Retroalimento cat¨®dico

La comedia espa?ola sigue sin negrura, sin mala leche. Ni siquiera cuando, como en Amigos, encuentra la tem¨¢tica perfecta: la obsesi¨®n de la masa por salir en la tele, aunque sea para hacer el anormal. Estancados en el costumbrismo estamos y as¨ª nos va. En una entrevista reciente, los debutantes Borja Manso y Marcos Cabot¨¢ afirmaban que no quer¨ªan hacer una pel¨ªcula con mensaje. ?Ay, el mensaje, el concepto m¨¢s pasado de moda en tiempos de adormecimiento! Como si lanzar un mensaje fuera en contra del entretenimiento, cuando cada uno va por su lado y solo hay que fundirlos en la calidad.

Y eso que en Amigos hay una buena base: un fallecido, estrella de la telebasura, legar¨¢ su fortuna solo a uno de sus tres grandes amigos, al que consiga m¨¢s audiencia, cat¨®dica. L¨¢stima que la esencia llegue a la media hora, perdi¨¦ndose un tercio de su metraje en una presentaci¨®n de personajes poco inspirada, hasta llegar a un ep¨ªlogo presuntamente sorprendente que solo es entre moralista e inane (adem¨¢s de copiado de The game). Y entre medias, una puesta en escena simplemente esforzada, junto una fotograf¨ªa deplorable y la irregularidad de los gags por bandera: frente a los buenos momentos gran hermano, y al excelente desenlace en la Puerta del Sol, escenas vergonzantes como la del balc¨®n del personaje de Ernesto Alterio. De modo que al final, y a falta de mensaje ni mala leche, lo que nos queda es una pel¨ªcula producida por una cadena televisiva que juega a re¨ªrse con (y no de) sus propios productos. Retroalimento televisivo, retroalimento cinematogr¨¢fico.