Raz¨®n y emoci¨®n
Victoria Camps investiga en su ¨²ltimo libro, El gobierno de las emociones, lo que antes se llamaban pasiones. Lo hace llevando como mentores a Hume, Spinoza y Arist¨®teles, que sab¨ªan lo suyo del tema. Y tambi¨¦n con un acopio de la bibliograf¨ªa m¨¢s actual sobre psicolog¨ªa moral.
Las tesis son arriesgadas y molestar¨¢n al racionalismo... Pero el libro "le ha salido". Es un perfecto repaso al tema en el estilo terso y cort¨¦s de la autora.
Este es un trabajo sobre grandes cuestiones, de las que, ya avisa Camps, no hay que eludirlas, pero s¨ª tener en cuenta que "la verdad nunca es transparente, clara ni f¨¢cil de transmitir". Es la principal de esas cuestiones complicadas la tesis de que la raz¨®n no tiene capacidad para convencernos de que seamos decentes. Que no est¨¢ para eso. Para avalar una afirmaci¨®n tan fuerte, el libro hace un magn¨ªfico repaso a Spinoza. Y cita su autora tambi¨¦n aquella frase tremenda de Hume: "No hay nada irracional en preferir que se hunda el mundo a que nos pinchemos un dedo".
Las propias emociones tienen una distribuci¨®n social que es reflejo de las desigualdades que todav¨ªa subsisten
Entonces, si no es por causa de que somos racionales ?por qu¨¦ somos morales? Pues precisamente por las dichosas pasiones a las que, sin embargo, hemos solido echar la culpa de nuestras faltas. Victoria Camps prefiere hablar de emociones o de afectos, porque las pasiones implican, con su propio nombre, que son emociones que nos sobrevienen, que padecemos y que casi no podemos controlar. De ah¨ª que las ¨¦ticas antiguas hayan consistido en recetas y consejos para sofrenarlas. Y por ello hayan producido ideales de vida en los que no padecer, ni para bien ni para mal, era lo que se buscaba. Pero a la ¨¦tica hay que ponerla en contexto hist¨®rico. Ya no vivimos en la sociedad de Arist¨®teles, sino en un mundo mucho m¨¢s igualitario en el que la misma moral se ha democratizado. Y esto tiene consecuencias.
Sabemos cu¨¢les son las emociones morales: son las que sirven para obrar, son las motivacionales. Victoria Camps enumera y somete a investigaci¨®n a la compasi¨®n, la indignaci¨®n, el miedo, la verg¨¹enza. No son algo que padecemos, son algo que hacemos. Y tenemos que aprender a sentirlas en las circunstancias oportunas. En eso consiste el saber moral, en una educaci¨®n sentimental que se logra por var¨ªas v¨ªas. Nos educan las emociones de los dem¨¢s, la familia, el grupo de amistades, los medios de comunicaci¨®n, la ficci¨®n. Hay muchas fuentes.
"Educar emocionalmente", afirma, "implica tanto determinar qu¨¦ debe emocionarnos, como la medida en que debemos emocionarnos". La moral com¨²n se basa en v¨ªnculos emocionales. Y s¨®lo si es vigorosa entonces se puede mantener la aspiraci¨®n a una sociedad justa. Victoria Camps transita las teor¨ªas de ¨¦tica y pol¨ªtica que han marcado tendencia en los ¨²ltimos a?os. Realiza, por ejemplo, una espl¨¦ndida exposici¨®n de Rawls, en la que busca el elemento emocional que podr¨ªa movernos. Y s¨®lo lo encuentra en el comunitarismo, precisamente donde no debe estar, afirma. Las teor¨ªas de la justicia son el puente entre la ¨¦tica y la pol¨ªtica, pero la justicia es fr¨ªa. Y ahora tenemos una sociedad compleja, que vive bastante bien en lo material, que se preocupa por los derechos... propios sobre todo, y que ya no parece amar a sus instituciones. S¨®lo los comunitaristas no son desafectos. Pero por la mala raz¨®n de que proh¨ªben la existencia del individualismo negando fundamento a los derechos individuales.
Tenemos que seguir estudiando c¨®mo producir las buenas conductas, no s¨®lo saber en qu¨¦ podr¨ªan consistir. Para hacerlo necesitamos emociones correctas. Pero nos estamos descuidando de la educaci¨®n y creando una ciudadan¨ªa indiferente sin contar con que la democracia es muy fr¨¢gil. Estamos en este inicio de milenio y en la parte m¨¢s habitable pol¨ªticamente del planeta en una sociedad de desconfianza generalizada, emociones medicalizadas y procesos identitarios violentos. Las propias emociones tienen una distribuci¨®n social que es reflejo de las desigualdades que todav¨ªa subsisten. Tenemos, pues, varios frentes abiertos. Victoria Camps sigue a Rorty al asegurar que "el objetivo de la ¨¦tica consiste en eliminar la crueldad y ensanchar el nosotros" y para ello hay que establecer una buena continuidad entre raz¨®n y emoci¨®n. La raz¨®n universal necesita imperiosamente calar en las identidades individuales, volverse parte de su motor. Y este libro disecciona sus claves.
El gobierno de las emociones. Victoria Camps. Herder. Barcelona, 2011. 336 p¨¢ginas. 23,90 euros.
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