El h¨¦roe
La historia parece que acabar¨¢ como pod¨ªa esperarse: con Strauss-Khan volviendo a Francia. Con lo que no cont¨¢bamos algunos es con que sus compatriotas dieran muestras de querer recibirlo como a un h¨¦roe. Pero los socialistas franceses nunca decepcionan. El propio Strauss-Khan, franc¨¦s y socialista, decidi¨® darse un homenaje de 700 d¨®lares en un restaurante neoyorquino tras quedar en libertad.
No ser¨¦ yo quien diga que el socialismo est¨¢ re?ido con el sibaritismo, pero hay aspectos lo suficientemente s¨®rdidos en este asunto como para que el protagonista muestre una alegr¨ªa tan ostentosa. Que tiene dinero y lo disfruta, fant¨¢stico. Que tiene una esposa tolerante con sus arrebatos extraconyugales, enhorabuena. Pero la victoria judicial de Strauss-Khan (hasta ahora) se basa en la poca fiabilidad de la denunciante, no en la verosimilitud de los hechos que ocurrieron en aquella habitaci¨®n. Lo explicaba de manera extraordinaria la columnista Maureen Dawd en su columna del The New York Times: este es el cuento de un depredador contra una fabuladora, que viene a ser como la vieja historia de la puta que no puede quejarse de ser violentada porque adem¨¢s quiso llevarse la cartera del cliente.
Strauss-Khan podr¨¢ celebrar su libertad con la desmesura a la que es tan aficionado, pero los que le aplauden o incluso se plantean devolverlo a la arena pol¨ªtica rebelan algo tan feo que da hasta verg¨¹enza. Como da verg¨¹enza tanta rabiosa alegr¨ªa en aquellos que piensan que los hombres viven amenazados por el "hembrismo". El hembrismo, anoten el t¨¦rmino, que est¨¢ de moda.
Se llevan las manos a la cabeza porque una inmigrante minti¨® para conseguir asilo en Estados Unidos. Cu¨¢ntos de ellos mienten, sin necesidad alguna, al entrar en ese pa¨ªs, declarando que no llevan ning¨²n alimento teniendo como tienen la maleta llena de jam¨®n de bellota.
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