Novela negra de Granada
En las novelas policiales una voz lleva a otra, la soluci¨®n parcial de un enigma lleva a otro enigma, hasta llegar al enigma final que suele ser el de una muerte. Algunas veces con los libros sucede lo mismo. Un libro llega inesperadamente y cambia de golpe la direcci¨®n de las lecturas. Mi amigo Alfonso Alcal¨¢, director de la Casa Museo Garc¨ªa Lorca de Fuente Vaqueros, me mand¨® la investigaci¨®n de Miguel Caballero sobre las trece ¨²ltimas horas de la vida del poeta. Esa inmersi¨®n en la negrura del crimen me hizo dejar en suspenso cualquier otra lectura que tuviera entre manos para recobrar libros a los que no volv¨ªa hace tiempo, aunque esa muerte, y la obra y la vida de Lorca, est¨¢n siempre muy presentes en m¨ª, mezcladas al recuerdo de la ciudad a la que llegu¨¦ treinta y ocho a?os justos despu¨¦s de su asesinato, y donde me qued¨¦ a vivir veinte a?os, el tiempo m¨¢s largo que he pasado en ninguna parte.
El drama del hombre que huye buscando refugio al lugar donde lo aguardar¨¢n para matarlo tiene algo de la fatalidad inexorable de un mito griego
'Miedo, olvido y fantas¨ªa', de Marta Osorio, es un libro que no se parece a ning¨²n otro escrito sobre Garc¨ªa Lorca
A Garc¨ªa Lorca uno no deja nunca de leerlo. En sus mejores versos hay una consistencia de pedernal indestructible, hecha de exactitud en la observaci¨®n de las cosas y de temeridad visionaria que se vuelca con igual vehemencia en la celebraci¨®n del amor y de la naturaleza que en la denuncia de lo injusto. Dice ¨¦l mismo, en un soneto dedicado a Manuel de Falla: ?lgebra limpia de serena frente, / disciplina y pasi¨®n de lo so?ado. En un pa¨ªs donde cualquier efusi¨®n sentimental es considerada intelectualmente de mal tono, Garc¨ªa Lorca se permiti¨® en sus poemas amorosos un impudor de confesi¨®n en carne viva que nos sigue estremeciendo al cabo de tres cuartos de siglo. En la capital de provincia cerrada y hosca a la que volv¨ªa de Madrid con sus camisas de colores llamativos y sus ademanes fantasiosos aquella singularidad suya se debi¨® de hacer a¨²n m¨¢s ofensiva cuando la agrav¨® el ¨¦xito, a medida que la escalada de la tensi¨®n pol¨ªtica alimentaba las formas m¨¢s primitivas del odio. El drama del hombre que huye buscando refugio justo al lugar donde lo aguardar¨¢n para matarlo tiene algo de la fatalidad inexorable de un mito griego. He vuelto a seguir esos pasos de Lorca por los mismos libros que ya he manejado otras veces: el diario de Carlos Morla Lynch, la biograf¨ªa de Ian Gibson. Pero sobre todo he le¨ªdo con m¨¢s sosiego y m¨¢s atenci¨®n un testimonio que ya es en s¨ª mismo otro enigma, porque m¨¢s que un libro es la conjetura o el proyecto de un libro que no lleg¨® a existir: una maleta llena de p¨¢ginas mecanografiadas, cuadernos de diario, copias de documentos, fotograf¨ªas; una maleta que su due?o, Agust¨ªn Pen¨®n, llev¨® consigo en el barco que lo devolv¨ªa a Nueva York en 1956, despu¨¦s de m¨¢s de un a?o de indagaciones sobre la muerte de Lorca en Granada y Madrid; que permaneci¨® intocada durante m¨¢s de veinte a?os, mientras ese hombre, distra¨ªdo en otras obligaciones, postergaba el momento de ponerse a trabajar en su libro, quiz¨¢s temeroso de hacer da?o a los testigos que hab¨ªan confiado en ¨¦l y que segu¨ªan viviendo bajo la dictadura de Franco, quiz¨¢s desalentado de antemano por la dificultad de una tarea que le parecer¨ªa superior a sus fuerzas.
