Los caminos de la libertad
No tiene por qu¨¦ tener sentido una historia con un gorila pillando un taxi, un Enano amarillo, un mono que se nutre de ancas de cura (sic) y un Philip Marlowe de pacotilla, una chica-de-g¨¢nster llamada Jacqueline Pi1416 y un diminuto hombre de cristal, un boxeador negro de una secta vud¨² que habla 11 idiomas que empiezan por T, gorrinos sodomizados o 17 pulpos de Guinea, pero puede resultar adictiva. Y la historia que cuenta Hazard y Fissile, una parodia vodevilesca de la novela negra, con ritmo de cine mudo y la huella de Fantomas bien visible, es adictiva y no tiene sentido: es un texto incompleto y maravillosamente exc¨¦ntrico al que Queneau, que se lo pas¨® en grande escribi¨¦ndolo, le ha inoculado la Vanguardia m¨¢s traviesa, m¨¢s desfachatada y m¨¢s l¨²dica, la parodia y el asociacionismo libre de Dad¨¢ y la imaginaci¨®n il¨®gica, los automatismos ps¨ªquicos y el azar del surrealismo, que aqu¨ª eleva a los altares pero del que se separ¨® el autor en 1929. Hay anticlericalismo, pedofilia, violencia y provocaci¨®n, pero hay sobre todo mucha literatura en esta breve historia disparatada de tipejos estrafalarios y cr¨ªmenes de gui?ol: divertida metaficci¨®n de altos vuelos ("o sea que ese hijoputa de autor ha hecho de m¨ª una especie de Buf¨®n rid¨ªculo", "?qu¨¦ est¨¢s esperando, lector? ?Qu¨¦ quieres que haga con estos personajes que apenas si consiguen entretenerme?", "?Calle!, el autor no sabe nada de todo esto. No le ponga usted en un aprieto"), hilarantes transcripciones fon¨¦ticas, jugosas listas joycianas como las que cultivaron otros miembros del Oulipo, series l¨¦xicas y simulacros de oralidad, comparaciones chillonas que podr¨ªan haber escrito Jarry o Alberto Savinio ("era verde como una ci¨¦naga salina y no m¨¢s alto que un tubo de aspirinas"), y toda una po¨¦tica de los ready made, y de las metamorfosis y los disparatados collages de Duchamp, de Max Ernst o de Yves Tanguy, una fiesta del lenguaje y de la imaginaci¨®n, un mod¨¦lico ejercicio de estilo que hace visibles esos caminos de la libertad creadora que echaron a andar a principios del XX. Y adrenalina, y humor, mucho humor del bueno, del de Zazie en el metro (1959), y teatralidad que le gui?a un ojo a Ub¨², rey, y esa inacabable voluntad l¨²dica y experimental de Queneau, que en Hazard y Fissile juega a perge?ar mil y una historias posibles que luego el narrador autoconsciente trunca y deja al azar -palabra clave aqu¨ª-, en alg¨²n sentido prefigurando el men¨² narrativo que Calvino le propone al lector en Si una noche de invierno un viajero. ?Se acuerdan del tel¨¦fono-langosta de Dal¨ª?, ?del humor de Jacques Tati, de los Ejercicios de estilo de Queneau, de Abbot & Costello, de las greguer¨ªas de G¨®mez de la Serna, del absurdo de La codorniz? Habr¨¢ que precaverse, piensa el lector, Hazard y Fissile finge ser una astracanada, pero se toma tambi¨¦n el humor muy, muy en serio.
Hazard y Fissile
Raymond Queneau
Traducci¨®n de Adolfo Garc¨ªa Ortega
Seix Barral. Barcelona, 2011
97 p¨¢ginas. 16 euros
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