos a morir. Sin embargo, no significa que no existieran, sino que su figura se escapa de los m¨¦todos de investigaci¨®n, aunque la memoria de estas mujeres se mantiene viva en Cerde?a.
P. ?Por qu¨¦ hoy es tan dif¨ªcil debatir sobre la calidad de la muerte?
R. La de Cerde?a de los a?os cincuenta, era una sociedad con una econom¨ªa de subsistencia. As¨ª que no importaba tanto la calidad de la muerte, cuanto la calidad de la vida de los que cuidaban al enfermo. Por eso, al menos en las zonas rurales, era com¨²n que las comadronas estrangulasen a los beb¨¦s deformes.
P. Un personaje de su novela pide la muerte tras perder una pierna.
R. En el caso de un adulto es algo distinto. La amputaci¨®n de una pierna no te condena a muerte. Sin embargo, para Nicola significa dejar de ser el modelo viril de su comunidad. ?l que nunca hab¨ªa necesitado la ayuda de nadie, precisa una mano hasta para ir al ba?o. Es un luto imposible de asumir: no se est¨¢ muriendo, pero s¨ª ha muerto el tipo de hombre que quiere ser. Por eso pide la ayuda de la acabadora.
P. ?Por qu¨¦, algo tan natural en el pasado, no se debate?
R. Es la presencia hipertr¨®fica del Vaticano, su control cultural. La idea de que la Iglesia mueve votos induce a los pol¨ªticos a pensar que es mejor no desarrollar instancias que contradigan sus normas. Una actitud que ofende el principio de laicidad del Estado y el derecho de los ciudadanos de exigir leyes adecuadas para sus exigencias, no dictadas por un catecismo.
P. ?La cuesti¨®n depende del progreso?
R. Vivimos un momento nuevo. La mejora de los descubrimientos cient¨ªficos, ha creado la posibilidad de una larga supervivencia en la que queda un espacio nuevo entre vida y muerte. Ni el derecho ni la moral cat¨®lica saben si es una cosa o la otra.
P. ?Usted qu¨¦ piensa?
R. Si me encontrara en la situaci¨®n de no poder decidir por m¨ª misma, no tendr¨ªa problemas en imaginar que mi comunidad va a decir la ¨²ltima palabra. Mi familia, las personas que tienen que cuidarme en ese estado, tienen el derecho de decidir cu¨¢ndo esa situaci¨®n les satura emocionalmente. Antes de que la relaci¨®n de amor se transforme en pesadez, sacrificio, mortificaci¨®n, ellos tienen ese derecho. Ya no importa lo que yo har¨ªa. Mi vida no est¨¢ en mis manos.
P. Eso suena af¨ªn a lo que dice la Iglesia
...
R. ?Claro! hay un eco evang¨¦lico. Jes¨²s le dice a Pedro: "Cuando eras joven, te vest¨ªas e ibas a donde quer¨ªas. Pero te aseguro que, cuando seas viejo, extender¨¢s los brazos y otra persona te vestir¨¢ y te llevar¨¢ a donde no quieras ir". Estoy convencida de ello. Llega un momento en el que tienes que tender los brazos, tienes que entregarte. Como cuando eres ni?o: ?acaso alguien considera tu voluntad?
P. Los enfermos son como ni?os.
R. Se entregan a los que les quieren. En Italia se practica la eutanasia continuamente. Las personas van por delante de las leyes o las normas. Si no puedes por ley, lo haces en silencio. Por eso hay que reglamentar el final de la vida, con justicia y dignidad. No se trata de un homicidio a escondidas, sino de un pacto entre seres que se aman.
P. Y quien se queda se enfrenta a un dolor terrible. La Iglesia ha ritualizado este dolor.
R. El duelo precisa de un ritual. El dolor necesita un lenguaje, unos c¨®digos, que ahora no tenemos. Necesitamos una gram¨¢tica del luto que declinar, fuera de all¨ª solo queda sitio para la locura. El ritualismo puede salvar la vida a veces.
P. Su ¨²ltimo libro, Ave Mary
es un ensayo sobre la construcci¨®n del modelo femenino. ?En este ¨¢mbito tambi¨¦n hemos dado unos pasos atr¨¢s?
R. Nos hallamos en una fase t¨®pica. Algo est¨¢ pasando. El de la dignidad de la mujer, parec¨ªa un tema cerrado con los a?os setenta. Pero ya vemos que no es as¨ª. Hoy se vulnera la idea misma de mujer, por no hablar de sus derechos. Formalmente todo est¨¢ logrado, pero en la pr¨¢ctica seguimos cediendo sobre la igualdad, el respeto de la diferencia.
P. ?Italia est¨¢ peor que en el extranjero?
R. S¨ª. He viajado por toda Europa y nunca me encontr¨¦ con circunstancias tan vergonzosas: j¨®venes desnudas en los anuncios, la televisi¨®n emitiendo im¨¢genes casi ginecol¨®gicas, programas para ni?os con presentadoras en bragas, ni?os que a la hora de cenar ven con los padres las velinas que menean su cuerpo. No quiero ni pensar en qu¨¦ consecuencias pueda provocar una sexualizaci¨®n tan precoz.
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