Uno va dejando para otro d¨ªa sus mejores prop¨®sitos y de repente el tiempo se ha acabado. La maleta que hab¨ªa venido de Granada a Nueva York viaj¨® con Agust¨ªn Pen¨®n de Nueva York a San Jos¨¦ de Costa Rica. En su interior permanec¨ªan los testimonios escritos de muchas personas que ya estaban muertas o que hab¨ªan perdido la memoria, las fotos en blanco y negro de un pa¨ªs cada vez m¨¢s lejano en el pasado. Antes de morir, en una ¨²ltima tentativa de que no hubiera sido vana su b¨²squeda de tantos a?os atr¨¢s, Agust¨ªn Pen¨®n envi¨® la maleta de vuelta a Espa?a, dej¨¢ndola como herencia a su amigo William Layton. Hasta las cosas m¨¢s fr¨¢giles duran m¨¢s que las personas: el papel quebradizo de las fotograf¨ªas, el de las copias en calco, la tinta de las m¨¢quinas de escribir. Como un tesoro de tiempo la maleta de Agust¨ªn Pen¨®n la abri¨® en los primeros a?os ochenta Ian Gibson, que hizo uso de ella para documentar los episodios finales de su biograf¨ªa de Lorca. Y aunque el propio Gibson le dedic¨® luego un libro, pocas personas supieron de ese hombre y de su b¨²squeda hasta que la editorial Comares de Granada public¨® en 2000, y luego en 2009, una edici¨®n de sus papeles al cuidado de Marta Osorio: Miedo, olvido y fantas¨ªa. Cr¨®nica de la investigaci¨®n de Agust¨ªn Pen¨®n sobre Federico Garc¨ªa Lorca (1955-1956).
Solo un trabajo filol¨®gico que no s¨¦ si est¨¢ hecho permitir¨¢ conocer la naturaleza exacta de los materiales agrupados en el libro. Algunas veces se leen como entradas de diario, o como anotaciones r¨¢pidas hechas inmediatamente despu¨¦s de una conversaci¨®n. En ocasiones la voz de la editora no acaba de distinguirse del relato original de Pen¨®n, y no estamos seguros de si todas sus notas las tom¨® en ingl¨¦s, o de si han sido solo traducidas, y por qui¨¦n, o tambi¨¦n resumidas o arregladas de alg¨²n modo.
Sea como sea, el resultado es un libro que no se parece a ning¨²n otro escrito sobre Garc¨ªa Lorca. Agust¨ªn Pen¨®n, muerto hace tantos a?os, no recordado por nadie o por casi nadie, no acreditado por ning¨²n t¨ªtulo de erudici¨®n universitaria, viaj¨® a Granada cuando la mayor parte de los amigos y de los enemigos del poeta estaban todav¨ªa vivos y l¨²cidos y cuando se respiraba todav¨ªa f¨ªsicamente el terror de una represi¨®n que hab¨ªa tenido algo de meticulosa venganza social. Pen¨®n es el desconocido que llega haciendo preguntas a la peque?a ciudad en la que todos se conocen: el detective que ha venido para investigar uno de esos cr¨ªmenes cometido en la claustrofobia de un recinto sin salida en el que las caras de todos los sospechosos son igualmente familiares. En Granada, a mediados de los a?os setenta, cuando yo me empe?aba en imaginarme a m¨ª mismo como un escritor sin haber escrito apenas nada, le¨ªa a Raymond Chandler y a Dashiell Hammett e intu¨ªa en las noches de la ciudad la trama posible de una historia policial que la abarcar¨ªa entera, con sus callejones y sus barrancos, con sus zaguanes oscuros de viejas casas en ruinas, con sus periferias de bloques especulativos que arrasaban la Vega, con su castillo rojo en lo alto de una colina a la que se ascend¨ªa por un bosque.
Solo ahora, leyendo a Agust¨ªn Pen¨®n, me doy cuenta de que aquella novela negra hab¨ªa existido sin necesidad de ser inventada ni escrita, menos a¨²n por m¨ª. El crimen es simult¨¢neamente la muerte de Lorca y la de los miles que cayeron asesinados al mismo tiempo que ¨¦l: el detective es ese hombre joven con apellido espa?ol y pasaporte americano que llega a la ciudad en 1955 y tiene la misma perspicacia para intuir la verdad o la fantas¨ªa en lo que le cuentan y para comprender m¨¢s hondamente que ning¨²n otro bi¨®grafo c¨®mo fue Federico Garc¨ªa Lorca. Qu¨¦ triste que se muriera sin recibir ni rastro de la gratitud que merec¨ªa.
Miedo, olvido y fantas¨ªa. Cr¨®nica de la investigaci¨®n de Agust¨ªn Pen¨®n sobre Federico Garc¨ªa Lorca (1955-1956). Comares. Granada, 2009. 800 p¨¢ginas. 37 euros. antoniomu?ozmolina.es
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