Ch¨¢vez, Castro y 'La monta?a m¨¢gica'
Al imaginar la escena de un anciano Fidel Castro y un enfermo Hugo Ch¨¢vez charlando en un sanatorio de La Habana para convalecientes sobre las fechor¨ªas del imperialismo y las virtudes eternas de Bol¨ªvar y Mart¨ª, uno no puede m¨¢s que recordar La monta?a m¨¢gica, de Thomas Mann, tal vez la mejor novela del siglo XX. Situada en el pueblo suizo alpino de Davos, en v¨ªsperas de la I Guerra Mundial, gira en torno a la enfermedad, la recuperaci¨®n o la muerte de alrededor de una docena de pacientes con tuberculosis, todos aislados en otro sanatorio, a los pies del Zauberberg.
Aunque aparecen varios personajes notables en la novela -Madame Chauchat y sus dos hijos, los dos pacientes mexicanos, y, por supuesto, la figura central, Hans Castorp- el libro se centra en interminables conversaciones sobre la guerra, la moral, la vida, la muerte y la salvaci¨®n del alma de Castorp entre dos extraordinarios pacientes, Naphta y Settembrini, el jesuita c¨ªnico y el idealista italiano.
Caracas y La Habana afrontan un serio problema: la desaparici¨®n de uno o del otro
Sin el subsidio venezolano peligra la viabilidad del r¨¦gimen castrista
Castro y Ch¨¢vez no son creaciones de Thomas Mann, por supuesto, y sus charlas dudosamente incluyen las reflexiones filos¨®ficas e hist¨®ricas del calibre de aquellas que debemos a la imaginaci¨®n del novelista alem¨¢n. Pero lo que es casi tan sobresaliente como la novela es la idea de dos hombres inmensamente poderosos, uno de ellos un brutal dictador y el otro un aspirante a aut¨®crata, incapacitados por la edad o la salud, y recluidos en el ¨²nico lugar donde se puede mantener en secreto la naturaleza de su estado, y donde pueden lidiar con las consecuencias de la desaparici¨®n del uno o del otro, debido a su absoluta dependencia mutua.
En el caso de Castro, sabemos que ha estado enfermo durante casi cinco a?os, que se ha recuperado en buena medida de su dolencia propiamente tal, pero que tiene casi 85 a?os de edad y su lucidez va y viene (seg¨²n personas que han estado con ¨¦l recientemente). Ya no gobierna en Cuba d¨ªa a d¨ªa. No sabemos cu¨¢l es su pron¨®stico, ni la influencia que ejerce sobre su hermano menor Ra¨²l, que ahora tiene 80, y, en principio, est¨¢ comprometido con un cambio significativo en la destartalada econom¨ªa de la isla mientras conserva el poder absoluto de los hermanos.
En cuanto a Ch¨¢vez, sabemos a¨²n menos, y este es el tema central del asunto. No era cre¨ªble la afirmaci¨®n del caudillo venezolano de que habr¨¢ pasado casi un mes en Cuba a causa de una operaci¨®n de emergencia en un simple absceso p¨¦lvico. El secreto es la ¨²nica explicaci¨®n plausible para llevar a cabo su tratamiento m¨¦dico, cualquiera que sea la gravedad
del c¨¢ncer que padece, en otro pa¨ªs, que no es conocido precisamente por su medicina de tercer nivel de cuidados ni por su alta tecnolog¨ªa (sabremos m¨¢s sobre la medicina social en Cuba y sus m¨¦dicos descalzos cuando sean posibles las comparaciones internacionales). El ¨²nico otro pa¨ªs del mundo donde la salud de un presidente es y sigue siendo un secreto de Estado es Corea del Norte, algo alejado de Venezuela.
Si en realidad Ch¨¢vez no padece un c¨¢ncer grave y cuyas secuelas solo resulten en percances f¨ªsicos embarazosos para un macho como ¨¦l, el sistema de salud de La Habana mantendr¨¢ el sigilo y el bolivariano regresar¨¢ triunfante a su pa¨ªs cuando mejor convenga, tanto a su estado de salud como a su indudable intuici¨®n pol¨ªtica. Pero si por el contrario, se trata de un c¨¢ncer agresivo, su permanencia en Cuba le permitir¨¢n a ¨¦l y a los hermanos Castro planificar el futuro para asegurar su propia fortuna y supervivencia, si no la de sus pueblos, gracias a la continuidad en sus pol¨ªticas y alianzas.
He aqu¨ª el meollo del asunto. Desde hace m¨¢s de 50 a?os se han perdido incontables apuestas proclamando que Cuba no podr¨¢ sobrevivir sin x, y o z. Pero tambi¨¦n es cierto que a pesar de todas las diferencias de contexto, es posible que al terminarse el subsidio venezolano, el intercambio de petr¨®leo por m¨¦dicos, instructores deportivos y personal de seguridad cubanos, la viabilidad del r¨¦gimen castrista pueda verse seriamente amenazada. Del mismo modo, un chavismo sin Ch¨¢vez puede ser una utop¨ªa: Ch¨¢vez no tiene un sucesor viable y ni siquiera todo el aparato de la inteligencia cubana podr¨¢ rearmar el rompecabezas, ni en la persona de su hermano mayor, Ad¨¢n, ni en la de su boli-magnate Diosdado Cabello, ni en la de su boli-g¨¢ngster Jesse Chac¨®n.
Si as¨ª sucediera, Caracas y La Habana afrontan un serio problema. Hugo Ch¨¢vez lleg¨® al poder hace 12 a?os. Con la excepci¨®n de los Castro, es el mandatario con m¨¢s tiempo en el poder de toda Am¨¦rica Latina. En principio, las elecciones presidenciales en Venezuela se llevar¨¢n a cabo en diciembre del 2012, pero en caso de que desapareciera el teniente-coronel, Venezuela se ver¨¢ forzada a adelantarlas, o a afrontar un vac¨ªo de poder donde todo puede acontecer. Los cubanos tendr¨¢n poca influencia sobre el resultado, pero su futuro depender¨¢ del mismo.
No debe sorprendernos entonces que los Castro se empe?en en mantener vivo y bajo su resguardo a Ch¨¢vez, hasta que su salud mejore o hasta que se les ocurra un plan B. Y los dem¨¢s solo podemos imaginar los malestares que padece, y lo que Naphta y Settembrini conversen al pie de la monta?a en la isla que ha perdido su magia.
Jorge Casta?eda fue canciller mexicano y es profesor de la Universidad de Nueva York y de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico. El autor agradece a Gina Montaner el haber compartido con ¨¦l la analog¨ªa de La monta?a m¨¢gica.
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