En el origen
No estaba preparado y entr¨¦ sin prestar demasiada atenci¨®n, aunque el gu¨ªa daba datos en lugar de recitar mantras sentimentales. Por ejemplo, que est¨¢bamos entrando por una puerta falsa, un t¨²nel de mina excavado hac¨ªa unos a?os, ya que la entrada verdadera hab¨ªa quedado cegada por un derrumbe quiz¨¢s 10.000 a?os atr¨¢s. De hecho, est¨¢bamos entrando por el final de la cueva. De modo que comenc¨¦ a prestar atenci¨®n a medida que nos adentr¨¢bamos en la oscuridad.
Un buen d¨ªa de 1968 el genial grupo de espele¨®logos que descubri¨® este santuario hab¨ªa entrado desde la cima del monte, en el macizo de Ardines, descolg¨¢ndose con cuerdas por la grieta de una sima llamada La Cerezal. Para su sorpresa y como en las novelas juveniles, fueron a dar a una colosal reserva de la memoria ancestral. Cuando pusieron los pies en suelo firme a¨²n no sab¨ªan que aquella piedra caliza, h¨²meda y resbaladiza por las filtraciones, no hab¨ªa sido pisada en los ¨²ltimos 15.000 a?os. Entonces dirigieron sus linternas en derredor. Lo que vieron, lo que hoy puede ver el visitante, suspende el ¨¢nimo.
La cueva de Tito Bustillo parece una retorcida catedral g¨®tica o el vientre de Leviat¨¢n
El grupo de exploradores lo formaba un pu?ado de j¨®venes espele¨®logos aficionados, algunos de los cuales, ya mayores, rememoran la haza?a en las pantallas del museo adjunto a las cuevas. Uno de ellos aparece en la vieja foto del descubrimiento tras emerger de las simas con un hambre de lobo porque despacha una fabada directamente de la lata. Es una imagen encantadora hasta que te enteras de que el muchacho se llamaba Celestino Bustillo y se mat¨® en un accidente de monta?a a los pocos d¨ªas del descubrimiento. Fue la venganza de los arcaicos, incomodados tras ser devueltos a la luz. En justo homenaje el yacimiento se llama ahora "Cuevas de Tito Bustillo" y se cuenta entre los m¨¢s importantes de la Europa paleol¨ªtica, junto a Lascaux, Altamira, Les Eyzies o Chauvet. El conjunto de cavernas fue modelado durante millones de a?os por el r¨ªo San Miguel, afluente del Sella, torturado en busca de escape. Un f¨®sil del mismo a¨²n se oye fluir en algunos tramos del recorrido.
Es cierto que los restos de representaci¨®n pict¨®rica son emocionantes: aqu¨ª hay sobre todo caballos, renos, uros y c¨¦rvidos, con el a?adido inexplicable de una ballena o cachalote. Sin duda Ribadesella es puerto cant¨¢brico, pero no hay apenas rastro de cet¨¢ceos en la pintura rupestre hasta ahora conocida. Tambi¨¦n la simbolog¨ªa desazona y uno se desespera por no comprender estos mensajes arcaicos destinados a futuros hijos de la tierra. Son voces que arrancan del subsuelo y llegan demasiado atenuadas a nuestros o¨ªdos.Hay tambi¨¦n singularidades. En una anfractuosidad se encuentra el llamado "camar¨ªn de las vulvas" con esquemas del sexo femenino, ¨²nicos en todo el repertorio simb¨®lico del paleol¨ªtico. La entrada es exigua, lo que indica que era un espacio reservado. Tambi¨¦n se han encontrado (y es de nuevo una excepci¨®n en Europa) representaciones f¨¢licas. En otra cavernilla se guarda un conjunto de manos que tienen la particularidad de haber sido pintadas al soplo, esparciendo el colorante de carb¨®n directamente sobre la mano abierta y apoyada en la roca. Aquellos artesanos usaban huesos a modo de aspersor y las huellas se parecen a los actuales estarcidos de los grafiteros. Para las figuras animales, adem¨¢s, aprovechaban los recortes de la piedra para imitar el relieve, tanto las m¨¢s grandes (las hay de tres metros) como las que apenas suman 15 cent¨ªmetros, lo que indica un proceso de observaci¨®n y selecci¨®n muy minucioso. Tambi¨¦n es indudable que pintaron en altura, ayudados por andamios o escalas.
