El choque del catalanismo con la realidad
La sentencia sobre el Estatuto de Catalu?a dictada hace un a?o por el Tribunal Constitucional ha sido calificada repetidamente desde entonces como una gran productora de independentistas. Tanto los sondeos de opini¨®n como las elecciones celebradas durante este a?o indican un auge del independentismo en este periodo. Pero la verdad completa es que el partido promotor del desguace de la reforma estatutaria, el PP, mantuvo sus posiciones en las elecciones auton¨®micas y las ha mejorado en las municipales.
Entonces, ?qu¨¦ ha pasado? Ahora se ve con mayor claridad que los promotores del nuevo Estatuto calcularon mal. Evaluaron mal, desde el principio, la relaci¨®n de fuerzas entre los partidarios de dar un paso adelante en el autogobierno y los partidarios de, cuando m¨¢s, dejarlo como estaba. Fue un clamoroso fallo en la direcci¨®n pol¨ªtica de aquel proceso. Un fallo del Gobierno catal¨¢n del momento, en primer lugar, y, despu¨¦s, de los partidos catalanistas que redactaron el proyecto en el Parlament. El resultado fue un fracaso expresado por una sentencia que, dada la composici¨®n del Tribunal Constitucional, ten¨ªa que ser forzosamente fat¨ªdica para el proyecto.
Los promotores del nuevo Estatuto evaluaron mal el peso del centralismo en los aparatos del Estado
En su momento, durante la tramitaci¨®n del Estatuto, el PP lo hab¨ªa advertido: No se puede hacer un Estatuto de Catalu?a sin el PP, dec¨ªan. El error fue confundir la amenaza con una mera advertencia. No se atrever¨¢n, pensaron los l¨ªderes de los partidos catalanistas. Vaya si se atrevieron. Se atrevieron tanto que la campa?a del PP contra el nuevo Estatuto catal¨¢n marc¨® en realidad el momento en que la derecha comenz¨® a recuperar posiciones respecto al PSOE en toda Espa?a. El error fue pensar que el PP amenazaba sin haber contado antes los votos favorables a sus posiciones anti-Estatuto con que pod¨ªa confiar en el Tribunal Constitucional. El error fue pensar que el PP no se atrever¨ªa a congelar sine die la preceptiva renovaci¨®n parcial del Tribunal. Si esta si se hubiera llevado a cabo conforme a las previsiones legales veros¨ªmilmente se habr¨ªa modificado una relaci¨®n de fuerzas contraria al Estatuto.
Como que la representaci¨®n del PP en el Parlamento catal¨¢n era entonces del 12%, los partidarios de la reforma estatutaria creyeron que les bastaba con el otro 85%. Result¨® que no. Result¨® que lo que en Espa?a cuenta a los efectos de qu¨¦ puede tener Catalu?a en materia de autogobierno no es el voto favorable de la mayor¨ªa absoluta del Parlament y las Cortes. Ni un refer¨¦ndum en Catalu?a. La sentencia que redujo a cero la reforma del Estatuto ha demostrado crudamente una de las condiciones subyacentes a la Transici¨®n a la democracia: tanto o m¨¢s que la representaci¨®n pol¨ªtica, lo que cuenta en esta Espa?a es al final de todo el control ideol¨®gico de las instituciones centrales del Estado. Que, huelga decirlo, son entre otras cosas una destilaci¨®n de por lo menos un par de siglos de centralismo y conservadurismo. Y de la que en la actualidad el PP es la m¨¢s fiel emanaci¨®n partidista. No es que sea una sorpresa, aunque comprobarlo una vez m¨¢s ha resultado duro para los catalanistas. Exponentes significativos de la judicatura, las fuerzas armadas, las patronales, los sindicatos, la Iglesia cat¨®lica, etc¨¦tera, se hab¨ªan pronunciado en cascada contra el Estatuto en la segunda mitad de 2006, cuando culminaba su tramitaci¨®n en las Cortes. La posterior sentencia no hizo m¨¢s que concordar con aquellos pronunciamientos, atenderlos.
Una de las v¨ªctimas de aquel duro choque del catalanismo con la realidad de la Espa?a actual ha sido un axioma que hab¨ªa funcionado durante casi todo el siglo XX. El aliado del catalanismo para conseguir sus objetivos en Espa?a es el progresismo espa?ol. Cabe pensar que as¨ª sigue siendo si se leen los discursos pronunciados en las Cortes durante la tramitaci¨®n del Estatuto por Gaspar Llamazares en nombre de Izquierda Unida y por Alfredo P¨¦rez Rubalcaba en nombre del PSOE. Pero el resultado final del proceso indica que esa alianza no es suficiente. Que lo que cuenta es la sentencia de un tribunal apabullantemente centralista. Y que, adem¨¢s, por lo visto desde entonces, en Catalu?a hay, como m¨ªnimo, un 15% del electorado, que es lo que suman PP y Ciutadans, al que esto le parece bien.
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