Al l¨ªmite
En aproximadamente un mes, si no se hace nada, el Gobierno federal alcanzar¨¢ su l¨ªmite legal de deuda. Habr¨¢ consecuencias nefastas si este l¨ªmite no se eleva. En el mejor de los casos, sufriremos una desaceleraci¨®n econ¨®mica; en el peor, nos volveremos a hundir en las profundidades de la crisis financiera de 2008 y 2009.
Entonces, ?es impensable que no se eleve el tope de la deuda? En absoluto. Muchos expertos siguen satisfechos con el l¨ªmite de la deuda; seg¨²n ellos, la gravedad de las consecuencias que tendr¨ªa el no elevar el tope garantiza que, al final, los pol¨ªticos har¨¢n lo que tienen que hacer. Pero esta complacencia no tiene en cuenta dos hechos importantes respecto a la situaci¨®n: el extremismo del actual Partido Republicano y la acuciante necesidad de que el presidente Obama ponga coto a la extorsi¨®n de ahora en adelante.
Es dif¨ªcil no sospechar que los republicanos, en realidad, quieren que la econom¨ªa vaya mal
Hablemos de c¨®mo hemos llegado a esta situaci¨®n. El l¨ªmite de la deuda federal es una extra?a singularidad de la ley presupuestaria estadounidense: puesto que la deuda es consecuencia de las decisiones relacionadas con los impuestos y el gasto, y el Congreso ya toma esas decisiones sobre los impuestos y el gasto, ?por qu¨¦ se necesita una votaci¨®n adicional en relaci¨®n con la deuda? Hist¨®ricamente, el l¨ªmite de la deuda se ha considerado un detalle sin importancia. Durante la Administraci¨®n del expresidente George W. Bush (que sum¨® m¨¢s de cuatro billones de d¨®lares a la deuda nacional), el Congreso, sin demasiada ostentaci¨®n, vot¨® a favor de elevar el tope de la deuda al menos siete veces.
De modo que usar el l¨ªmite de la deuda para obtener concesiones pol¨ªticas mediante amenazas es algo nuevo en la pol¨ªtica estadounidense. Y parece que a Obama le ha pillado completamente por sorpresa. El pasado diciembre, despu¨¦s de que Obama accediese a ampliar las bajadas de impuestos de Bush (una medida que muchos, entre los que me incluyo, consider¨¢bamos a todos los efectos una concesi¨®n al chantaje republicano), Marc Ambinder, de The Atlantic, preguntaba por qu¨¦ el pacto no hab¨ªa incluido una elevaci¨®n del l¨ªmite de la deuda, a fin de anticiparse a otra encerrona (son palabras m¨ªas, no de Ambinder).
La respuesta del presidente parec¨ªa poco sabia incluso entonces. Asegur¨® que "nadie, dem¨®crata o republicano, est¨¢ dispuesto a ver c¨®mo se hunden por completo la fe y el cr¨¦dito del Gobierno de Estados Unidos", y que estaba seguro de que John Boehner, como presidente de la C¨¢mara de Representantes, aceptar¨ªa sus "responsabilidades de gobierno".
Bueno, ya hemos visto c¨®mo ha salido aquello.
Ahora bien, Obama estaba en lo cierto respecto a los peligros de no elevar el l¨ªmite de la deuda. De hecho, subestim¨® el problema al centrarse ¨²nicamente en la confianza financiera. No es que el problema de la confianza sea banal. El no elevar el l¨ªmite de la deuda -que, entre otras cosas, afectar¨ªa a los pagos de la deuda actual- podr¨ªa convencer a los inversores de que Estados Unidos ya no es un pa¨ªs serio y responsable, lo cual tendr¨ªa consecuencias desastrosas. Adem¨¢s, nadie sabe lo que una suspensi¨®n de pagos de Estados Unidos le har¨ªa al sistema financiero mundial, que parte de la premisa de que la deuda del Gobierno de Estados Unidos es el activo seguro por excelencia.
Pero la confianza no es lo ¨²nico que est¨¢ en juego. El no elevar el l¨ªmite de la deuda tambi¨¦n obligar¨ªa al Gobierno a hacer recortes del gasto dr¨¢sticos e inmediatos, a una escala que har¨ªa parecer peque?a la austeridad que actualmente se le est¨¢ imponiendo a Grecia. Y no se crean las tonter¨ªas sobre las ventajas de recortar el gasto que se han apoderado de gran parte de nuestra ret¨®rica p¨²blica: recortar dr¨¢sticamente el gasto en un momento en el que la econom¨ªa est¨¢ profundamente deprimida destruir¨ªa cientos de miles, y muy posiblemente millones, de puestos de trabajo.
Por consiguiente, el no alcanzar un acuerdo sobre la deuda tendr¨ªa consecuencias muy negativas. Pero el problema es este: Obama debe estar preparado para hacer frente a esas consecuencias si quiere que su presidencia sobreviva.
Tengan en cuenta que a los dirigentes republicanos les da exactamente igual el grado de endeudamiento. Por el contrario, est¨¢n utilizando la amenaza de una crisis de la deuda para imponer un programa ideol¨®gico. Si ten¨ªan alguna duda sobre esto, la rabieta de la semana pasada deber¨ªa haberles convencido. Los dem¨®cratas que participaban en las negociaciones sobre la deuda sosten¨ªan que, dado que se supone que estamos en graves dificultades fiscales, deber¨ªamos hablar de limitar las deducciones fiscales para los aviones de empresa y los administradores de fondos de cobertura, del mismo modo que hablamos de recortar dr¨¢sticamente la ayuda a los pobres y desfavorecidos. Y los republicanos, en respuesta, abandonaron las conversaciones.
As¨ª que lo que realmente se est¨¢ produciendo es una extorsi¨®n pura y dura. Tal como lo expresa Mike Konczal, del Instituto Roosevelt, lo que el Partido Republicano ha hecho en la pr¨¢ctica es volver con sus bates de b¨¦isbol en mano y decir: "Bonita econom¨ªa ten¨¦is. Ser¨ªa una verdadera l¨¢stima que le ocurriese algo".
Y el motivo por el que los republicanos hacen esto es que deben de creer que funcionar¨¢: Obama dio su brazo a torcer en los recortes de impuestos y ellos esperan que vuelva a haberlo. Creen que llevan la delantera porque la opini¨®n p¨²blica culpar¨¢ al presidente de la crisis econ¨®mica que ellos amenazan con provocar. De hecho, es dif¨ªcil evitar la sospecha de que los dirigentes republicanos en realidad quieren que la econom¨ªa vaya mal.
En resumen, los republicanos creen que tienen cogido a Obama, que puede que ¨¦l siga viviendo en la Casa Blanca pero que, a efectos pr¨¢cticos, su presidencia ya ha terminado. Es hora -y desde hace ya mucho- de que les demuestre que se equivocan.
Paul Krugman es profesor de Econom¨ªa en Princeton y premio Nobel 2008. ?2011. New York Times Service. Traducci¨®n de News Clips.
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