Divorcio gay
Las coincidencias a veces salvan nuestra fr¨¢gil memoria. Este fin de semana la ciudad de Nueva York ha regulado el matrimonio homosexual. Todo habr¨ªa quedado en un dato llamativo sin m¨¢s, pero al coincidir con la aprobaci¨®n hace 30 a?os de la ley de divorcio en Espa?a, el asunto ofrece una perspectiva enriquecida. Es precisamente el recuerdo de aquellos enconados debates que le hicieron proferir al ministro Fern¨¢ndez Ord¨®?ez, a¨²n en la UCD, la frase memorable "nada cansa tanto como luchar por las causas evidentes", el que nos ayuda a tomar perspectiva de su trascendencia.
Hace 30 a?os la ley de divorcio recibi¨® el ataque visceral de las instituciones que representaban el viejo orden, ese corpus rancio fosilizado a¨²n en nuestro ADN. Era el fin de la familia tradicional, el ataque a la sobriedad cat¨®lica, la lapidaci¨®n por parte de los pol¨ªticos fr¨ªvolos de cuatro d¨¦cadas de ret¨®rica inmovilista. Ahora resulta evidente que la aprobaci¨®n de la ley significaba dar cuerda al reloj de Espa?a, pero entonces fue un agravio que sumar a la exigencia, que hay que entender en su literalidad, de "quieto todo el mundo". Pero el mundo se mueve y ya los gais pueden casarse y, en consecuencia, divorciarse.
Ahora que ya est¨¢n amortizados los a?os de Gobierno de Zapatero, cuando la crisis econ¨®mica se ha merendado el recuerdo de las leyes donde se acert¨®, desde el carn¨¦ por puntos y la legalizaci¨®n de inmigrantes explotados a la ley de matrimonio homosexual, ya nadie enlazar¨¢ el avance en los derechos de los neoyorquinos como un efecto contagio. Pero contagio del bueno, hoy que todos los contagios de los que nos hablan son malos, incluso el de los griegos, que tantas cosas buenas nos contagiaron en el origen de todo esto. Puede que hasta la delicada tesitura nos impida culminar avances como la ley de muerte digna.
Habr¨¢ que valorar los 30 a?os de la ley de divorcio y ver todos los tambores de guerra rotos por enfrentarse a lo evidente. Qu¨¦ ser¨ªa de las fr¨¢giles memorias si de vez en cuando un aniversario no nos recordara que lo poco que somos hubo que lograrlo a empellones y bajo amenazas apocal¨ªpticas, con el casi siempre puntual premio de una derrota electoral.
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