Aun as¨ª, para m¨ª lo estremecedor ha sido el espacio. Este conjunto de cavernas forma una red de cuevas que debieron usarse sucesivamente, en uno u otro momento, a lo largo de una ocupaci¨®n que no baja de los 20.000 a?os. Algunas galer¨ªas son gigantescas en extensi¨®n y altura. El actual recorrido sigue un camino a lo largo de kil¨®metro y medio hasta la gran sala donde las figuras animales, decenas de ellas, se superponen las unas sobre las otras. El gu¨ªa (excelente el de mi grupo) resigue con su linterna las formas, alguna de las cuales no ser¨ªa visible sin su ayuda. El recorrido atraviesa cavidades que tienen, calculo yo, sobre los 10 metros de altura, aunque adivinar la elevaci¨®n real en la espesa oscuridad es tarea imposible. El visitante tiene la sensaci¨®n de estar desplaz¨¢ndose por una retorcida catedral g¨®tica... o por el vientre de Leviat¨¢n.
El paralelo g¨®tico es apropiado porque todo el conjunto est¨¢ amueblado por miles de estalactitas y estalagmitas que forman a veces aut¨¦nticos bosques de columnas en la mejor tradici¨®n de las catedrales. Algunas de estas formaciones se juntaron de arriba abajo hace siglos y han creado fustes que alcanzan el di¨¢metro de un roble joven. Adem¨¢s de las quimeras que sugieren (fantasmas amenazadores, bestias desconocidas, aparecidos) sus sombras sobre el techo y las paredes danzan al paso de la linterna.
Tambi¨¦n los trogloditas usaban luces port¨¢tiles. Aunque viv¨ªan exclusivamente en las bocas de estas cuevas, all¨ª donde llega la luz natural, y el interior solo serv¨ªa para algunas ceremonias o usos desconocidos (como el de las representaciones, siempre en lugares rec¨®nditos), se han descubierto l¨¢mparas de piedra de indudable uso en ¨¦poca prehist¨®rica, lo que indica que los trogloditas se mov¨ªan por el interior hasta los rincones m¨¢s escondidos. Le pregunt¨¦ a Miguel, nuestro gu¨ªa, si se conoc¨ªa el combustible que utilizaban y me respondi¨® que casi con total seguridad era tu¨¦tano ¨®seo. De la caza o de los humanos, pens¨¦ yo, seguramente dos claridades distintas y para diferentes usos.
De modo que la fantasmagor¨ªa de estos titanes petrificados debi¨® de formar parte de la vida de los paleol¨ªticos y servir para la construcci¨®n de sue?os y mitos legendarios que poco a poco se hicieron verdaderos cuando los humanos comenzamos a imitar nuestras elaboraciones imaginarias y a dar mayor importancia a las representaciones que a lo representado, al caballo pintado que al caballo vivo. Que la imagen reemplace al modelo como fuente de sentido es algo que comienza ya en las cuevas. De modo que no me produjo ninguna sorpresa, sino m¨¢s bien una emoci¨®n intensa, o¨ªrle decir al gu¨ªa que tambi¨¦n se han descubierto y analizado unas muescas en algunos de los grandes tubos estal¨¢cticos que casi con toda certeza se deben al golpear de instrumentos de percusi¨®n.
Dentro de aquellas inmensas oquedades, en fechas de especial significaci¨®n, con fines sociales desconocidos, se oy¨® alguna m¨²sica, son¨® el latido r¨ªtmico del tiempo humano, del tiempo significativo. En aquellos senos sin luz, los humanos introdujeron su temporalidad del mismo modo que los egipcios enterraron su transcurso vital en las secretas v¨ªas que conducen hasta el escondrijo de la momia. La pir¨¢mide estaba atravesada por la vida de los mortales bajo la forma de un camino inici¨¢tico. Tambi¨¦n el vientre de la tierra lo atravesaron nuestros sonidos. Dos inmensas construcciones, maciza la una y hueca la otra, se convirtieron en colosales cajas de resonancia de la vida mortal que emit¨ªan mensajes (espaciales los unos, temporales los otros) dirigidos a alguna potencia inmisericorde.
Al camino secreto de los egipcios y al sonido de las esferas celestes que giran en el firmamento y que la civilizaci¨®n griega puso bajo la luz del sol, hay que a?adir el antecedente originario, el sonido de la piedra en el vientre de la tierra, la m¨²sica de las tinieblas y de la noche ciega. Voces de lo que se oculta bajo tierra, transcurso f¨²nebre en el coraz¨®n de una geometr¨ªa p¨¦trea, armon¨ªa de los signos celestes. Este ha sido el proceso.
F¨¦lix de Az¨²a es escritor.
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