Nombres y muros
Todo tiene un nombre. Los mares, las monta?as, los collados, los cabos, las personas, y tambi¨¦n los pueblos. Y si algo no lo tiene, ya nos encargamos nosotros de bautizarlo. Frecuentemente adem¨¢s, los puertos de monta?a tienen el mismo nombre que el pueblo donde arranca la ascensi¨®n. Pero ayer, aqu¨ª en Breta?a, nos encontramos con una excepci¨®n a esta regla. No era el pueblo quien daba nombre al muro, sino que el propio muro, por su situaci¨®n, era qui¨¦n otorgaba el nombre al pueblo. M?r-de-Bretagne en franc¨¦s, Mur simplemente en bret¨®n, que significa obviamente muro. Nombre de la colina en la que terminaba la cuarta etapa, pero tambi¨¦n nombre del pueblo que se atravesaba en los momentos previos a la ascensi¨®n.
Apareci¨® el Contador de Tropea, ese corredor que en el Giro se dio cuenta de que tambi¨¦n puede con los finales que no acaban en alto
Adem¨¢s de un nombre, el propio muro tiene un apodo para los bretones: "El Alpe-d'Huez bret¨®n". Un poco pretencioso, porque s¨ª que es verdad que era una subida capaz de hacer da?o, pero nada comparable a la famosa ascensi¨®n alpina. Ni en curvas ni en longitud; si acaso en algo se le parec¨ªa era en el porcentaje de la pendiente. Pero aqu¨ª era un kil¨®metro, cuando all¨ª son unos cuantos m¨¢s.
A m¨ª me impresion¨® bastante m¨¢s uno de los toboganes previos, una preciosa y larga carretera rectil¨ªnea que primero bajaban los ciclistas y luego sub¨ªan a unos seis kil¨®metros de la llegada. Aqu¨ª le llaman la primera subida. La segunda es el repecho que asciende hasta el centro del pueblo. Y luego, tras un kil¨®metro de descenso, era donde comenzaba lo que aqu¨ª llaman la tercera subida, esto es, el muro en s¨ª mismo, esos dos kil¨®metros que hab¨ªan impuesto cierto miedo en el pelot¨®n.
Un primer kil¨®metro recto con una pendiente media cercana al 10%, con ciertos badenes en los que las rampas se inclinaban algo m¨¢s, y un segundo kil¨®metro en el que la pendiente iba descendiendo de un 5,5% a unos ¨²ltimos 500 metros con un casi inapreciable 2%. Visualmente, un final en falso llano tras una dura subida de un kil¨®metro. Para los corredores en cambio, dos kil¨®metros de subida, uno duro y otro m¨¢s suave.
Y en este escenario, en el muro y en su pueblo, vimos al mismo Contador que vimos no hace mucho en Tropea (Italia), durante el ¨²ltimo Giro. Alberto es un corredor que acostumbra a cuadrar ciertos n¨²meros. Carrera en la que participa con llegada en alto, carrera ganada. All¨ª en Tropea ni gan¨® ni lleg¨® en alto, pero sorprendentemente atac¨® a sus rivales en un repecho digno de las cl¨¢sicas de primavera, y comenz¨® de esa manera a imponer el miedo a sus rivales en la ronda italiana.
En el muro de ayer no hab¨ªa m¨¢s favoritos que Gilbert. Era el d¨ªa de su cumplea?os, y tras ver su autoridad en la llegada de la primera etapa, nada hac¨ªa presagiar que ayer no ganar¨ªa. Pero apareci¨® el Contador de Tropea, ese corredor que ese d¨ªa en Italia se dio cuenta de que tambi¨¦n pod¨ªa con este tipo de finales que, aunque puntuasen como una cota de tercera, no son exactamente lo que se entiende por finales en alto. Y en lo m¨¢s duro fue ¨¦l qui¨¦n tom¨® la iniciativa. Y al igual que en Italia, Contador no gan¨® y se tuvo que conformar con el segundo puesto. Pero un segundo con un sabor muy diferente a la amargura que va asociada generalmente a este puesto. Un segundo dulce, como el que separa a Evans -ganador ayer- del l¨ªder de la carrera, Hushovd.
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